viernes, 31 de diciembre de 2010

Valga un último desliz


A la salida del recto el destino de toda ventosidad es siempre confuso e incierto: lo que aflore atrapado quedará por la rosa de los vientos y presto siempre a volar llevado por las corrientes como un aéreo juguete invisible, tornadizo y fétido.

Con plomada


A la estupidez hay que aplicarle la teoría del tentetieso cuyos éxitos dependen del aplomo que lo mantiene erguido y de su facilidad para regresar tras la deriva.

Mínima 30


A Silvestre de madrugada se le empieza a aflojar la risa y le asoman los colmillos. Da que pensar y poco tiempo para huir.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Conjunción feliz


La ciencia tiene aspectos sugerentes que no siempre quedan suficientemente realzados. A veces se da una feliz conjunción entre los conceptos y su expresión. Sucedió en el siglo XVII cuando se empezó a dar expresión gráfica de la relación funcional entre magnitudes mediante curvas. Más recientemente algunos programas de dibujo han permitido ofrecer de manera instantánea la representación gráfica de curvas y superficies basadas en esas relaciones, prácticamente sin restricciones. A las formas resultantes no se les puede negar en muchos casos la condición de artísticas. De hecho algunas han servido de inspiración  a arquitectos y artistas plásticos en sus obras.
Superficie de Riemann
generada con Mathematica 6.0
Formulado de manera más prosaica el problema general no es otro que la visualización de datos y leyes. La adopción de ciertos convenios ha permitido homogeneizar las vistas y reflejar con cierta claridad gráfica las concordancias y discordancias conceptuales. Algo de esto se ha conseguido en las tablas, diagramas e histogramas que traducen y difunden la magnitud y complejidad de los problemas económicos, sociológicos o biométricos. Sin embargo, algunos de los problemas planteados recientemente en la biología, concretamente en la genética, requerían un enfoque visual distinto. No se trataba de expresar relaciones de magnitudes a través de la continuidad lineal, sino de relacionar elementos discretos, englobados en una o varias unidades genéticas. Las soluciones gráficas actuales, inspiradas en las viejas cartas astrales, vienen con su copyright y empaquetadas en programas informáticos, como el denominado CIRCOS.

La gráfica que abajo se muestra tiene un efecto seductor para el lector, incluso para el lego en genética. La elección del círculo permite reunir y concretar la complejidad de las relaciones en un área prefijada, dejando abiertas múltiples claves de variación (colores, curvas, referencias exteriores, etc). El caso presentado es el de la relación entre los genomas de dos especies, el hombre y el perro, abarcando todos los cromosomas humanos y restringiéndonos a uno solo en los caninos. En el semicírculo superior, y rodeado de un arco azul, se reflejan con distintos colores y tamaños, los 23 pares de cromosomas humanos. Se muestran ordenados, de forma que el primero es el de más la derecha y el cromosoma X el situado a la izquierda en el extremo contrario. En el semicírculo inferior, rodeado de un arco naranja, se presenta la expresión genómica del segundo cromosoma del perro, ordenada de izquierda a derecha y con una gradación alusiva a sus segmentos impresa. La figura establece la relación de homología entre cada uno de los cromosomas humanos y los distintos segmentos de este cromosoma canino mediante, curvas que parten, cuando tal relación existe, de puntos del semicírculo superior tomando el color del cromosoma de partida para acabar en aquella zona del semicírculo inferior donde se encuentra un segmento homólogo. El resultado presenta este aspecto.
Comparación del genoma humano
y del segundo cromosoma del perro
Para mayor información sobre el software CIRCOS y su aplicación al problema del genoma consultar aquí


miércoles, 29 de diciembre de 2010

Obra menor


J. I. van Ruisdael, Pantano en un bosque al anochecer (1660)
Museo de Bellas Artes, Bilbao.
Los museos al ser normalmente entendidos como un entorno en el que el visitante se expone prolongada y programadamente a algún Arte sublime, suelen resultar aberrantes en su pretensión y obligadamente absurdos en su planificación. El aire de almacén de cacharrería fina que los envuelve arruina casi todas las emociones espontáneas, pero a cambio concierta un Ohhh sinfónico del público en las salas de relumbrón. Cuando las salas son temáticas y vas cambiando de tercio, aún tienes alguna posibilidad de oxigenarte y continuar a ritmo de visita. Pero para ello conviene renunciar a la asistencia de guías y dejarte ir hacia los puntos que te reclaman. A veces serán obras menores, perdidas en el voluminoso catálogo de trabajos expuestos, las que te sorprendan con detalles que sólo tú pareces advertir y que de algún modo te significan.

