viernes, 31 de diciembre de 2010

Valga un último desliz


A la salida del recto el destino de toda ventosidad es siempre confuso e incierto: lo que aflore atrapado quedará por la rosa de los vientos y presto siempre a volar llevado por las corrientes como un aéreo juguete invisible, tornadizo y fétido.

Con plomada


A la estupidez hay que aplicarle la teoría del tentetieso cuyos éxitos dependen del aplomo que lo mantiene erguido y de su facilidad para regresar tras la deriva.

Mínima 30


A Silvestre de madrugada se le empieza a aflojar la risa y le asoman los colmillos. Da que pensar y poco tiempo para huir.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Conjunción feliz


La ciencia tiene aspectos sugerentes que no siempre quedan suficientemente realzados. A veces se da una feliz conjunción entre los conceptos y su expresión. Sucedió en el siglo XVII cuando se empezó a dar expresión gráfica de la relación funcional entre magnitudes mediante curvas. Más recientemente algunos programas de dibujo han permitido ofrecer de manera instantánea la representación gráfica de curvas y superficies basadas en esas relaciones, prácticamente sin restricciones. A las formas resultantes no se les puede negar en muchos casos la condición de artísticas. De hecho algunas han servido de inspiración  a arquitectos y artistas plásticos en sus obras.
Superficie de Riemann
generada con Mathematica 6.0
Formulado de manera más prosaica el problema general no es otro que la visualización de datos y leyes. La adopción de ciertos convenios ha permitido homogeneizar las vistas y reflejar con cierta claridad gráfica las concordancias y discordancias conceptuales. Algo de esto se ha conseguido en las tablas, diagramas e histogramas que traducen y difunden la magnitud y complejidad de los problemas económicos, sociológicos o biométricos. Sin embargo, algunos de los problemas planteados recientemente en la biología, concretamente en la genética, requerían un enfoque visual distinto. No se trataba de expresar relaciones de magnitudes a través de la continuidad lineal, sino de relacionar elementos discretos, englobados en una o varias unidades genéticas. Las soluciones gráficas actuales, inspiradas en las viejas cartas astrales, vienen con su copyright y empaquetadas en programas informáticos, como el denominado CIRCOS.

La gráfica que abajo se muestra tiene un efecto seductor para el lector, incluso para el lego en genética. La elección del círculo permite reunir y concretar la complejidad de las relaciones en un área prefijada, dejando abiertas múltiples claves de variación (colores, curvas, referencias exteriores, etc). El caso presentado es el de la relación entre los genomas de dos especies, el hombre y el perro, abarcando todos los cromosomas humanos y restringiéndonos a uno solo en los caninos. En el semicírculo superior, y rodeado de un arco azul, se reflejan con distintos colores y tamaños, los 23 pares de cromosomas humanos. Se muestran ordenados, de forma que el primero es el de más la derecha y el cromosoma X el situado a la izquierda en el extremo contrario. En el semicírculo inferior, rodeado de un arco naranja, se presenta la expresión genómica del segundo cromosoma del perro, ordenada de izquierda a derecha y con una gradación alusiva a sus segmentos impresa. La figura establece la relación de homología entre cada uno de los cromosomas humanos y los distintos segmentos de este cromosoma canino mediante, curvas que parten, cuando tal relación existe, de puntos del semicírculo superior tomando el color del cromosoma de partida para acabar en aquella zona del semicírculo inferior donde se encuentra un segmento homólogo. El resultado presenta este aspecto.
Comparación del genoma humano
y del segundo cromosoma del perro
Para mayor información sobre el software CIRCOS y su aplicación al problema del genoma consultar aquí


miércoles, 29 de diciembre de 2010

Obra menor


J. I. van Ruisdael, Pantano en un bosque al anochecer (1660)
Museo de Bellas Artes, Bilbao.
Los museos al ser normalmente entendidos como un entorno en el que el visitante se expone prolongada y programadamente a algún Arte sublime, suelen resultar aberrantes en su pretensión y obligadamente absurdos en su planificación. El aire de almacén de cacharrería fina que los envuelve arruina casi todas las emociones espontáneas, pero a cambio concierta un Ohhh sinfónico del público en las salas de relumbrón. Cuando las salas son temáticas y vas cambiando de tercio, aún tienes alguna posibilidad de oxigenarte y continuar a ritmo de visita. Pero para ello conviene renunciar a la asistencia de guías y dejarte ir hacia los puntos que te reclaman. A veces serán obras menores, perdidas en el voluminoso catálogo de trabajos expuestos, las que te sorprendan con detalles que sólo tú pareces advertir y que de algún modo te significan.

Cuando las encuentres, no des cuenta de ello ni gastes retórica, porque no tienes que justificar tus emociones; no te recrees como si fueras su maravillado descubridor, porque otros antes que tú también se fueron en el secreto. Tan solo habrás hecho destacar el día entre el gris de la rutina, como aquel en que fuiste a Bilbao a pasearte por el Museo de Bellas Artes. Tampoco sabrías indicar en qué sala se encuentra, porque te salió al paso, un cuadro pequeño, una floresta enmarañada y entreverada con verdes oscuros. Había reflejos en el pantano del fondo, contraluces anaranjados en el cielo y las copas de los tortuosos árboles azotadas por el viento: un ambiente entre agobiante y sombrío, un refugio inhóspito y sospechoso, una noche de sombras mayúsculas con luces sembradas de desasosiego.


martes, 28 de diciembre de 2010

Aquellas palabras vibrantes


La domesticación de ciertas metáforas, que se incorporan desactivadas al uso lingüístico regular, pone de manifiesto la progresiva amortización de su nervio transgresor y cierta devaluación emotiva de la expresión oral. Coincide además con el ascenso y el traslado de ese exigente papel de las metáforas a las imágenes en su expresión visual. Todos los matices de esa pérdida, y también del conflicto entre lo oral y lo visual, parecen quedar reunidos cuando desde un rostro impasible, casi marmóreo, se emite la expresión «ardo en deseos» a modo de latiguillo neutro y convencional. Nadie en su sano juicio esperaría ver surgir llamaradas desde el poste emisor, pero sí quizá cierta complicidad con las palabras e incluso algún gesto de ansiedad o un atisbo de emoción.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Turno de paralíticos


Bosque de Arriaundi (Larumbe)
Llegué a un punto en que la nieve ocultaba todas las salidas y la luz abriéndose paso creaba la vana ilusión de que por el cielo se podía.

En una encrucijada hay veces que no sabes a ciencia cierta cuál será la dirección correcta. Esas veces suelen repetirse y en todas ellas las direcciones parecen siempre demasiadas. Reconforta un poco saber que para ayudarnos a elegir tenemos cinco sentidos, si bien resulta decepcionante carecer de un órgano de decisión infalible para estas urgencias. Al paso nos salen para salvar la situación augures y guías que con su sexto sentido prometen sacarnos airosamente del apuro. De estos también hay demasiados y todos se aplican a apurar en nuestro apuro. Pero apurarse con una decisión de la que nunca sabrás a ciencia cierta si fue correcta, a menos que discurras hacia mundos paralelos, es ceder a una enfermiza especulación sobre futuros. Para eso mejor que te valgas de tu propia intuición y, en vez de trazar tu futuro a tiralíneas, te atrevas a despejar el azar y a afrontar, con aciertos y equivocaciones, la historia que compartes con los demás, y con tus cinco sentidos intentar sentirla como tuya.


domingo, 26 de diciembre de 2010

Renovando maneras


La llegada de estos últimos días del año suele crear, con ayuda de rituales casi siempre parejos, ilusiones de renovación, que en algunos casos se hacen depender de la enmienda de nuestros persistentes defectos. Se trata de errores comunes, bien conocidos y cómodamente asentados, cosas que forman ya parte de nosotros y que aceptamos con indulgencia, pero que los demás malamente toleran, seguramente porque no consiguen verlos a nuestro modo. Ante esta situación sólo cabe pedir al resto del mundo que nos permita continuar siendo insoportables o emprender una intensa campaña pedagógica para convencer, aunque sólo sea a los más allegados, de que compensamos esos fallos con las innumerables virtudes que nos adornan. Si no fuera ese el caso o así no lo vieran, o peor si no hubiera adorno alguno con el que exhibirse, no nos quedará otra que aceptar nuestra tara e intentar corregirla resignadamente. Un proyecto apasionante, un plazo de un año para resucitar buenas maneras y llegar hasta el siguiente, en el mejor de los casos y por estas fechas, con nuevos y más irritantes fallos. Metidos a esta dinámica de permanente reestructuración por esa vía anual de la regeneración ética, uno debe seriamente preguntarse si los demás estarán algún día dispuestos a aceptarnos de otro modo a como somos, si no estaremos incurriendo en el fallo por sus  constantes cambios y  si no nos estarán exigiendo, de por vida y como perfección, la obligada adaptación a su entorno cada vez más exigente y extraño.

sábado, 25 de diciembre de 2010

El último


Olentzero. Dibujo de Montes Iturrioz
Contra lo que algunos foráneos creen, en los pueblos por los que ando el borbor de la marmita atrae con más fuerza que el repique de campanas. Las campanas suelen marcar obligaciones más o menos piadosas, pero la marmita con sus aromas abre un sendero directo hacia la gloria. Este hecho nunca ha sido bien aceptado por el abundante y bien alimentado clero, que frente a sus inefables misterios de fe parecía dar por sentados y triviales los de la cocina. Para quienes rara vez disfrutaban de feliz tropiezo en su olla, hecha mayormente a caldos, esa torpe ecuación se invertía.

