martes, 22 de junio de 2010

Claro en el bosque


Bosque de Urbaran (Valle de Arakil)

Encerrado por el prolongado borde rocoso que cierra la sierra a un lado y más abajo en paralelo por una encrespada línea de estratos verticales, el bosque ha permanecido aislado durante siglos entre estas dos murallas, enlazadas en sus extremos por dos collados a modo de pasarelas. Del lado de la sierra manan fuentes cuyas aguas claras se abren paso en la ladera por múltiples y tortuosos cauces. Todas ellas confluyen en un riachuelo que sale a los llanos del valle por un estrecho paso abierto entre esos paredones de erizadas crestas. De collado a collado un largo sendero cruza toda la cuenca como si de su nervadura se tratara, dejando al descubierto a un lado y a otro muestras y ejemplares de la variada vegetación que cubre el área encerrada. Alcanzan porte descomunal, por ejemplo, algunos castaños solitarios, aunque en la parte de la hondonada abundan sobre todo robles y arces, y a medida que se gana altura predominan las hayas. El repertorio de arbustos y hierbas da también para extenso catálogo, sobre todo en las riberas de las regatas, que parecen discurrir perdidas entre tanta espesura.

El bosque acoge al caminante a la altura del primer collado, dejándole que se adentre por la ancha franja y manteniéndole a la vista las dos crestas protectoras. Poco a poco lo irá viendo descender y cruzar entre umbrías y manantíos hasta el fondo de las regatas. Una de ellas le señalará la salida a un soleado claro, donde se mostrarán sin pudor y con alboroto pinzones y lavanderas, picos y mirlos en el corazón de su acogedora república. Las huellas le harán ver que entre todas éstas es ave de paso y que debe seguir su propia ruta. Encarará entonces lentamente la vaguada estrecha y empinada, y continuará adelante, aunque todo a su alrededor se vaya haciendo más oscuro y severo. Pese a ese ambiente riguroso, pronto se dejará prender por las luces que se entrevén en lo alto de los árboles más lejanos. Y fijando la mirada le irá guiando en su áspera ascensión la creciente claridad que se adivina suspendida al fondo. Llegará el momento en que la pendiente ceda definitivamente y el bosque se abra a un último y recoleto claro. Aunque ahí el sol le asistirá generoso, viendo el aspecto silencioso y olvidado del paraje, debería imaginar que el sueño perseguirá a su reposo, que sobre su lecho se cernirán vigías y que quizá despierte atrapado en plena noche, a solas, como un fortuito cautivo frente al bosque y sus amenazas.


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