Cuando las encuentres, no des cuenta de ello ni gastes retórica, porque no tienes que justificar tus emociones; no te recrees como si fueras su maravillado descubridor, porque otros antes que tú también se fueron en el secreto. Tan solo habrás hecho destacar el día entre el gris de la rutina, como aquel en que fuiste a Bilbao a pasearte por el Museo de Bellas Artes. Tampoco sabrías indicar en qué sala se encuentra, porque te salió al paso, un cuadro pequeño, una floresta enmarañada y entreverada con verdes oscuros. Había reflejos en el pantano del fondo, contraluces anaranjados en el cielo y las copas de los tortuosos árboles azotadas por el viento: un ambiente entre agobiante y sombrío, un refugio inhóspito y sospechoso, una noche de sombras mayúsculas con luces sembradas de desasosiego.


martes, 28 de diciembre de 2010

Aquellas palabras vibrantes


La domesticación de ciertas metáforas, que se incorporan desactivadas al uso lingüístico regular, pone de manifiesto la progresiva amortización de su nervio transgresor y cierta devaluación emotiva de la expresión oral. Coincide además con el ascenso y el traslado de ese exigente papel de las metáforas a las imágenes en su expresión visual. Todos los matices de esa pérdida, y también del conflicto entre lo oral y lo visual, parecen quedar reunidos cuando desde un rostro impasible, casi marmóreo, se emite la expresión «ardo en deseos» a modo de latiguillo neutro y convencional. Nadie en su sano juicio esperaría ver surgir llamaradas desde el poste emisor, pero sí quizá cierta complicidad con las palabras e incluso algún gesto de ansiedad o un atisbo de emoción.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Turno de paralíticos


Bosque de Arriaundi (Larumbe)
Llegué a un punto en que la nieve ocultaba todas las salidas y la luz abriéndose paso creaba la vana ilusión de que por el cielo se podía.

En una encrucijada hay veces que no sabes a ciencia cierta cuál será la dirección correcta. Esas veces suelen repetirse y en todas ellas las direcciones parecen siempre demasiadas. Reconforta un poco saber que para ayudarnos a elegir tenemos cinco sentidos, si bien resulta decepcionante carecer de un órgano de decisión infalible para estas urgencias. Al paso nos salen para salvar la situación augures y guías que con su sexto sentido prometen sacarnos airosamente del apuro. De estos también hay demasiados y todos se aplican a apurar en nuestro apuro. Pero apurarse con una decisión de la que nunca sabrás a ciencia cierta si fue correcta, a menos que discurras hacia mundos paralelos, es ceder a una enfermiza especulación sobre futuros. Para eso mejor que te valgas de tu propia intuición y, en vez de trazar tu futuro a tiralíneas, te atrevas a despejar el azar y a afrontar, con aciertos y equivocaciones, la historia que compartes con los demás, y con tus cinco sentidos intentar sentirla como tuya.


domingo, 26 de diciembre de 2010

Renovando maneras


La llegada de estos últimos días del año suele crear, con ayuda de rituales casi siempre parejos, ilusiones de renovación, que en algunos casos se hacen depender de la enmienda de nuestros persistentes defectos. Se trata de errores comunes, bien conocidos y cómodamente asentados, cosas que forman ya parte de nosotros y que aceptamos con indulgencia, pero que los demás malamente toleran, seguramente porque no consiguen verlos a nuestro modo. Ante esta situación sólo cabe pedir al resto del mundo que nos permita continuar siendo insoportables o emprender una intensa campaña pedagógica para convencer, aunque sólo sea a los más allegados, de que compensamos esos fallos con las innumerables virtudes que nos adornan. Si no fuera ese el caso o así no lo vieran, o peor si no hubiera adorno alguno con el que exhibirse, no nos quedará otra que aceptar nuestra tara e intentar corregirla resignadamente. Un proyecto apasionante, un plazo de un año para resucitar buenas maneras y llegar hasta el siguiente, en el mejor de los casos y por estas fechas, con nuevos y más irritantes fallos. Metidos a esta dinámica de permanente reestructuración por esa vía anual de la regeneración ética, uno debe seriamente preguntarse si los demás estarán algún día dispuestos a aceptarnos de otro modo a como somos, si no estaremos incurriendo en el fallo por sus  constantes cambios y  si no nos estarán exigiendo, de por vida y como perfección, la obligada adaptación a su entorno cada vez más exigente y extraño.

sábado, 25 de diciembre de 2010

El último


Olentzero. Dibujo de Montes Iturrioz
Contra lo que algunos foráneos creen, en los pueblos por los que ando el borbor de la marmita atrae con más fuerza que el repique de campanas. Las campanas suelen marcar obligaciones más o menos piadosas, pero la marmita con sus aromas abre un sendero directo hacia la gloria. Este hecho nunca ha sido bien aceptado por el abundante y bien alimentado clero, que frente a sus inefables misterios de fe parecía dar por sentados y triviales los de la cocina. Para quienes rara vez disfrutaban de feliz tropiezo en su olla, hecha mayormente a caldos, esa torpe ecuación se invertía.

Un estruendo de pucheros llega estos días hasta los confines de la montaña y apetitosos efluvios suben y persiguen en su abnegada labor a quien malamente aguanta allí las inclemencias del año, casi tan viejo a estas alturas como él. Trampea por esos parajes, a vueltas con el carbón, tozudo e incansable, Olentzero es además el último en volver. Abajo nadie sabe dónde anda, arriba nadie sube a buscarlo. ¿Campanas? Sí, ya las oye. ¿Cocinas? Tiene contadas dieciseis. Lo que son los curas, el párroco ve a este desarrapado entendimentu gabea (vamos, falto de seso), pero no todos lo creen. 