Un estruendo de pucheros llega estos días hasta los confines de la montaña y apetitosos efluvios suben y persiguen en su abnegada labor a quien malamente aguanta allí las inclemencias del año, casi tan viejo a estas alturas como él. Trampea por esos parajes, a vueltas con el carbón, tozudo e incansable, Olentzero es además el último en volver. Abajo nadie sabe dónde anda, arriba nadie sube a buscarlo. ¿Campanas? Sí, ya las oye. ¿Cocinas? Tiene contadas dieciseis. Lo que son los curas, el párroco ve a este desarrapado entendimentu gabea (vamos, falto de seso), pero no todos lo creen. 


A medida que el fuego crepita y el humo se escapa, la gente va sentándose a la mesa. Se come, se habla y se va haciendo gana, hasta que llega el cordero. Ahí Olentzero se pone en pie y con un vaso de vino en la mano se dispone a hacerle los honores: «Nada aprovecha mejor que un cordero en su sano gusto. Con él renovamos huesos, carnes y sangre,  con él  acaban las pasadas flaquezas y empezamos a recuperar el ánimo para lo que sea de venir». Cerrada la jaculatoria, algunos responden jaleando Olentzero buruhandia, entendimentuz jantzia. Este rito de revitalización es muy simple de entender, para todos salvo para el párroco. El carbonero es  cabezón, pero no le faltan entendederas…, ni tremendas tragaderas.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Tregua de Navidad


El 5 de enero de 1915 daba cuenta el North Mail de lo sucedido en plena guerra, en territorio francés, en alguna de las trincheras del frente de combate. La carta allí escrita por el recluta Frederick W. Heath ha sido repescada y transcrita recientemente por Marian Robson, que la ha incorporado al sitio christmastruce.co.uk. He intentado aquí la traducción aproximada de uno de sus párrafos más significativos:

«Llegó el amanecer, dibujando el cielo de gris y rosa. Bajo las primeras luces vimos a nuestros enemigos moverse temerariamente por lo alto de sus trincheras. Menudo coraje tenían, no buscaban la seguridad del refugio sino una invitación descarada a que les disparáramos y matáramos con certeza mortal. Pero, ¿disparamos? ¡Pues, no! Nos levantamos y llamamos a los alemanes. Luego vino la invitación a salir de las trincheras y juntarnos a mitad de camino.

Algo cautos nos quedamos atrás. No así los otros. Ellos echaron a correr en pequeños grupos, con las manos levantadas por encima de sus cabezas, pidiéndonos que hiciéramos lo mismo. No pudimos resistirnos a semejante llamada por mucho tiempo – además, ¿no estaba el valor hasta el momento todo en un lado? Saltando sobre el parapeto, algunos de nosotros avanzamos hasta los alemanes que llegaban. Sacamos las manos y las estrechamos en señal de amistad. La Navidad había hecho amigos de los más acerbos enemigos».

La tregua, lejos de ser episódica, tuvo gran extensión entre tropas de diversos países y se dio con características muy similares en diversos lugares de los frentes belga y francés. Más recientemente el tema ha sido tratado con mayor extensión en Silent Night, obra publicada por el historiador militar Stanley Weintraub en el año 2002.

Más información sobre la tregua navideña de 1914

Cuando miras


Lago Dal, Srinagar (Cachemira)
Foto: Mukhtar Khan / AP

          Que la luz se pose dulcemente,
          como si viniera a apagarse y morir en los crudos perfiles,
          haz que evite los espejos y que en su vuelo se aleje del iris,
          que de la imagen retenga sólo su brillo,
          como un asomo fugaz para recordar el camino,
          y haz que te nuble la pupila serena
          cuando alcance la belleza en su agonía.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Paradoja normal


Lo más normal es que la normalidad sea una cualidad tan fingida que resulte difícil reconocer lo que es normal e imposible saber qué es lo más normal.

A verlos venir


Luego diremos que no se les veía venir, que sus atropellos no violaban la constitución, que con sus abusos y corruptelas pretendían el bien común, que en esa buena dirección aprendimos qué era lo que realmente interesaba, que a nada conducía hablar si no era en positivo, que habíamos vivido de vacaciones en una realidad paralela, que nuestras intenciones solidarias eran utópicas y totalitarias, que el respeto sólo puede ser entendido desde la autoridad, que el despliegue policial nos protegía sobre todo de nosotros mismos, que un estado, por vacuas que sean su instituciones y por humillantes que sean sus símbolos, siempre es un bien que está por encima del bienestar de sus ciudadanos.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

La guarida de Escila


Silla de la Reina, Monte Faro, Islas Cies
Foto Destylou (2009)

Cuando Circe, la augusta, trata de señalar las dificultades que aún esperan a Ulises en su retorno a su Itaca natal, pasa a proponerle dos posibles rutas: la que siguió Jasón con sus argonautas y la que atraviesa entre los promontorios de Escila y de Caribdis. De la guarida de esta primera, Homero hace una descripción vívida y pavorosa, empezando por el afilado peñasco que la aloja:

«La cima de uno de ellos se clava en el cielo anchuroso, cubierta de una nube perenne y oscura: jamás, ni en los días de verano u otoño, la baña la luz. Ningún hombre aquel monte pudiera escalar ni asentarse en la cumbre aun teniendo diez pares de pies y diez pares de manos, porque es lisa la escarpa lo mismo que piedra pulida.

Tenebrosa caverna se abre a mitad de su altura orientada a las sombras de ocaso y al Érebo: a ella puesto el caso acostad, noble Ulises, el hueco navío. Ni el más hábil arquero podría desde el fondo del barco con su flecha alcanzar la oquedad de la cueva en que Escila vive haciendo sentir desde allí sus horribles aullidos.»

Luego de describir su naturaleza sanguinaria y monstruosa, viene Ulises a mostrar su pretensión de evitar el segundo risco en que la «divina Caribdis ingiere y vomita aguas oscuras tres veces al día» para enfrentarse a la cruel Escila. Circe entonces  le replica:

«¡Obstinado! Tu siempre pensando en esfuerzos guerreros y proezas. No cedes siquiera ante dioses eternos, que no es ella mortal, antes bien, una plaga sin muerte, un azote tremendo, agobiante, feroz e invencible, y no hay fuerza capaz contra él: lo mejor es la huida».


martes, 21 de diciembre de 2010

Aguas


No hay nada profundo si las aguas son claras.

Lo que importa


Al darle importancia a lo que haces, la obra acabará siendo muy tuya, aunque no necesariamente importante.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Para afrontar la noche


Eclipse lunar, Doug Murray (Octubre 2004)

Como ya anochece, me hago eco de que «Las tinieblas estarán de fiesta durante el 21 de diciembre de 2010, noche de solsticio invernal, ya que un eclipse total de luna gestará la noche más obscura de los últimos 456 años». No deja de ser curioso que pijamasurf.com haya escogido este titular para comunicarnos la efeméride astronómica. Según parece, lo que se anuncia como fiesta de las tinieblas tendrá que ser de entrada una fiesta a oscuras. Así que es mucho suponer que con esas tinieblas llegue la fiesta, salvo por el lado lúbrico. Otros informantes algo más preciosistas, hablan de ese tono rojizo que la luna llena adoptará antes de entrar en la oscuridad, a su paso por la penumbra. Con semejante telón de fondo sólo falta que los más cuentistas hablen de echarse encima la piel de lobo para salir aullando a esperar a Caperucita.

domingo, 19 de diciembre de 2010

En el fondo del valle


Fogón con lumbre viva entre penumbras, a su alrededor todos alargan sus ateridas manos y van arrimando el asiento. El vate permanece en su viejo sillón y la audiencia menuda en una banqueta, en un extremo y esperando al invitado queda una silla vacía. Apenas se mueve el anciano, el calorcillo le ha cerrado los ojos. Hundido en el sopor, mientras el fuego crepita, comienza a susurrar algo. Dijo ayer que hablaría de gente de otros tiempos, de los que vivían allá en el fondo del valle, de los que se fueron... Ya abre los ojos, silencio. Mira fijamente a la bancada, bebe de una tacilla y seguidamente inicia su historia con voz timbrada y profunda:

«A lomos de fuerzas oscuras, sin domeñar del todo siquiera, te verás de ferrón deslumbrado por el ritmo de las llamas; si empuñas sus riendas macabras y atraviesas a creciente galope la temible oscuridad de los bosques, harás carrera sombría, quizá ibas para guerrero y en esta te hagas poeta; pero si vives sometido a la frondosa fuerza, bajo el imperio de héroes siniestros, caminarás siempre temeroso, como todos en esta historia; sólo el mejor de los nuestros, quizás seas tu, el que se revuelve indómito y durante siglos vaga por esa espesura profunda para, llegado el caso, dar rabiosa cornada a esas tinieblas telúricas.».

