martes, 2 de febrero de 2010

Newton en su envés


Keynes no pudo asistir al homenaje a Isaac Newton organizado en 1946 por la Royal Society of London con motivo del tricentenario de su nacimiento. Murió unos meses antes. Su alocución, Newton, el hombre, hubiera causado sensación en una academia que veneraba a Newton como al gran maestro. En ese escrito Keynes rechazaba de plano esa romántica imagen tan extendida de héroe de la revolución científica. Lo hizo a partir de unos manuscritos, guardados desde 1696 en una caja y hasta 1936 desconocidos, que él mismo adquirió ese año en pública subasta en Shoteby. Con ellos como prueba, Keynes desvelaba la indiscutible importancia que en la obra filosófica de Newton tuvo su condición de teósofo hermético y decidido alquimista, y lo hacía en los siguientes términos:

«Newton no fue el primero de la era de la razón. Fue el último de los magos, el último de los babilonios y sumerios, la última gran mente que contempló el mundo visible e intelectual con los mismos ojos que los que empezaron a construir nuestra herencia cultural hace algo menos de 10.000 años».

Son palabras firmes y rotundas, que no buscaban desautorizar al autor de las leyes del movimiento. Más bien querían devolverlo a su ámbito intelectual natural, restituir por completo su legado y sacarlo de la hagiografía científica. Para los lectores y devotos del nuevo Homero de la filosofía parecía un agravio que su homenaje sirviera para cuestionar de forma tan drástica su figura. Aún resonaba en los oídos de todos el solemne epitafio de Pope: «Dios dijo: '¡Que sea Newton!' y todo fue luz».


Catálogo de la subasta en Shoteby
Su biografía, sin embargo, no concuerda con la idea persistentemente mantenida de una dedicación restringida a la filosofía natural, al modo en que hoy se curten los especialistas científicos. Hacia los 24 años Newton ya había cerrado un ciclo de grandes descubrimientos (cálculo de fluxiones, ley de gravitación universal, teoría de colores y de la luz). Cuando más tarde publicó sus Principia Mathematica apenas tuvo reparo en afirmar que la idea de gravitación era de cuño pitagórico y en su Optica veía la descomposición de la luz blanca en su espectro como una empresa propia de la alquimia. Ver a este riguroso puritano y sorprendente hereje despojado de cualquier connivencia religiosa o hermética es un fraude demasiado burdo como para poder ser aceptado. Deducir que sus hallazgos matemáticos deben ser contemplados a la luz de su posterior reconstrucción del Templo de Salomón —o de su afinidad arriana o masónica— sólo tiene algún sentido cronológico. Con mayor acierto Keynes en su fallida alocución caracterizó su compleja personalidad como albergando a «Copérnico y Fausto en uno».

Posdata: http://www-history.mcs.st-and.ac.uk/Extras/Keynes_Newton.html

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