A medida que el fuego crepita y el humo se escapa, la gente va sentándose a la mesa. Se come, se habla y se va haciendo gana, hasta que llega el cordero. Ahí Olentzero se pone en pie y con un vaso de vino en la mano se dispone a hacerle los honores: «Nada aprovecha mejor que un cordero en su sano gusto. Con él renovamos huesos, carnes y sangre,  con él  acaban las pasadas flaquezas y empezamos a recuperar el ánimo para lo que sea de venir». Cerrada la jaculatoria, algunos responden jaleando Olentzero buruhandia, entendimentuz jantzia. Este rito de revitalización es muy simple de entender, para todos salvo para el párroco. El carbonero es  cabezón, pero no le faltan entendederas…, ni tremendas tragaderas.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Tregua de Navidad


El 5 de enero de 1915 daba cuenta el North Mail de lo sucedido en plena guerra, en territorio francés, en alguna de las trincheras del frente de combate. La carta allí escrita por el recluta Frederick W. Heath ha sido repescada y transcrita recientemente por Marian Robson, que la ha incorporado al sitio christmastruce.co.uk. He intentado aquí la traducción aproximada de uno de sus párrafos más significativos:

«Llegó el amanecer, dibujando el cielo de gris y rosa. Bajo las primeras luces vimos a nuestros enemigos moverse temerariamente por lo alto de sus trincheras. Menudo coraje tenían, no buscaban la seguridad del refugio sino una invitación descarada a que les disparáramos y matáramos con certeza mortal. Pero, ¿disparamos? ¡Pues, no! Nos levantamos y llamamos a los alemanes. Luego vino la invitación a salir de las trincheras y juntarnos a mitad de camino.

Algo cautos nos quedamos atrás. No así los otros. Ellos echaron a correr en pequeños grupos, con las manos levantadas por encima de sus cabezas, pidiéndonos que hiciéramos lo mismo. No pudimos resistirnos a semejante llamada por mucho tiempo – además, ¿no estaba el valor hasta el momento todo en un lado? Saltando sobre el parapeto, algunos de nosotros avanzamos hasta los alemanes que llegaban. Sacamos las manos y las estrechamos en señal de amistad. La Navidad había hecho amigos de los más acerbos enemigos».

La tregua, lejos de ser episódica, tuvo gran extensión entre tropas de diversos países y se dio con características muy similares en diversos lugares de los frentes belga y francés. Más recientemente el tema ha sido tratado con mayor extensión en Silent Night, obra publicada por el historiador militar Stanley Weintraub en el año 2002.

Más información sobre la tregua navideña de 1914

Cuando miras


Lago Dal, Srinagar (Cachemira)
Foto: Mukhtar Khan / AP

          Que la luz se pose dulcemente,
          como si viniera a apagarse y morir en los crudos perfiles,
          haz que evite los espejos y que en su vuelo se aleje del iris,
          que de la imagen retenga sólo su brillo,
          como un asomo fugaz para recordar el camino,
          y haz que te nuble la pupila serena
          cuando alcance la belleza en su agonía.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Paradoja normal


Lo más normal es que la normalidad sea una cualidad tan fingida que resulte difícil reconocer lo que es normal e imposible saber qué es lo más normal.

A verlos venir


Luego diremos que no se les veía venir, que sus atropellos no violaban la constitución, que con sus abusos y corruptelas pretendían el bien común, que en esa buena dirección aprendimos qué era lo que realmente interesaba, que a nada conducía hablar si no era en positivo, que habíamos vivido de vacaciones en una realidad paralela, que nuestras intenciones solidarias eran utópicas y totalitarias, que el respeto sólo puede ser entendido desde la autoridad, que el despliegue policial nos protegía sobre todo de nosotros mismos, que un estado, por vacuas que sean su instituciones y por humillantes que sean sus símbolos, siempre es un bien que está por encima del bienestar de sus ciudadanos.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

La guarida de Escila


Silla de la Reina, Monte Faro, Islas Cies
Foto Destylou (2009)

Cuando Circe, la augusta, trata de señalar las dificultades que aún esperan a Ulises en su retorno a su Itaca natal, pasa a proponerle dos posibles rutas: la que siguió Jasón con sus argonautas y la que atraviesa entre los promontorios de Escila y de Caribdis. De la guarida de esta primera, Homero hace una descripción vívida y pavorosa, empezando por el afilado peñasco que la aloja:

«La cima de uno de ellos se clava en el cielo anchuroso, cubierta de una nube perenne y oscura: jamás, ni en los días de verano u otoño, la baña la luz. Ningún hombre aquel monte pudiera escalar ni asentarse en la cumbre aun teniendo diez pares de pies y diez pares de manos, porque es lisa la escarpa lo mismo que piedra pulida.

Tenebrosa caverna se abre a mitad de su altura orientada a las sombras de ocaso y al Érebo: a ella puesto el caso acostad, noble Ulises, el hueco navío. Ni el más hábil arquero podría desde el fondo del barco con su flecha alcanzar la oquedad de la cueva en que Escila vive haciendo sentir desde allí sus horribles aullidos.»