Desfallecido por la tensión el hombre enmudece. Es entonces cuando el más pequeño de la bancada se levanta y tirándole de la manga le pide: «Abuelo, cuéntanoslo otra vez, que aún no lo entiendo».


sábado, 18 de diciembre de 2010

Arquetipos de cero


Si uno elige el círculo parece asumir simbólicamente el vacío y el horizonte que media entre lo finito y lo infinito. Si uno elige la espiral parece buscar simbólicamente el cambio y el trayecto que media entre el punto original y la plenitud. El círculo tiene algo de estático, hipnótico y absorbente, gira en torno a la propia conciencia y da expresión al ser. La espiral es de curso dinámico, expansivo, modela nuestros ciclos de paso y da expresión al devenir. Para el europeo la alternativa circular, llegada de Oriente, viene a alentar los fantasmas asociados a su ancestral horror vacui, es como la cueva del dragón. Sin embargo, en la alternativa espiral, redescubierta en América, se condena a verse evolucionar sumido en un  retorno perpetuo, es como el pozo de la locura.

Caligrafía de un enso
Más o menos vagamente, algunos de los signos utilizados para el número cero cargan con estas dos simbologías. El cero circular, que sigue hoy en circulación, es para los astrónomos griegos una huella, una señal de la ausencia de cantidad. Sus funciones numéricas le serán otorgadas por indios y árabes. Esa misma idea de carencia, aunque proyectada en nuestro interior, la encontramos en el círculo japonés, en el enso, convertida en caligrafía ritual por los seguidores del zen.

El simbolismo ligado a la espiral aparece de un forma algo más confusa en el signo del cero maya. Los glifos que lo describen tienen forma de concha, de puño cerrado o de flor. En el de la concha, que es quizá el más común, encontramos una imagen de plenitud lograda, cuya ausencia de vida marca el inicio de un nuevo ciclo de crecimiento, pero en un orden superior. En el sistema de numeración este paso a unidades superiores a través del cero resulta crucial. Este hecho podría confirmar además un principio filosófico por el que el ciclo actúa como factor regulador del crecimiento.
Formas del cero en la numeración maya


viernes, 17 de diciembre de 2010

Silencio


Hay tres o cuatro razones para mantener absolutamente todo en silencio. De poco peso serían si ahora voy y te las cuento.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Tigre y cordero


Tiger and lamb (2008), Reiner Ehrt
El toque Disney ha convertido a las fieras en tiernos peluches. Luego el propio Hollywood se ha encargado de dar réplica a sus historietas almibaradas con toda una serie de películas que convierten a los muñecos en despiadadas fieras. Echando mano de animales, muñecos y autómatas el catálogo de personajes y otras utilidades escénicas se ha venido ampliando para el guionista de una forma tremenda. Una vez admitidas las convenciones con las que se incorporan, a nadie extraña ver a un león citando a Séneca o a una Barbie acudiendo a sórdidos callejones para ejercer de Jacqueline la destripadora.

Esa reversibilidad de ternura y violencia, que se acepta como juego entre animales y muñecos, necesita para las fábulas con humanos un recorrido mucho más complejo. Para interpretar el juego supremo de esos y otros instintos básicos surgieron en el XIX revisores del fabulismo ilustrado. El más notorio, el poeta William Blake, remitía ese arte al sumo hacedor, en cuyos designios vitales cabía a un tiempo la ferocidad del tigre y la ternura del cordero. Del título de una de sus obras deducimos que el hombre se quedaría en mero cantor de esos animales, vistos como emblemas de la experiencia o de la inocencia, en calidad de monstruo y desvalido.

La salida a las pantallas infantiles de animales, muñecos y autómatas parlantes, que combinaban inteligencia e instintos, puso a prueba esa oposición entre ferocidad y ternura, y puso en solfa esa desmañada creación de un bestiario dividido por el bien y el mal. Apuntando a toda su carga emblemática, hace tiempo que esa oposición merecía una revisión menos fabulada y más paródica. La viñeta del caricaturista sólo da para un golpe de vista y tiene que ser certera. En la de arriba Reiner Ehrt da un extraño giro al motivo. Destruye la oposición poniendo al cordero en brazos del tigre y le añade un guiño irónico al dar nueva versión del mítico triángulo con manzana. Gracias a él concluimos que un paraíso bien imaginado siempre puede ser otra cosa.


miércoles, 15 de diciembre de 2010

Mínima 29


El que hace saber se obliga a saber, o a saber por lo menos lo que hace.

Lord Gagá



Provoca, claro, hasta adueñarse por un momento de todas las pantallas. A fin de cuentas son estos «picotazos» impenitentes los que las mantienen en activo. Este asunto es tan chirriante a la vista, y su análisis tan necesario, que urge sacar al analista que llevo dentro para preguntarle —desde la distancia y como tronado gagá— acerca de quién está tras Lady Gaga. Por manida esa pregunta —para empezar, un poco ingenua y amateur— viene a anunciar que echarle el foco encima poco o nada nos dirá. Hemos conocido fenómenos similares, anunciando casi siempre profundos cambios en la concepción y venta de ferias y espectáculos. Para mal o para bien ella es mero producto y lo que de veras nos diría algo  más es quién está detrás de esas pantallas. Tampoco eso es difícil. El quién no queda muy lejos del objetivo perseguido por los mercados de inventos y truculencias, y supeditado por completo a él.

Otra cosa serán los que están delante, que también importan y que son los pacientes complacientemente provocados. Algunos asumimos la provocación, así en genérico, como una estimulante terapia de choque, como un modo casi lisérgico de remover neuronas y poner al día nuestra capacidad de adaptación, más que nada por darnos curso evolutivo y no vernos disfuncionales en vida. En los devotos, sin embargo, toda esa ventolera parece absorberse con avidez, como una estimulante ráfaga de aire, aire más bien revenido y espeso que nuevo, en un ambiente tirando a asfixiante. Mirando al público de devotos y no devotos en su conjunto, bien se ve que la ganancia común es el estímulo procurado con la provocación. Y ahí es donde el analista de pago da voces de asombro y, tras hacer su cucú en una revista del ramo, profundamente afligido se escandaliza, porque esos estímulos con su desproporcionada medida están también midiendo un estado colectivo, llámesele social o global, de extendido embotamiento y atonía.


martes, 14 de diciembre de 2010

Todos para uno


Tomado de apuntesgestion.com
El aterrizaje de la jerga económica en eso que llaman desarrollo o crecimiento personal no sólo provoca cierta confusión, sino que conduce a malintencionados equívocos. No dudo de que la jerga tenga su sentido a la hora de «anclar emocionalmente» a gerentes e implicarlos en los planes previstos para la institución que mueven, pero entre la resignada comparsa no creo que mejore el ya de por sí complicado equilibrio personal, y mucho menos las aspiraciones a la felicidad o al sosiego emocional.

Cuando uno analiza los llamamientos con expresiones tales como cumplir programas, colmar expectativas, alcanzar objetivos, afrontar retos o socializar afanes, pronto descubre cómo ese encuadre ejecutivo se desliza invasivamente en la órbita personal, de la que se reclaman acciones, cuyo logro, fijado en techos numéricos, apenas entiende de referencias sociales y cuyas exigencias suponen al individuo así «recrecido» la progresiva pérdida de las personales.

