domingo, 5 de septiembre de 2010

Emanación mental


Entre las agudezas y sarcasmos contenidos en The Devil’s Dictionnary, publicado por Ambrose Bierce en 1911, se cuenta la siguiente definición para la voz mente:

mente, s. Misterioso tipo de materia segregada por el cerebro. Su actividad principal consiste en intentar determinar su propia naturaleza, una tentativa cuya futilidad se debe al hecho de que no cuenta con nada más que consigo misma para conocerse.

El escalpelo irónico acaba dando aquí más luz a la hora de abordar el espinoso compromiso de la definición que la mayoría de las soluciones publicadas de oficio con membretes institucionales. La salida más común para casos críticos como este es el enfoque funcional con el que se lleva la definición hasta los límites fijados por el último análisis científico. Al menos de ese modo se evita una definición doctrinal como la del DRAE, que abre fuego con «\textbf{mente}. 1. f. Potencia intelectual del alma.», dejando en tercera opción, y bajo la etiqueta de \textit{Psicología}, un ensayo funcional que gira en torno a un brumoso «proceso psíquico de carácter cognitivo».

En lugar de estos tonos graves, Bierce se limita a afincar directamente la residencia mental en el cerebro y a sugerir la mente como una emanación material, con la cautela de quien se adentra en un misterio. Detrás de esa cortina de humo, pocas dudas quedan de su intención de desmarcar la mente de las socorridas corrientes animistas. Cuando aborda después el meollo, tampoco se dedica a revisar funciones como los diccionarios actuales, sino que lo hace con un argumento teleológico, que deja la finalidad de la mente en el vértice de su definición, desde donde puede reconocerse con mayor claridad su paradójica impotencia. La broma tiene al final un aire de pirueta, que subraya la limitación de la mente para desentrañar su papel con un estilo similar al del famoso teorema de Gödel: por sí sola la mente sería incapaz de ofrecer una explicación de sí misma.

Lo que la definición viene por tanto a anunciar es que si con la mente pretendemos determinar el fin de esa misma mente, completaremos un círculo referencial improductivo, una declaración de imposibilidad que representa un alivio para las mentes obtusas y que confirma una evidencia para las escépticas.


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