Luego de describir su naturaleza sanguinaria y monstruosa, viene Ulises a mostrar su pretensión de evitar el segundo risco en que la «divina Caribdis ingiere y vomita aguas oscuras tres veces al día» para enfrentarse a la cruel Escila. Circe entonces  le replica:

«¡Obstinado! Tu siempre pensando en esfuerzos guerreros y proezas. No cedes siquiera ante dioses eternos, que no es ella mortal, antes bien, una plaga sin muerte, un azote tremendo, agobiante, feroz e invencible, y no hay fuerza capaz contra él: lo mejor es la huida».


martes, 21 de diciembre de 2010

Aguas


No hay nada profundo si las aguas son claras.

Lo que importa


Al darle importancia a lo que haces, la obra acabará siendo muy tuya, aunque no necesariamente importante.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Para afrontar la noche


Eclipse lunar, Doug Murray (Octubre 2004)

Como ya anochece, me hago eco de que «Las tinieblas estarán de fiesta durante el 21 de diciembre de 2010, noche de solsticio invernal, ya que un eclipse total de luna gestará la noche más obscura de los últimos 456 años». No deja de ser curioso que pijamasurf.com haya escogido este titular para comunicarnos la efeméride astronómica. Según parece, lo que se anuncia como fiesta de las tinieblas tendrá que ser de entrada una fiesta a oscuras. Así que es mucho suponer que con esas tinieblas llegue la fiesta, salvo por el lado lúbrico. Otros informantes algo más preciosistas, hablan de ese tono rojizo que la luna llena adoptará antes de entrar en la oscuridad, a su paso por la penumbra. Con semejante telón de fondo sólo falta que los más cuentistas hablen de echarse encima la piel de lobo para salir aullando a esperar a Caperucita.

domingo, 19 de diciembre de 2010

En el fondo del valle


Fogón con lumbre viva entre penumbras, a su alrededor todos alargan sus ateridas manos y van arrimando el asiento. El vate permanece en su viejo sillón y la audiencia menuda en una banqueta, en un extremo y esperando al invitado queda una silla vacía. Apenas se mueve el anciano, el calorcillo le ha cerrado los ojos. Hundido en el sopor, mientras el fuego crepita, comienza a susurrar algo. Dijo ayer que hablaría de gente de otros tiempos, de los que vivían allá en el fondo del valle, de los que se fueron... Ya abre los ojos, silencio. Mira fijamente a la bancada, bebe de una tacilla y seguidamente inicia su historia con voz timbrada y profunda:

«A lomos de fuerzas oscuras, sin domeñar del todo siquiera, te verás de ferrón deslumbrado por el ritmo de las llamas; si empuñas sus riendas macabras y atraviesas a creciente galope la temible oscuridad de los bosques, harás carrera sombría, quizá ibas para guerrero y en esta te hagas poeta; pero si vives sometido a la frondosa fuerza, bajo el imperio de héroes siniestros, caminarás siempre temeroso, como todos en esta historia; sólo el mejor de los nuestros, quizás seas tu, el que se revuelve indómito y durante siglos vaga por esa espesura profunda para, llegado el caso, dar rabiosa cornada a esas tinieblas telúricas.».

Desfallecido por la tensión el hombre enmudece. Es entonces cuando el más pequeño de la bancada se levanta y tirándole de la manga le pide: «Abuelo, cuéntanoslo otra vez, que aún no lo entiendo».


sábado, 18 de diciembre de 2010

Arquetipos de cero


Si uno elige el círculo parece asumir simbólicamente el vacío y el horizonte que media entre lo finito y lo infinito. Si uno elige la espiral parece buscar simbólicamente el cambio y el trayecto que media entre el punto original y la plenitud. El círculo tiene algo de estático, hipnótico y absorbente, gira en torno a la propia conciencia y da expresión al ser. La espiral es de curso dinámico, expansivo, modela nuestros ciclos de paso y da expresión al devenir. Para el europeo la alternativa circular, llegada de Oriente, viene a alentar los fantasmas asociados a su ancestral horror vacui, es como la cueva del dragón. Sin embargo, en la alternativa espiral, redescubierta en América, se condena a verse evolucionar sumido en un  retorno perpetuo, es como el pozo de la locura.

Caligrafía de un enso
Más o menos vagamente, algunos de los signos utilizados para el número cero cargan con estas dos simbologías. El cero circular, que sigue hoy en circulación, es para los astrónomos griegos una huella, una señal de la ausencia de cantidad. Sus funciones numéricas le serán otorgadas por indios y árabes. Esa misma idea de carencia, aunque proyectada en nuestro interior, la encontramos en el círculo japonés, en el enso, convertida en caligrafía ritual por los seguidores del zen.