Uno de los argumentos que muestra con más claridad el avance y la intimidación ejercida a través de ese tipo de programas de rendimiento laboral, disfrazados de crecimiento personal, es la facilidad con que sentencias tan malévolas como «nos has decepcionado, esto no es lo que esperábamos de ti» trasladan al ámbito de lo personal los resultados de la empresa. Además del mayestático «nos» que convierte al juez en un actor tan decisivo como inidentificable, se coloca ese extraño «lo que esperábamos de ti» en un lugar lo bastante inaccesible como para resultar culpable y como para que te sientas culpable.


lunes, 13 de diciembre de 2010

Fines y mundos


Tsingy de Bemaraha (Madagascar)
A diario sales de casa, te adentras en el laberinto, decides en cada una de las encrucijadas tu camino y, si la suerte te acompaña sin perder el norte y guía, regresas al punto de partida. Allí, sentado tranquilamente al abrigo, tienes la sensación de haber sorteado peligros invisibles pero ciertos y de que igual el fin del mundo no está allá donde creías, sino a la vuelta de tu propia esquina. Si sigues dándole vueltas, puede que te asalte la sospecha de que quizá no sea el fin del mundo, de que no existe tal mito, sino cosas más sencillas como tu mundo o tu fin. Por muy sabedor que te veas de mundos y de fines, no es ese paseo una experiencia con la que puedas fácilmente concluir nada. Desde ese refugio que alimenta sensaciones de peligro y frontera, parecería que tu mundo se acerca a su fin y, sin embargo, mañana mismo, cuando un nuevo laberinto se abra a tus puertas, comprenderás que tu fin está más cerca de ese mundo, tenga o no tenga fin.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Detrás del escudo


Escudo del emperador Tewodros II (s. XIX)
Tesoro de Maqdala (Etiopía)
Presentan el escudo como la más ajustada y sólida defensa personal, sin reparar en que, apostado tras él, el defensor se limita a esperar a ciegas ese embate que no llega, para acabar recibiendo por la espalda el golpe cruel. Algo parecido le sucede a quien interpone en su defensa a un testaferro bien pagado. Jamás quedará del todo a cubierto, ni de denuncias, que aparecerán cuando opte por eludirle el respaldo, ni del ridículo, que le envolverá cuando lo descubran agazapado tras él. Lo menos que puede decirse es que con ese afán de seguridad aumenta proporcionalmente nuestra ceguera. Nada nuevo, porque de siempre hemos sabido que acarrea riesgos contemplar el mundo tal cual es.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Un goce devorador


Zeus y Semele, Grabado de B. Picart (1673-733)
Imagen tomada de Greek Mythology Link
Si uno se atiene a lo que le ofrecen los medios, parece como si la expresión del amor, además de ser única, fuera inequívocamente la que la música actual ha fijado. En conjunto lo que nos llega son  ecos de amores tardorrománticos, con mucho flechazo y poca historia. La última versión de esa corriente, literariamente ya plana, tiene algo de amor empírico, al llevar a puntual registro los valores paramétricos del goce. Es un lance legítimo, porque el goce siempre ha estado ahí, aunque envuelto en velos que lo distanciaban y lo protegían, evitando su banalización y alejándolo del capricho de los experimentadores. ¿Perdía la ciencia su vocación de progreso creando con el amor esa salvedad? Sería una larga discusión. Con la inclusión de la medición, el goce parece venir dado por el grado de mutua posesión, y consecuentemente su expresión suele acabar en un lamento a cuenta de la imperfección. Si por el contrario, llevamos el amor al dominio de lo prohibido, lo convertiremos en transgresión y el goce pasará a tener una elocuente y liberal expresión.

A medida que retrocedemos de madame Bovary o Anna Karenina a los tiempos del barroco, las heroínas del amor pierden nombre propio. Sólo el Olimpo divino retiene y ofrece ejemplo de amores transgresores. Es el caso de Sémele, raptada por Zeus y acogida en su tálamo, en perjuicio de Hera, que despechada fabula su venganza. Para ello inducirá a la ingenua Sémele a pedir a Zeus señas de autenticidad y poderío, de lo que resultará un encuentro amoroso marcado por el fulgor y el trueno, y concluído con su amante reducida a cenizas. Pocas historias reflejan mejor el estatuto amoroso en el régimen antiguo, donde la aristocracia fulmina sin compasión las incursiones de los amores de ocasión. Si dejamos a un lado toda la moraleja, aún nos queda la expresión barroca de la transgresión, y ésta sí que es realmente deslumbrante.

Escribo un poco al son del aria Endless pleasure, endless love de la ópera/oratorio Semele de Händel. Y no sé si podría darse un ejemplo más vivo de esa eclosión barroca de amor. Para su expresión se busca modular la euforia de todas las formas posibles, una modulación que impone recursos vocales nuevos, con un canto colorido, matizado y sobre todo cálido, próximo en lo esencial al estilo sensual propio de la tradición italiana, si bien el brillo final depende del repertorio del que disponga la soprano. En la cita musical que propongo, es Kathleen Battle la que hace gala de su maestría sublime. Se embarca en la gavota de la mano de la orquesta, a la que va ofreciendo chispeante réplica. El derroche de gracia y soltura es palpable en todas las suertes vocales y sin perder en ningún momento el aire de alegre apoteosis. El acabado temple de su voz acoge con gusto alardes, bien sea sofocados vibratos o hipnóticos melismas, en un diálogo que la sitúa siempre por encima del dominio de los violines. Sólo al final, tras un ejercicio límpido e insuperable allá en las notas más críticas, cede el turno, como quien contagia su infinito gozo al coro entrante.



Semele, G. F. Händel
Endless pleasure, endless love, Kathleen Battle
English Chamber Orchestra, J. Nelson
Deutsche Grammophon, 1993.


jueves, 9 de diciembre de 2010

Rastro oscuro


Al fastidio de la solina se añadía lo que llevaba a rastras. Aquel rumor sordo que implacable le perseguía, le hizo volver finalmente la cabeza, aunque nada vio de provecho. Con semblante cariacontecido retomó la marcha. Un leve suspiro vino a aliviarle mientras sentenciaba: «Desde luego, he conocido sombras mejores, y menos cargantes».

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El premiado


Con el premio entre manos se dirigió hacia la tribuna acompañado por el cálido y rendido aplauso del selecto público asistente. Una vez allí permaneció por un instante entretenido en sacar unos folios del bolsillo y en acomodarse las gafas. De repente su gesto se endureció y echó hacia atrás la cabeza con los ojos entrecerrados. Al volver en sí su mirada parecía extraviada en algún oscuro rincón del fondo de la sala, pero pronto la atrajo hacia el atril, donde fue extendiendo con paciencia sus papeles. Agarró con firmeza sus estribos laterales y ensayando un mohín de cortesía hacia autoridades, focos y cámaras comenzó a hablar. Quiso entrar en tema haciendo mención —porque así convenía al asunto, según dijo— a un afamado poeta sueco, cuyo nombre por sobrentendido obvió, el cual en el ocaso de su carrera sintiéndose como escritor en el papel de gran director de asuntos universales, tuvo a bien escribir estos humildes y luminosos versos:
                 «¿Sabes tú aire que yo soy la luz?
                 ¿Sabes tú cielo quién te viste de azul?»
Al oírlo me sentí interpelado como una vulgar mota de polvo cósmico y sometido al imperio de los intérpretes clarividentes. Creí probable incluso que no existiera poeta sueco, que todo formara parte de una soberbia puesta en escena. Los versos parecían alentar la entrada de Dios todopoderoso en el escenario. Más pompa que belleza, demasiada, desmedida para quienes entreven a lo sumo inciertas auroras. Tanto sabía el poeta o el premiado que me sentí ajeno a su mundo, y opté por la retirada de inmediato. Todo hacía suponer que, si ese hombre se había sentido luminaria en medio de esas galas boreales, lo venidero no podía ser mucho mejor.


martes, 7 de diciembre de 2010

El estilista paranoico


—Corro grandes riesgos.
¿Porqué lo dices?
—El otro día, sin ir más lejos, alguien en el Facebook comentó que yo escribía greguerías.
¿Se sabe ya?
—¿El qué?
Pues que escribes tonterías.
—No, no, que escribía gre-gue-rías.
Ahhhh, ya. ¿Y escribes eso?
—Bueno, a veces, igual, así en corto, pero me salen sin querer.
Entonces mejor que dejes la pluma, y sobre todo, cuídate.


lunes, 6 de diciembre de 2010

El bosque mudo


Vaivén de hayas. Bosque de Seanbe (Beruete)

La mañana no era excesivamente fría. Por el camino la nieve se ha ido haciendo poco a poco visible. Primero en las cunetas, luego en los prados cercanos a la ruta, poco después empezamos a hollarla y un rato más tarde nos rodeaba casi por completo. A su lado el bosque parece un testigo mudo contemplando nuestros devaneos. Por el camino nevado lo que impresiona no es tanto la estampa candorosa de los claros, sino el velo brumoso que mantiene visible y distante el arbolado, y sobre todo la gradual entrada en el silencio del bosque. Un silencio apenas distraído por las pisadas de nuestro pausado y rítmico paseo.

No ocultaré que estas entradas en el bosque, ahora en invierno, tienen un efecto algo sobrecogedor. Te sabes en dominios ajenos, las huellas que cruzan tu camino te indican otras rutas, otros usos, seguramente la búsqueda de alimento, huellas del afanoso instinto de supervivencia. En ese marco a lo sumo eres un merodeador malvenido. Tu te impones libremente, al límite de tus posibilidades y ventajas, sobre el territorio. Ahí está tu esfuerzo, dices, por banal y gratuito que sea, sin darte cuenta de que con tu banalidad y su exclusión construyes aquí tus ritos.

