viernes, 8 de octubre de 2010

Sombra sumisa


Arbol de Guacarí, Sucre (Colombia)

Los más ingenuos sienten la compañía de su sombra como la de un fiel siervo, mientras que los más afligidos ven en ella una amenaza inmediata. Habrá quien juzgue estas sensaciones como extremas y desnortadas, o incluso como una prueba fehaciente de que no es ingenuo ni afligido. Otros también inquietos por este asunto, pero sin más Norte que el propio cielo, afirman que a falta del poder de arrojar luz nos ha sido dado el de arrojar sombras. Una facultad preocupante que proyecta sobre nuestro saber un riesgo de oscuridad cierto. Frente a estas angustias, que llevan camino de dejarnos sin luz, no queda otra que construir sosiegos. Si podemos espaciar nuestra sombra sobre cualquier terreno, por áspero y accidentado que parezca, entonces podremos acoger y proteger con ella todo un mundo. Y a medida que pase el día, se irá la sombra extendiendo como un delicado y denso manto, arropando a nuestro alrededor animales, sueños y fetiches. La noche no nos despojará de nada, sólo vendrá para darnos generosa protección a todos.

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