El simbolismo ligado a la espiral aparece de un forma algo más confusa en el signo del cero maya. Los glifos que lo describen tienen forma de concha, de puño cerrado o de flor. En el de la concha, que es quizá el más común, encontramos una imagen de plenitud lograda, cuya ausencia de vida marca el inicio de un nuevo ciclo de crecimiento, pero en un orden superior. En el sistema de numeración este paso a unidades superiores a través del cero resulta crucial. Este hecho podría confirmar además un principio filosófico por el que el ciclo actúa como factor regulador del crecimiento.
Formas del cero en la numeración maya


viernes, 17 de diciembre de 2010

Silencio


Hay tres o cuatro razones para mantener absolutamente todo en silencio. De poco peso serían si ahora voy y te las cuento.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Tigre y cordero


Tiger and lamb (2008), Reiner Ehrt
El toque Disney ha convertido a las fieras en tiernos peluches. Luego el propio Hollywood se ha encargado de dar réplica a sus historietas almibaradas con toda una serie de películas que convierten a los muñecos en despiadadas fieras. Echando mano de animales, muñecos y autómatas el catálogo de personajes y otras utilidades escénicas se ha venido ampliando para el guionista de una forma tremenda. Una vez admitidas las convenciones con las que se incorporan, a nadie extraña ver a un león citando a Séneca o a una Barbie acudiendo a sórdidos callejones para ejercer de Jacqueline la destripadora.

Esa reversibilidad de ternura y violencia, que se acepta como juego entre animales y muñecos, necesita para las fábulas con humanos un recorrido mucho más complejo. Para interpretar el juego supremo de esos y otros instintos básicos surgieron en el XIX revisores del fabulismo ilustrado. El más notorio, el poeta William Blake, remitía ese arte al sumo hacedor, en cuyos designios vitales cabía a un tiempo la ferocidad del tigre y la ternura del cordero. Del título de una de sus obras deducimos que el hombre se quedaría en mero cantor de esos animales, vistos como emblemas de la experiencia o de la inocencia, en calidad de monstruo y desvalido.

La salida a las pantallas infantiles de animales, muñecos y autómatas parlantes, que combinaban inteligencia e instintos, puso a prueba esa oposición entre ferocidad y ternura, y puso en solfa esa desmañada creación de un bestiario dividido por el bien y el mal. Apuntando a toda su carga emblemática, hace tiempo que esa oposición merecía una revisión menos fabulada y más paródica. La viñeta del caricaturista sólo da para un golpe de vista y tiene que ser certera. En la de arriba Reiner Ehrt da un extraño giro al motivo. Destruye la oposición poniendo al cordero en brazos del tigre y le añade un guiño irónico al dar nueva versión del mítico triángulo con manzana. Gracias a él concluimos que un paraíso bien imaginado siempre puede ser otra cosa.


miércoles, 15 de diciembre de 2010

Mínima 29


El que hace saber se obliga a saber, o a saber por lo menos lo que hace.

Lord Gagá



Provoca, claro, hasta adueñarse por un momento de todas las pantallas. A fin de cuentas son estos «picotazos» impenitentes los que las mantienen en activo. Este asunto es tan chirriante a la vista, y su análisis tan necesario, que urge sacar al analista que llevo dentro para preguntarle —desde la distancia y como tronado gagá— acerca de quién está tras Lady Gaga. Por manida esa pregunta —para empezar, un poco ingenua y amateur— viene a anunciar que echarle el foco encima poco o nada nos dirá. Hemos conocido fenómenos similares, anunciando casi siempre profundos cambios en la concepción y venta de ferias y espectáculos. Para mal o para bien ella es mero producto y lo que de veras nos diría algo  más es quién está detrás de esas pantallas. Tampoco eso es difícil. El quién no queda muy lejos del objetivo perseguido por los mercados de inventos y truculencias, y supeditado por completo a él.

Otra cosa serán los que están delante, que también importan y que son los pacientes complacientemente provocados. Algunos asumimos la provocación, así en genérico, como una estimulante terapia de choque, como un modo casi lisérgico de remover neuronas y poner al día nuestra capacidad de adaptación, más que nada por darnos curso evolutivo y no vernos disfuncionales en vida. En los devotos, sin embargo, toda esa ventolera parece absorberse con avidez, como una estimulante ráfaga de aire, aire más bien revenido y espeso que nuevo, en un ambiente tirando a asfixiante. Mirando al público de devotos y no devotos en su conjunto, bien se ve que la ganancia común es el estímulo procurado con la provocación. Y ahí es donde el analista de pago da voces de asombro y, tras hacer su cucú en una revista del ramo, profundamente afligido se escandaliza, porque esos estímulos con su desproporcionada medida están también midiendo un estado colectivo, llámesele social o global, de extendido embotamiento y atonía.


martes, 14 de diciembre de 2010

Todos para uno


Tomado de apuntesgestion.com
El aterrizaje de la jerga económica en eso que llaman desarrollo o crecimiento personal no sólo provoca cierta confusión, sino que conduce a malintencionados equívocos. No dudo de que la jerga tenga su sentido a la hora de «anclar emocionalmente» a gerentes e implicarlos en los planes previstos para la institución que mueven, pero entre la resignada comparsa no creo que mejore el ya de por sí complicado equilibrio personal, y mucho menos las aspiraciones a la felicidad o al sosiego emocional.