El silencio de estos parajes te empuja de manera natural a caminar al ritmo de tu fuelle, aunque un tanto ido y concentrado en tu murmullo interior. La costumbre te ha enseñado que al acompasarlo con el sonido exterior, con el de tus pasos, eludes la ansiedad y el cansancio. En la nieve las pisadas suenan de un modo inconfundible, un poco quedo, como un frotado más o menos profundo, rematado por el chasquido del calzado en la tierra firme. Que nadie busque en estos andares ningún eco musical y menos los aires marciales de un desfile. Aquí el que marcha normalmente mira, tantea, escoge y por encima de todo recoge sensaciones. Cultivadas más tarde, en el recuerdo, aportan algo de templanza, son provechosas.


domingo, 5 de diciembre de 2010

Retrato en blanco y negro


Pamplona, Spain.  Alvaro Barrientos/AP para The Guardian.
Al grito de «salimos en la tele», la tropa entera, ávida de imágenes, acude a contemplarse en el aparato. «Todos nos están viendo, ¡qué fuerte!» se oye, mientras a su ritmo y con su  cuento sigue la secuencia. Al final decepción, no sólo por la brevedad sino por el retrato, ingrato e injusto «cuando además nos podían haber sacado sin ese aire de paletos». Pues a ver, hoy salimos en The Guardian en esa preciosa estampa, de riguroso blanco atrapado entre sólidos muros, qué digo muros, atrapado por nuestras ciclópeas murallas. Como cándidos figurantes paseamos, haciendo compañía al perro, y poniendo la frágil huella en esa historia de claroscuros, al fin y al cabo tan amarga como nuestra.

Mínima 28


Juego de voces impostadas y un espejo: Es el teatro, y basta para componerse una vida.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Jericó y sus astrónomos



Vuelve la montaña al silencio y un ejército de espíritus inunda con el trueno las llanuras. Dice el Señor a Josué: «Si en Jericó nadie escucha tus trompetas, tomarás en mi nombre tu martillo, sin piedad hasta que los sometas». Han llegado corazones intactos batiendo con su locura tambores, arrecia al unísono el aullido de las trompas y tras ellas aún se escucha el paso rastrero de las bestias. Allá arriba gentiles y luminosas les esperan las cabezas, alzadas sobre picas relucientes, con sus ojos vagabundos confundidos por los cielos. Siguen ahí desde el alba, sobre las torres, escrutando el vuelo de los astros, ancianos de escaso pertrecho, sin más ropaje que su tortuosa lógica y sus tablas, sin más arma que el báculo en el que gravitan. Del sidéreo azul su mirada desciende fatigada sobre las tercas montañas y descubre afligida el oscuro creciente en el llano. La sombra es tan sorda y certera como el golpe del martillo divino. Un Josué ensangrentado asienta al espíritu dominante, guardado en el arca hermética, y declara sagrada la plaza. Su Señor cruza sigiloso el crepúsculo, elude aquellas escrutadoras miradas y en la oscuridad profunda se pone a salvo de su asedio.

viernes, 3 de diciembre de 2010

El vuelo clásico


In the Shadow of Saturn (2009)
Cassini Imaging Team, NASA

                Orillas del amor que las frías aguas separaron,
                espejos que se entregaron, con tan ansiado fervor,
                a soñar un día reflejos en aquel tenue verdor.

                Cuanto más profundo el sueño, más oscuro se hizo,
                sin dueño el pálido mundo a lo lejos se desdijo,
                y ya nunca el espacio puro quiso ofrecerle reposo.

                Animado por la corriente, en glorioso vuelo ascendía,
                mas al paso por un cielo silente cautivo aún proseguía
                entre las órbitas tenaces del vértigo más furioso.


jueves, 2 de diciembre de 2010

Cosas que tiene el círculo


Además de mantenernos informados, el tinglado multimedia suele aportar su estrábico punto de vista para generar conocimiento sorpresa. Como medium idoneum para entrar en contacto con el conocimiento hermético destaca entre los demás la hipnótica televisión, que hoy mismo nos ofrecía imágenes de un colosal cilindro de 8 metros de largo, cuya sección circular, de la que se mostraban imágenes evidentes, tenía 6 metros de alto y también 6 de ancho. La vidente de turno, dando cuenta a pie de cilindro, no salía de su asombro y nosotros tampoco. Pero aquí debajo se disipa la confusión.
Teorema circular:  ancho = alto

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Estuve perdido


El fantasma de la transparencia recorre las cancillerías del mundo y una ola de desconfianza se abalanza sobre sus tribunas. La vieja jerga del amago y la amenaza, aquel tupido juego de embustes y empellones, y el nuevo lenguaje académico del chantaje y el acoso, todo lo que ya suponíamos salta ahora a la vista. Esta cruda e higiénica visión me trae a la memoria al venerado Cínico del Gran Poder cuando instruía a la parroquia regalando sus bífidas palabras. «No puede haber confianza entre nosotros» decía el prohombre, «si previamente no hay de tu parte franqueza». Perdido entre el «nosotros», allí estaba yo. Gracias a su desconfianza hoy he recuperado la confianza, porque empiezo a saber lo que él no sabe.

martes, 30 de noviembre de 2010

La torre Einstein


Me dicen poco las etiquetas, particularmente cuando se endosan con ligereza y sin demasiado tiento, por ejemplo acudiendo a la extracción social del autor o al talante artístico de su generación. Bastó que Erich Mendelsohn renunciara al racionalismo implícito en la recta para que se le calificara de expresionista. Sabido es que para la arquitectura clásica todas las curvas cuyo esfuerzo no se traduzca en cúpulas o arcos son consideradas más un motivo que un elemento formal, y en consecuencia una extravagancia estructural que busca sorprender algún orden expresivo que se tiene por natural. Teniendo en cuenta que este edificio lleva ya más de 80 años cumpliendo su función original como observatorio astronómico, uno intenta imaginar en qué medida se dio con su diseño licencia a una expresión formal menos natural o más allá de lo funcional y, si así fue, qué es lo que con él se expresó.

Einsteinturm, E. Mendelsohn (1917-21)
Telegrafenberg, Potsdam, Berlin
Indudablemente al contemplarlo encontramos razones para la sorpresa. Son más los edificios que parecen asentarse, como recién llegados desde el tablero de dibujo, que los que emergen animados por algún impulso subterráneo. La torre pertenece a este segundo y selecto grupo. Entre ellos los hay que brotan reclamando la atención y la comprensión del entorno, y los hay que surgen impetuosos, altivos e indiferentes a todo. Son muchas las torres que entrarían en este segundo apartado, pero no es éste el caso. Para encuadrarla en el primero habría, sin embargo, que entrar en precisiones. La clave puede ser aquí el impulso. Y con él nos dejaremos ir, aunque perdamos definitivamente pie analítico. Viéndolo imagino a la tierra buscando explicación en el universo mientras articula y proyecta su ojo inquisitivo desde ese heliostato encastillado. Si natural debe considerarse esa proyección ocular de la tierra hacia el espacio, no menos natural resultará que el edificio guardián del instrumental mantenga viva la mirada y que con su diseño le dé algún sentido como en las buenas metáforas. El acierto del diseño se suele calibrar multiplicando las vistas. En ninguna de ellas se pierde con la curvatura el equilibrio de las líneas, que componen un decidido gesto entre la protección y la acogida, un gesto muy propio entre los gigantes afables.

Uno de los croquis iniciales de Mendelsohn
Posdata: La torre Einstein es un observatorio diseñado conjuntamente por el arquitecto Erich Mendelsohn, el astrónomo Erwin Finlay Freundlich y el físico Albert Einstein. Su propósito era el estudio de la radiación solar, inicialmente con el fin de ratificar mediante observaciones directas algunas de las previsiones de la teoría de la relatividad. Su construcción se llevó a cabo entre los años 1919 y 1924.
Visión tridimensional del interior: http://www.youtube.com/watch?v=iOpPmZLrSVU


lunes, 29 de noviembre de 2010

Aporía de nosotros los simples


Pantalla de SimCity 3000, Electronic Arts (2010)
Con lo simple ya contamos, es nuestro territorio primero. A partir de ese capital unitario el tiempo tan sólo nos señala dos vías, su multiplicación o su conservación. La primera aviva nuestro sueño de demiurgos, de autores rebosantes de vida en un mundo nuevo. En él surge lo múltiple con la eclosión espontánea de réplicas tan simples como la primera, y en ello pronto vemos signos de crecimiento. Crece innegablemente lo simple, aunque sin claro destino, más allá del crédito que en origen nos deba. Con esa proliferación de lo simple todo anuncia una expansión a escala imprecisa de nuestra propia simpleza. Una posibilidad que pasa inadvertida a aquellos autores que todo lo fían a la existencia de un orden que guíe la aparición y acoplamiento espacial de las nuevas generaciones de simples o a la hipótesis de que su concurrencia genere un crecimiento que de lo posicional vaya a lo funcional y de lo funcional a lo organizado, un crecimiento verdaderamente orgánico. Llegados a este punto no está de más señalar que en el simple, demiurgo o no, la complejidad se convierte necesariamente, mirando al orden o a los órganos, en una ilusión incontrolable.

