sábado, 29 de enero de 2011

El viajero fantasma


Plan de viaje para el Rajastán profundo
Como el árbol crezco y crezco, y desde sus altas ramas contemplo tierras y horizontes, aunque por ahí nunca he conseguido ir muy lejos. (Comodoro retirado Tobías V. Miramón, 1829-1896).

Últimamente me ha entrado la fiebre viajera y, a falta de mejor opción, me apunto a los viajes que los demás hacen. En cuanto me entero de sus primeras intenciones evasivas, tomo el asunto entre manos, miro algo sobre sus destinos más apetecidos y casi de inmediato les hago llegar unas primeras propuestas. Sorprendidos, pero no demasiado receptivos; así es como suelen encajar mis ideas, en las que no reconocen mi preocupación ni mi acierto. Entiendo que hay motivos para la sospecha, pero no en un principio, sino cuando más tarde prosigo con mis sugerencias y les adelanto posibles planes, llenos de datos e información que acaso ellos aún no manejan. Que vas a París, no te olvides del Musée des plumes d'oiseaux; que pasas por Colorado, no dejes de subir hasta Fuckwell Rock (4.824 m.) a ver las vistas; que te escapas a Viet Nam, entra sin falta en Qin Pieh en el Templo de los sobrecogidos.

Es normal que con estas insinuaciones un poco invasivas la sintonía personal se resienta y que por un tiempo mantengan sus objetivos en prudente reserva. Les suele asustar, tontamente diría yo, la cruda posibilidad de que les anuncie mi abierta disposición a compartir su carga viajera y a hacerles estricta compañía. Con ese absurdo temor, en esa agonía que generan, acaban negándose el natural deseo de mostrar su ilusión y niegan de paso cualquier reconocimiento a mi generosa experiencia. Deberían permanecer tranquilos y dejar aflorar libremente sus fantasías de fuga, porque nunca se llegará a dar el caso de asistirles físicamente en su viaje. Mi apoyo siempre será de otro tipo, en general desinteresado, si bien tiene algo de control estratégico y estirando competencias hasta logístico. Como favor nunca se paga y lo peor es que tampoco se recuerda. Los recuerdos se fabrican en butaca, como instantes sublimes, gracias a esa colección de horribles vídeos y fotos, siempre en comparsa, en posturas y lugares inverosímiles, ajenos por completo a los planes de viaje cuidadosamente previstos. Ver cómo todo tu diseño queda orillado, qué digo arrasado, por circunstancias más o menos complacientes, produce enorme desazón cuando te sabías, o te creías, mentor espiritual de ese viaje. Ni una despedida, aunque tramitaste el papeleo; ni una postal, aunque se llevan tus mapas; ni un mensaje, aunque les elegiste la mejor mochila;  ni una llamada, porque les reprocharías esos aires peregrinos, aunque también podrías añadir sin acritud algunos detalles indispensables. Sólo fotos y más fotos, que te imponen su presencia allá lejos, donde puedes verlos disfrutando a lo tonto, sin un plan claro de ruta, sin unas previsiones...

Son las cuatro de la madrugada, allí por tanto las diez. Por esta carretera, la IN-276b, que viene de Bunan, si han salido a las ocho, seguramente estarán a punto de entrar en Majaspur. Bueno, ahí tienen nada menos que el Museo de la Metalurgia India y el Patio sagrado de Benchir, con el recital del coro de gurúes a mediodía. A ver si luego consiguen saborear los deliciosos \textit{camchikis}, antes de que amenace la diarrea...


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