Cuando uno analiza los llamamientos con expresiones tales como cumplir programas, colmar expectativas, alcanzar objetivos, afrontar retos o socializar afanes, pronto descubre cómo ese encuadre ejecutivo se desliza invasivamente en la órbita personal, de la que se reclaman acciones, cuyo logro, fijado en techos numéricos, apenas entiende de referencias sociales y cuyas exigencias suponen al individuo así «recrecido» la progresiva pérdida de las personales.

Uno de los argumentos que muestra con más claridad el avance y la intimidación ejercida a través de ese tipo de programas de rendimiento laboral, disfrazados de crecimiento personal, es la facilidad con que sentencias tan malévolas como «nos has decepcionado, esto no es lo que esperábamos de ti» trasladan al ámbito de lo personal los resultados de la empresa. Además del mayestático «nos» que convierte al juez en un actor tan decisivo como inidentificable, se coloca ese extraño «lo que esperábamos de ti» en un lugar lo bastante inaccesible como para resultar culpable y como para que te sientas culpable.


lunes, 13 de diciembre de 2010

Fines y mundos


Tsingy de Bemaraha (Madagascar)
A diario sales de casa, te adentras en el laberinto, decides en cada una de las encrucijadas tu camino y, si la suerte te acompaña sin perder el norte y guía, regresas al punto de partida. Allí, sentado tranquilamente al abrigo, tienes la sensación de haber sorteado peligros invisibles pero ciertos y de que igual el fin del mundo no está allá donde creías, sino a la vuelta de tu propia esquina. Si sigues dándole vueltas, puede que te asalte la sospecha de que quizá no sea el fin del mundo, de que no existe tal mito, sino cosas más sencillas como tu mundo o tu fin. Por muy sabedor que te veas de mundos y de fines, no es ese paseo una experiencia con la que puedas fácilmente concluir nada. Desde ese refugio que alimenta sensaciones de peligro y frontera, parecería que tu mundo se acerca a su fin y, sin embargo, mañana mismo, cuando un nuevo laberinto se abra a tus puertas, comprenderás que tu fin está más cerca de ese mundo, tenga o no tenga fin.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Detrás del escudo


Escudo del emperador Tewodros II (s. XIX)
Tesoro de Maqdala (Etiopía)
Presentan el escudo como la más ajustada y sólida defensa personal, sin reparar en que, apostado tras él, el defensor se limita a esperar a ciegas ese embate que no llega, para acabar recibiendo por la espalda el golpe cruel. Algo parecido le sucede a quien interpone en su defensa a un testaferro bien pagado. Jamás quedará del todo a cubierto, ni de denuncias, que aparecerán cuando opte por eludirle el respaldo, ni del ridículo, que le envolverá cuando lo descubran agazapado tras él. Lo menos que puede decirse es que con ese afán de seguridad aumenta proporcionalmente nuestra ceguera. Nada nuevo, porque de siempre hemos sabido que acarrea riesgos contemplar el mundo tal cual es.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Un goce devorador


Zeus y Semele, Grabado de B. Picart (1673-733)
Imagen tomada de Greek Mythology Link
Si uno se atiene a lo que le ofrecen los medios, parece como si la expresión del amor, además de ser única, fuera inequívocamente la que la música actual ha fijado. En conjunto lo que nos llega son  ecos de amores tardorrománticos, con mucho flechazo y poca historia. La última versión de esa corriente, literariamente ya plana, tiene algo de amor empírico, al llevar a puntual registro los valores paramétricos del goce. Es un lance legítimo, porque el goce siempre ha estado ahí, aunque envuelto en velos que lo distanciaban y lo protegían, evitando su banalización y alejándolo del capricho de los experimentadores. ¿Perdía la ciencia su vocación de progreso creando con el amor esa salvedad? Sería una larga discusión. Con la inclusión de la medición, el goce parece venir dado por el grado de mutua posesión, y consecuentemente su expresión suele acabar en un lamento a cuenta de la imperfección. Si por el contrario, llevamos el amor al dominio de lo prohibido, lo convertiremos en transgresión y el goce pasará a tener una elocuente y liberal expresión.

A medida que retrocedemos de madame Bovary o Anna Karenina a los tiempos del barroco, las heroínas del amor pierden nombre propio. Sólo el Olimpo divino retiene y ofrece ejemplo de amores transgresores. Es el caso de Sémele, raptada por Zeus y acogida en su tálamo, en perjuicio de Hera, que despechada fabula su venganza. Para ello inducirá a la ingenua Sémele a pedir a Zeus señas de autenticidad y poderío, de lo que resultará un encuentro amoroso marcado por el fulgor y el trueno, y concluído con su amante reducida a cenizas. Pocas historias reflejan mejor el estatuto amoroso en el régimen antiguo, donde la aristocracia fulmina sin compasión las incursiones de los amores de ocasión. Si dejamos a un lado toda la moraleja, aún nos queda la expresión barroca de la transgresión, y ésta sí que es realmente deslumbrante.