Los partidarios de la segunda vía, la conservacionista, suelen considerar cualquier posible tránsito de lo simple a lo complejo como aleatorio y metodológicamente inviable. Este escepticismo los mantiene presos de lo simple hasta el punto de promover una auténtica sacralización de la genuina simpleza. En la devaluación de la sencillez primaria, previa a su disolución en lo múltiple, advierten una actitud derivada y artificial que acarrea en el dueño de lo simple una irreversible pérdida. Para evitarla no hay otra defensa que la elevación de esa difusa cualidad de lo simple a categoría sustancial en la unidad numérica, un registro sólido e impenetrable que asegura su pervivencia. A partir de ahí, en el ejercicio de su simpleza, ese uno del simple busca su pareja y dominio en todo lo que por ser también uno y a nuestro alcance le corresponda. Abre entonces su dominio a todos los unos mundanos que quedan de ese modo reunidos como un uno solo. Esto hace que el culto a la unidad empiece a serle rentable, puesto que de existir un mundo, forzosamente debe ser suyo. El mundo no crece aquí movido por la ilusión, es la ilusión que el simple lleva dentro sin saberlo.

Es así como el devenir del simple, en su soberana simpleza, discurre siempre encarrilado entre la ilusión de poseer todo lo posible en el mundo y la de generar todos los mundos posibles.


domingo, 28 de noviembre de 2010

Terapia cosmopolita


Pasillo de la estación Passeig de Gràcia,
tomada del foro Andén 2
Al mirarse desde lejos nadie consigue tomarse en serio. Es lo bueno que tiene salir de viaje, aunque sea a territorio conocido. De verse a sí mismo de cerca, atrapado en un finísimo y delicado encaje de sensaciones y sometido en escena a feroz combate, con riesgo de la propia integridad mental, moral, intelectual, espiritual, formal e incluso material; de verse, digo, como un auténtico defensor de las integridades antedichas y de las libertades subyacentes frente a las amenazas correspondientes, se pasa a irreconocible dato cuando allá en la lejanía nos sabemos entre la estadística población como homúnculos minúsculos, y en el mundo conjunto como partículas ridículas. A los que venimos de más allá del extrarradio nos basta con bajar al metro, dejarnos ir con la marea humana, contemplar a nuestro alrededor el manso gentío y esperar a que nos sacuda el tirón del convoy que arranca para subvertir todo ese sensorio personal recalentado y vomitar con alivio el engrudo íntegro. A veces basta ganar un poco de velocidad, puestos ya en viaje, para llevar hasta el rojo vivo y solidario toda esa deriva púrpura.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Mira tu reloj


Dicen que el futuro nos trae novedades. Atacadas por el horario todas caben en un reloj.

jueves, 25 de noviembre de 2010

En voz baja


En voz baja, mudo el gesto, con palabras apagadas, en secreto, quiere ganar tu confianza confundido entre susurros, con aires de intriga, ecos de compadreo, y hasta amagos de intimidación, todo con tal de poder exhibir como público trofeo tu amistad cómplice y hacer uso de la voluntad recién sometida.

Historia de una travesía


Para que las ciencias formales sigan vivas ha habido que hacer hablar a sus protagonistas y recuperar el tono épico, organizar todos sus conceptos y conferirles un tono doctrinal, reproducir sus posibles aplicaciones y fomentar el tono utilitario. La retórica metodológica y la tecnológica se han ido apoyando en esos tonos épico y utilitario, mientras que en el capítulo central sólo parecía brillar la lógica. Sin embargo, para completar la propuesta histórica convendría reparar en un elemento estrictamente literario, que tiene su propia retórica y que suele pasar desapercibido. Nos referimos al problema y su enunciado, cuyo seguimiento histórico queda traspuesto ante el de las soluciones.

Pondré un ejemplo. Alcuino de York, consejero de Carlomagno y promotor en el siglo VIII de un ambicioso plan escolar, introduce en sus Propositiones ad acuendos juvenes los clásicos problemas sobre travesía de ríos. El XVII va con el epígrafe De tribus fratibus singulas habentibus sorores. Son tres los hombres que aparecen con su hermana frente al río y sólo se dispone de una barca para dos. El problema real —no el derivado matemático— es preservar la virtud de las doncellas, porque, como Alcuino nos recuerda, en cada individuo hay concupiscencia de sobra hacia las hermanas del prójimo. Imaginamos entonces como restricción obligada que ninguna quede en una orilla ante otro hombre sin la presencia de su hermano. El caso —a Dios gracias, habría que decir— tiene solución y Alcuino la señala en 11 pasos.

El problema, entre la utilidad y la moraleja, circula ampliamente hasta que unos siglos más tarde reaparece en las colecciones impresas como el caso de los maridos celosos. El asunto es el mismo, pero lo que en el XIII y XIV era un trasunto de galanes y doncellas es ahora asunto de matrimonios viajeros. El problema, esa amenaza de mancillamiento, no varía, aunque pasa a cernirse sobre las esposas. En estos temas los clérigos siempre acaban viendo curiosas luces. Fra Luca Pacioli, al entrar en el siglo XVI, sugiere dejar en la orilla una barca más grande. ¿Porqué no?. Lejos de avenirse a remedio tan fácil, Tartaglia replica proponiendo el caso de las cuatro parejas. El asunto parece enredarse hasta que en el XVII  Leurechon da un golpe de timón y lo pone al día. En el mismo escenario fluvial se reúnen ahora amos y criados. El nuevo problema es que los amos no soportan a los criados ajenos y que si un criado se queda a merced de otro amo sin la protección del propio corre riesgo severo de salir malcompuesto. En lo formal, el asunto no ha cambiado. En lo real, se cambia esposa por criado y el aprecio por lo ajeno se invierte, manteniendo la vista  siempre puesta en la autoridad. Las revoluciones y las contrarrevoluciones vividas a lo largo del XIX dejan su huella en la versión aparecida en 1881 en el Cassell’s book of in-door amusements. El problema da ahí un giro inesperado. Los criados se tornan pérfidos, tienen ánimo de robar a sus dueños y lo harían si fueran más en número que ellos. Una perversión, o sea una perfecta inversión, del papel de víctima, pero esto en la matemática no tiene reflejo. 


De la versión de Missionaries and Cannibals,
juego en la red para alumnos de secundaria
 Queda aún la última vuelta de tuerca, que se da con la versión de los tres misioneros y los tres caníbales. El problema es de los misioneros cuando quedan en una orilla en inferioridad numérica, nunca moral, frente a los caníbales. El episodio mira ya al drama, al sustituir a los tullidos por los muertos y atentar contra la autoridad moral. Los autores, muy de su tiempo, se deslizan con naturalidad  del clasismo al racismo dejando un tufo a falsa filantropía. Otros intentos muestran exploradores y nativos con idéntica moraleja. La llegada del siglo XX despoja al problema de estos folletines para abordarlo de forma estrictamente formal y en situaciones más complejas.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Bonito problema


Gordian knot (2006), Aexion,
Fractal Art en www.rfractals.net
A veces pienso que hay cantos, o cantes a saber, para los que me falta ya voz. Cada día nos vemos obligados a afrontar nuevas situaciones de las que pedimos, o nos piden, explicación. Y para ello es necesario saber, e ir aprendiendo constante e incansablemente. Es lo que llevamos haciendo toda la vida, cuando nos entretenemos en separar las cosas con el puntero, en hacer montones con ellas, en distribuirlos frente a nosotros y en contemplar de lejos el efecto. Así como cuando merodeamos a su alrededor para conseguir nuevos puntos de vista. Lo veo desde levante, y mira, cunde el optimismo, a poniente, y el pesimismo; vas arriba, y todo es diminuto, abajo, y excesivo. Bueno sería si lográramos resumir todo ese juego de vistas dispersas en un efecto único, y si evitáramos de ese modo que el problema nos absorba y nos confunda.