Escribo un poco al son del aria Endless pleasure, endless love de la ópera/oratorio Semele de Händel. Y no sé si podría darse un ejemplo más vivo de esa eclosión barroca de amor. Para su expresión se busca modular la euforia de todas las formas posibles, una modulación que impone recursos vocales nuevos, con un canto colorido, matizado y sobre todo cálido, próximo en lo esencial al estilo sensual propio de la tradición italiana, si bien el brillo final depende del repertorio del que disponga la soprano. En la cita musical que propongo, es Kathleen Battle la que hace gala de su maestría sublime. Se embarca en la gavota de la mano de la orquesta, a la que va ofreciendo chispeante réplica. El derroche de gracia y soltura es palpable en todas las suertes vocales y sin perder en ningún momento el aire de alegre apoteosis. El acabado temple de su voz acoge con gusto alardes, bien sea sofocados vibratos o hipnóticos melismas, en un diálogo que la sitúa siempre por encima del dominio de los violines. Sólo al final, tras un ejercicio límpido e insuperable allá en las notas más críticas, cede el turno, como quien contagia su infinito gozo al coro entrante.



Semele, G. F. Händel
Endless pleasure, endless love, Kathleen Battle
English Chamber Orchestra, J. Nelson
Deutsche Grammophon, 1993.


jueves, 9 de diciembre de 2010

Rastro oscuro


Al fastidio de la solina se añadía lo que llevaba a rastras. Aquel rumor sordo que implacable le perseguía, le hizo volver finalmente la cabeza, aunque nada vio de provecho. Con semblante cariacontecido retomó la marcha. Un leve suspiro vino a aliviarle mientras sentenciaba: «Desde luego, he conocido sombras mejores, y menos cargantes».

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El premiado


Con el premio entre manos se dirigió hacia la tribuna acompañado por el cálido y rendido aplauso del selecto público asistente. Una vez allí permaneció por un instante entretenido en sacar unos folios del bolsillo y en acomodarse las gafas. De repente su gesto se endureció y echó hacia atrás la cabeza con los ojos entrecerrados. Al volver en sí su mirada parecía extraviada en algún oscuro rincón del fondo de la sala, pero pronto la atrajo hacia el atril, donde fue extendiendo con paciencia sus papeles. Agarró con firmeza sus estribos laterales y ensayando un mohín de cortesía hacia autoridades, focos y cámaras comenzó a hablar. Quiso entrar en tema haciendo mención —porque así convenía al asunto, según dijo— a un afamado poeta sueco, cuyo nombre por sobrentendido obvió, el cual en el ocaso de su carrera sintiéndose como escritor en el papel de gran director de asuntos universales, tuvo a bien escribir estos humildes y luminosos versos:
                 «¿Sabes tú aire que yo soy la luz?
                 ¿Sabes tú cielo quién te viste de azul?»
Al oírlo me sentí interpelado como una vulgar mota de polvo cósmico y sometido al imperio de los intérpretes clarividentes. Creí probable incluso que no existiera poeta sueco, que todo formara parte de una soberbia puesta en escena. Los versos parecían alentar la entrada de Dios todopoderoso en el escenario. Más pompa que belleza, demasiada, desmedida para quienes entreven a lo sumo inciertas auroras. Tanto sabía el poeta o el premiado que me sentí ajeno a su mundo, y opté por la retirada de inmediato. Todo hacía suponer que, si ese hombre se había sentido luminaria en medio de esas galas boreales, lo venidero no podía ser mucho mejor.


martes, 7 de diciembre de 2010

El estilista paranoico


—Corro grandes riesgos.
¿Porqué lo dices?
—El otro día, sin ir más lejos, alguien en el Facebook comentó que yo escribía greguerías.
¿Se sabe ya?
—¿El qué?
Pues que escribes tonterías.
—No, no, que escribía gre-gue-rías.
Ahhhh, ya. ¿Y escribes eso?
—Bueno, a veces, igual, así en corto, pero me salen sin querer.
Entonces mejor que dejes la pluma, y sobre todo, cuídate.


lunes, 6 de diciembre de 2010

El bosque mudo


Vaivén de hayas. Bosque de Seanbe (Beruete)

La mañana no era excesivamente fría. Por el camino la nieve se ha ido haciendo poco a poco visible. Primero en las cunetas, luego en los prados cercanos a la ruta, poco después empezamos a hollarla y un rato más tarde nos rodeaba casi por completo. A su lado el bosque parece un testigo mudo contemplando nuestros devaneos. Por el camino nevado lo que impresiona no es tanto la estampa candorosa de los claros, sino el velo brumoso que mantiene visible y distante el arbolado, y sobre todo la gradual entrada en el silencio del bosque. Un silencio apenas distraído por las pisadas de nuestro pausado y rítmico paseo.

No ocultaré que estas entradas en el bosque, ahora en invierno, tienen un efecto algo sobrecogedor. Te sabes en dominios ajenos, las huellas que cruzan tu camino te indican otras rutas, otros usos, seguramente la búsqueda de alimento, huellas del afanoso instinto de supervivencia. En ese marco a lo sumo eres un merodeador malvenido. Tu te impones libremente, al límite de tus posibilidades y ventajas, sobre el territorio. Ahí está tu esfuerzo, dices, por banal y gratuito que sea, sin darte cuenta de que con tu banalidad y su exclusión construyes aquí tus ritos.