En esa amenaza de perplejidad vivimos, sin reparar que nuestras maniobras atraen a gente que lleva un tiempo contemplándonos desde la segunda fila. El más audaz se acerca con decisión, señala el tenderete, con todos sus elementos dispuestos y ordenados, y me apunta que si quiero ver todo de golpe tengo que reorganizar por completo su arquitectura. Me encojo de hombros, no entiendo esa literatura. Él mientras, junto con otros espontáneos, procede. El entusiasta equipo de proyectistas desarrolla ante mí una de esas nuevas, celebradas y publicitadas actuaciones innovadoras, una auténtica performance científica. Cierto, ahora el problema es otra cosa, es imponente, de una belleza magnética, de una profundidad insondable. Tiene algo de monumental, y de armonioso también, como si estuviéramos ante un nudo bien atado y prieto, ciertamente brillante. Ya digo, el problema es agradecido de ver, pero el enfoque no es muy penetrante. Creo que tardaremos en conocer la respuesta precisa.


martes, 23 de noviembre de 2010

Atizando las brasas




Los que viven de ello dicen que en economía se alcanzan las más altas cotas de complejidad problemática, así que tras proponerse como paladines frente al dragón, le han puesto a sus pesquisas un nombre sugerente: análisis multifactorial. Muy creativo como rótulo, pero de resultados, según vamos viendo, escasamente alentadores. Y es que son muchos últimamente los temas que se nos van quedando sobre la mesa sin la adecuada «factorización». Entre otras razones, porque habría que proseguir el «pelado» del problema y la descomposición en factores, atendiendo a la psicología humana, tema este que les queda fuera de cuadro.

A ver, listos, y digo listos más que preparados, ¿de qué va la especulación? Respuesta: Es un fruto más en el ejercicio de la libertad, sin él no hay empresa, peor no hay mercado, o sea las cavernas. Pero la cosa es si ese fruto es benigno o maligno, y no ese «incuestionable» valor contante y sonante de lo que se supone que acarrea. A ver, no es más cierto que se trata de un juego de dominación poco diáfano y ventajista, en que el tahúr deja desplumado al codicioso membrillo. Lo que queda mal a deshoras, sobre el tapete verde y oculto en una nube de humo, tiene fuerza de ley a plena luz y en el parqué: tu compras, yo gano; tu vendes, yo gano. «No, qué va, no gano siempre» me dice el del lápiz tras la oreja. «Al final es la suerte, la intuición y el conocimiento del medio» insiste, «es la selva, la supervivencia, una versión de la vida misma». Humano, pues, concluyo.

Pues bien, desde lo humano, a donde habíamos llegado, creíamos haber puesto solidariamente a cubierto de esta tropa silvestre a todos los que están fuera de juego, gentes cuya capacidad productiva, y en definitiva cuyo valor de cambio, queda por debajo de lo que consideran tolerable, vamos, que no valen nada. Ahora frente a los Estados el lema con el que la jauría arremete parece ser «no debe haber dinero inútil», que es tanto como decir «ningún dinero para los inútiles». Hay paradojas de verdad crueles. Parte del dinero con el que se empuja, o se puja, en ese juego de ruleta y poder tiene a pensionistas como titulares. Buscando seguridad en su declive o en su zozobra personal, imponen su capital más o menos modesto, pero útil, tras pantallas opacas, y a continuación se refugian en la inocencia del ciego. Temprano o tarde dejarán de contar monedas alelados por la brisa marina, porque alguien pasará a cobrarles. El miedo parece libre, pero analizando a fondo ese «factor humano» pronto se adivina inducido. En la hora de la crisis, el oportunista sigue a sus oportunidades, los demás no saldremos adelante sin conservar y poner a prueba nuestra capacidad para repensarla, nuestra capacidad crítica.


lunes, 22 de noviembre de 2010

Mínima 27


Cuando van pasando los meses al arrullo de su eco y se hace patente el silencio, comienzas a temer que finalmente te espante su voz.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Al pie de un nogal



Es ya leyenda entre las gentes de la mecánica el artilugio con el que Medardo Fetucci se exhibía ante los asombrados campesinos en tierras de la Umbria. Queda constancia de la máquina atendida por el propio Medardo y servida como fondo rústico en un óleo  que, por encargo de los duques de Urbino, pintara frente a su castillo hacia 1570 el inimitable Tolentino. Para su época resultaba avanzado que el fuelle de madera, gobernado a dos manos desde el suelo con un ingenioso sistema de pinza y doble resorte, alcanzara cómodamente la más delicada y deliciosa fruta del árbol, la que madura en las alturas y que hasta entonces sólo era accesible a gigantes. Cuentan que el invento fue la atracción de todas las ferias. El éxito fue tal que Medardo nunca pudo dedicar un tiempo a conseguir el mejor gobierno del complejo aparato, que en ocasiones reaccionaba de forma errática.

La visita a los dominios del duque de Urbino, por su importancia y urgencia, volvió a alterar los planes de adiestramiento pendientes. Aún así, nada más llegar a la finca solicitó permiso para plantar la máquina bajo un frondoso nogal. Cuando al día siguiente, en presencia de numeroso público, se aprestaba tembloroso y jadeante a situar la caprichosa pinza frente a una de las nueces, siempre bajo el control de sus manos sudorosas, tuvo el duque la amable ocurrencia de dar esparcimiento bajo el árbol a su pequeño mono. Como si la pértiga de Medardo no tuviera otro fin que ir señalándole piezas, no hubo nuez que aquella bestia famélica no se comiera. Descargado el nogal de este modo de todo su fruto, aún hubo Medardo de desmontar pacientemente su portentoso dispositivo. En estas estaba cuando el duque se acercó a ver lo que había conseguido recoger, pero Medardo no pudo sino mostrarle un cesto vacío. Divertido por el desenlace del desafío, se inclinó el duque para recuperar de manos del mono la última nuez. Mostrándosela le dijo entonces: «Maese Medardo, si de dos manos se recibe lo que no logran dar tres, o bien os sobra una o bien os sobran las tres».


Facetas


Cordillera Himalaya. Imagen del satélite ASTER (17/2/2002)
USGS National Center for EROS and NASA
La realidad no pasa de ser un punto de vista. Cambias de punto y la realidad es otra. Cuando las realidades discrepan cuesta imaginar que detrás haya algo común. Hay gente con viva fe en la omniscencia convencida de que lo común se replica simplemente a través de facetas. Nos animan a abarcarlas, como si de ese modo pudiéramos copar la realidad y desentrañarla. Pero cada faceta conversa con nosotros creando un juego de sensaciones propio, crea por así decir su propio mundo. Y la tarea más urgente quizá no sea desentrañar esa realidad profunda, sino hacer más compatibles todos esos mundos.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Ciudades y costumbres


Probablemente a finales del siglo XVI en el reino de Castilla ya no se ejecutaba la pena de vergüenza pública con el rigor que Las partidas de Alfonso el Sabio dictaban para el adulterio, fuera éste sobrevenido o consentido. En este delito quedaban señalados con similar castigo, además de la adúltera (porque sólo éste era al parecer el caso delictivo), el cornudo paciente y la alcahueta pública, esta última por ejercer el arte de la tercería. En definitiva, un triángulo amoroso en el que clama la ausencia del burlador, del adúltero. El jurista Antonio de la Peña, en su Tratado muy provechoso, útil y necessario de los juezes y orden de los juicios y penas criminales de 1570, describía la ejecución de la sentencia del siguiente modo: «Lo que hoy en nuestro reino se practica es que sacan al marido y a la mujer caballeros en sendos asnos, él desnudo delante y ella vestida detrás con una ristra de ajos en la mano, y cuando dice el verdugo: 'quien tal hace que tal pague', ella le da con la ristra».


En el atlas de ciudades Urbium Praecipuarum totius Mundi, editado en Colonia por Georg Braun con grabados de Franz Hogenberg entre 1572 y 1617, se recoge con cierto detalle esta humillante práctica. La lámina corresponde a la ciudad de Sevilla. En ella vemos en cabeza de la comitiva a la alcahueta subida en su jumento y envuelta en una nube de moscas. Le sigue el marido con tremenda y florida cornamenta, bien repleta de banderitas y hasta con su campanilla. Detrás va la mujer que se cubre la cara con barbas y arrea con una rama al compungido marido. El de los ajos es aquí el alguacil, que también gasta corneta para anunciar el paso. Cierra el desfile la autoridad armada y bien cabalgada, que seguramente vela para que los curiosos no se desmanden con sus mofas.