El silencio de estos parajes te empuja de manera natural a caminar al ritmo de tu fuelle, aunque un tanto ido y concentrado en tu murmullo interior. La costumbre te ha enseñado que al acompasarlo con el sonido exterior, con el de tus pasos, eludes la ansiedad y el cansancio. En la nieve las pisadas suenan de un modo inconfundible, un poco quedo, como un frotado más o menos profundo, rematado por el chasquido del calzado en la tierra firme. Que nadie busque en estos andares ningún eco musical y menos los aires marciales de un desfile. Aquí el que marcha normalmente mira, tantea, escoge y por encima de todo recoge sensaciones. Cultivadas más tarde, en el recuerdo, aportan algo de templanza, son provechosas.


domingo, 5 de diciembre de 2010

Retrato en blanco y negro


Pamplona, Spain.  Alvaro Barrientos/AP para The Guardian.
Al grito de «salimos en la tele», la tropa entera, ávida de imágenes, acude a contemplarse en el aparato. «Todos nos están viendo, ¡qué fuerte!» se oye, mientras a su ritmo y con su  cuento sigue la secuencia. Al final decepción, no sólo por la brevedad sino por el retrato, ingrato e injusto «cuando además nos podían haber sacado sin ese aire de paletos». Pues a ver, hoy salimos en The Guardian en esa preciosa estampa, de riguroso blanco atrapado entre sólidos muros, qué digo muros, atrapado por nuestras ciclópeas murallas. Como cándidos figurantes paseamos, haciendo compañía al perro, y poniendo la frágil huella en esa historia de claroscuros, al fin y al cabo tan amarga como nuestra.

Mínima 28


Juego de voces impostadas y un espejo: Es el teatro, y basta para componerse una vida.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Jericó y sus astrónomos



Vuelve la montaña al silencio y un ejército de espíritus inunda con el trueno las llanuras. Dice el Señor a Josué: «Si en Jericó nadie escucha tus trompetas, tomarás en mi nombre tu martillo, sin piedad hasta que los sometas». Han llegado corazones intactos batiendo con su locura tambores, arrecia al unísono el aullido de las trompas y tras ellas aún se escucha el paso rastrero de las bestias. Allá arriba gentiles y luminosas les esperan las cabezas, alzadas sobre picas relucientes, con sus ojos vagabundos confundidos por los cielos. Siguen ahí desde el alba, sobre las torres, escrutando el vuelo de los astros, ancianos de escaso pertrecho, sin más ropaje que su tortuosa lógica y sus tablas, sin más arma que el báculo en el que gravitan. Del sidéreo azul su mirada desciende fatigada sobre las tercas montañas y descubre afligida el oscuro creciente en el llano. La sombra es tan sorda y certera como el golpe del martillo divino. Un Josué ensangrentado asienta al espíritu dominante, guardado en el arca hermética, y declara sagrada la plaza. Su Señor cruza sigiloso el crepúsculo, elude aquellas escrutadoras miradas y en la oscuridad profunda se pone a salvo de su asedio.

viernes, 3 de diciembre de 2010

El vuelo clásico


In the Shadow of Saturn (2009)
Cassini Imaging Team, NASA

                Orillas del amor que las frías aguas separaron,
                espejos que se entregaron, con tan ansiado fervor,
                a soñar un día reflejos en aquel tenue verdor.

                Cuanto más profundo el sueño, más oscuro se hizo,
                sin dueño el pálido mundo a lo lejos se desdijo,
                y ya nunca el espacio puro quiso ofrecerle reposo.

                Animado por la corriente, en glorioso vuelo ascendía,
                mas al paso por un cielo silente cautivo aún proseguía
                entre las órbitas tenaces del vértigo más furioso.


jueves, 2 de diciembre de 2010

Cosas que tiene el círculo


Además de mantenernos informados, el tinglado multimedia suele aportar su estrábico punto de vista para generar conocimiento sorpresa. Como medium idoneum para entrar en contacto con el conocimiento hermético destaca entre los demás la hipnótica televisión, que hoy mismo nos ofrecía imágenes de un colosal cilindro de 8 metros de largo, cuya sección circular, de la que se mostraban imágenes evidentes, tenía 6 metros de alto y también 6 de ancho. La vidente de turno, dando cuenta a pie de cilindro, no salía de su asombro y nosotros tampoco. Pero aquí debajo se disipa la confusión.
Teorema circular:  ancho = alto

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Estuve perdido


El fantasma de la transparencia recorre las cancillerías del mundo y una ola de desconfianza se abalanza sobre sus tribunas. La vieja jerga del amago y la amenaza, aquel tupido juego de embustes y empellones, y el nuevo lenguaje académico del chantaje y el acoso, todo lo que ya suponíamos salta ahora a la vista. Esta cruda e higiénica visión me trae a la memoria al venerado Cínico del Gran Poder cuando instruía a la parroquia regalando sus bífidas palabras. «No puede haber confianza entre nosotros» decía el prohombre, «si previamente no hay de tu parte franqueza». Perdido entre el «nosotros», allí estaba yo. Gracias a su desconfianza hoy he recuperado la confianza, porque empiezo a saber lo que él no sabe.