El apunte documental y el talento artístico los puso aquí el flamenco Hogenberg, cuyas costumbres y usos, por rígidos y severos que fueran, mucho debían de distar de los sevillanos. En realidad le extrañaron lo bastante como para estampar este cruel paseo bajo la imagen de la ciudad, como su santo y seña. Aunque tuvo la delicadeza de vestir al cornudo, no le ahorró escarnio. Ni a él ni a las dos descarriadas, a las que contrapuso dos solemnes esfinges cubiertas de respeto, de pies a cabeza. El jolgorio con el que los mirones reciben a los afligidos paseantes no parece haber cambiado sustancialmente.


viernes, 19 de noviembre de 2010

A escena



En la escena política con la llegada de los asesores de imagen la comedia está asegurada. Todo empieza con esa elección de disfraces, que suele conceder prosapia y oropeles a quien con su sencillez mejoraba. Y si el traje en el candidato no encaja, por ir de genuino o por contrahecho, pasan a desbastarle asperezas y a podarlo por los extremos para ponerlo en circulación como ejemplar homologado y neutro. Cuando todo el elenco de la obra luce en la orla bajito, pero a la misma altura, los asesores creen haberle ahorrado al sensible elector, que los conocía de sobra como gigantes o cabezudos, algún temible y devastador efecto. Tanta delicadeza apenas se ve recompensada, porque es muy cierto que todo lo que se disimula en ropaje nos lo devuelve el mal actor en crudo, en cuanto atosigado por el público comienza a fruncir el ceño. En realidad no hay modo de velarle la cara, de salvar ese último espejo. Hay quien opta por sacarlos en tropel, haciendo bulto, para que no resulten tan manifiestos, pero al final es de ley que hablen, que trasladen a la ciudadanía algún mensaje fácil y a poder ser escueto. Se afloja entonces el resorte para que el candidato vaya lenguaraz y suelto, aun a riesgo de que el discurso no cuadre, pero con la precaución de repartirlo en folleto. Para la despedida himnos, clamores y luces, globos para los niños y al protocolo fieles en todo momento: en camisa ante los jóvenes y de corbata con los viejos, a las mujeres beso ligero y a los adversarios buen palmeo, al reportero evasivas y al fotógrafo un gesto adusto, orgulloso, fiero.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Ni más ni menos


Hojas e insectos, tinta coloreada
sobre papel, Qi Baishi
Frente a ciertas obras se corre el riesgo casi irremediable de parlotear, seguramente porque hablar carece de fundamento. Dejarse caer con sonoros epítetos o tachar a su autor de clásico, de maestro o, peor aún, de artista de culto es algo peregrino cuando de lo que se trata es de ver, de mirar y de contemplar, sobre todo de contemplar. Y si hay algo que decir, mejor que sea conciso, decantándose por el pronto personal, por el detalle que en uno cobra sentido.

No sé si Qi Baishi quiso resumirnos su concepción del oficio cuando declaró, ya en su madurez hacia 1930, que la pintura oscilaba entre la similaridad y la disimilaridad, entre la vulgaridad de quien ofrece lo idéntico y el engaño de quien frente al original opta por lo distinto. Desde luego en esa balanza fue, como sus obras demuestran, un diestro equilibrista. Y sin embargo, no parece que esa equidistancia condicionara su estilo, para nada complicado o recompuesto sino elemental, un estilo que atiende por encima de todo a la vivacidad de lo natural, el de un paciente cazador de instantes. Continuador de su tradición, en su concisión no se adivina intención de aligerar el trazo para ganar abstracción, ni tampoco de forzar en las formas la expresión. Quizá por eso sus figuras acaban destacando tras ese halo de naturalidad.

No sé decir si el dibujo a tinta arriba mostrado es o no característico en una obra tan extensa como poco conocida en Occidente. Sólo lamento que la reproducción no logre dar calidad a los detalles. Aún así me gustó, y quizá con eso baste. Es curioso, en una primera impresión hasta la caligrafía parece enredarse entre el ramaje. Los insectos encuentran papel al intentar seguir ahí vivos, pero en las hojas nada está tan claro, son colores que languidecen sostenidos por un delicado acabado de sus nervaduras y bordes. El conjunto pende como un motivo circunstancial, casi esquemático, con una trama sencilla que ha logrado atraer a los insectos, y que lo intenta también con las miradas inquisitivas.


miércoles, 17 de noviembre de 2010

Cuento oriental


Ilustración de una Maqama de al-Hariri
Cuando Abu Ramsafel llegó a Bagdad para ser investido gran visir por el califa Mamun al-Bushid, muchos se preguntaron si el asunto de las caravanas que con tanto celo había perseguido y que le había hecho ganar la estima del califa sería realmente cierto. Que las caravanas de Oriente, particularmente las procedentes de Ispahan, Samarcanda y Bukhara, traían género exótico se sabía de tiempo atrás y hasta el propio califa se complacía con ello. Pero de ahí a pretender que con ellas se estaba gestando una extraña secta, prácticamente un ejército como aquel de los assassins, que desde la clandestinidad amenazaba al califato, había un largo trecho. Aquello sonaba como uno más entre los cuentos de las Mil y una noches. De hecho las estrictas medidas de vigilancia ordenadas por Ramsafel nunca revelaron nada anómalo, ni en el comercio ni en las mercancías. Eso no logró evitar que con Ramsafel surgiera un auténtico estado de sospecha, estado que quedó declarado cuando impotente y ofuscado anunció a los cuatro vientos, a cuenta de las caravanas, que «la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia». Amparado en este arbitrario principio policial fueron muchos los mercaderes, sirvientes y camelleros que repentinamente desaparecieron en la sombra. Poco se supo de ellos durante algún tiempo. Los que venían de los puertos del Golfo aseguraban que había importante movimiento de gentes en las áridas y desérticas tierras del Sur. El rumor, cada vez más insistente, hablaba de las tierras de Ramsafel, donde un fantasmal ejército de esclavos trabajaba de sol a sol en sus olivares. El escaso interés del califa hizo que las quejas fueran desviadas al consejo de sabios en la montaña, el cual pronto tomó el tema en seria consideración. El testimonio de algunos fugitivos y de influyentes mercaderes convenció al consejo de que en los espesos olivares algo se mantenía oculto. Una delegación visitó al califa para darle a entender que una muchedumbre de indigentes se refugiaba en los olivares del Sur y que se corría riesgo cierto de que Bagdad perdiera para el año próximo su abastecimiento de aceite. El suponía que para tal caso contaría al menos con los dominios olivareros de Ramsafel, hasta que se le comentó que éste prefería negociar su beneficio con caravanas que transportaban aceite desde Ispahan y de más allá de las montañas. El día de la investidura, poco antes de la ceremonia, el califa llamó a Ramsafel, que acudió presuroso y radiante, revestido de pies a cabeza con las galas de gran visir. No conseguía salir de su estupor cuando al-Bushid lo enfrentó a aquellas graves acusaciones. Apremiado a dar respuesta, tuvo la insolente idea de solicitar al califa alguna prueba de su delito. Con gesto displicente, pero visiblemente airado, éste le contestó: «Es el califa quien pregunta. Tu petición traiciona la confianza que había puesto en ti. Convendría, además, que recordaras para siempre las palabras de aquel sabio que un día dijo «la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia». Ramsafel cayó en desgracia. Para asegurar el abastecimiento de aceite sus tierras fueron confiscadas. Los supuestos indigentes abandonaron los olivares de muy buen grado y se dirigieron a Bagdad donde les esperaban ansiosos sus familiares. Unos días más tarde se incorporaban a sus caravanas.

martes, 16 de noviembre de 2010

Medida y precio


Lo llamábamos emoción porque no se podía medir, pero parece comprobado que en cuanto sale de nosotros encuentra precio. La gente se pregunta: ¿debo compartir gratis lo que se compra y se vende, o debo de enterrarlo en mí como un precioso valor y ver cómo se convierte en tormento?

lunes, 15 de noviembre de 2010

Nunca sueñes con el paraíso



Para quienes hacen de la serenidad una variante de la ilusión el principal argumento es esa entrada en reposo y ese despegue que nos hace flotar mientras dejamos la tierra tras nosotros. A veces la música parece seguir ese guión y transportarnos muy lejos. Un ejemplo lo tenemos en la ordenada instrumentación inicial de este trío de Brahms, con el piano, el violoncello y el violín ofreciendo su peculiar recitado del tema. Una vez reunidos la primera sensación es de balsámico efecto, de mágica concordia y avenimiento. Pero el que pretenda convertir la música en una variante de ese reposo ciego, ya sea terrenal o beatífico, se equivoca. Tomado por terrenal, pronto se convierte en un sentir aterrado, en el temor del que reconoce la naturaleza frente a sí. Poco a poco el sonido va dejando en sus oídos oleaje menudo, mientras su mente genera mar de fondo. Al que lo toma por beatífico le espera la caída al volver en sí y verse sorprendido por el vaivén del viaje. Al que sigue al trío en su desarrollo no le extraña esa pugna natural, reforzada con brío. La música no conduce a la ilusión, la música devuelve a la naturaleza su severo compás y con él trastoca todos los sueños que celosamente guardamos dentro. Cuando emprendemos un viaje musical nos aventuramos a recorrer horizontes atormentados, en el borde de nuestro tenebroso océano y a riesgo de vernos arrastrados mar adentro.


Piano Trio nº 1 en si mayor, Op. 8, Johannes Brahms
Inicio primer movimiento Allegro con brio
Julius Katchen (piano), Josef Suk (violín), Janos Starker (cello)
Decca, London, 1969