lunes, 21 de febrero de 2011

Malos modos y peores gestos


Galería gestual de Saif Gaddafi, publicada en el Guardian del 21/2/11
Ayer en plena revuelta libia el hijo de Muammar Gaddafi, Saif al-Islam, en representación del gobierno, compareció ante las cámaras de televisión. No sé si pretendió dar un discurso, pues visualmente aquello fue más una declaración de poder, con una importante carga de desprecio y un fondo amenazante. El contenido textual publicado y los acontecimientos parecen confirmar estas impresiones. Con la puesta en escena no sólo vimos a la autoridad sino que intuimos la concepción idelógica que la sostiene. Por si sus palabras no fueran suficiente, Saif las subrayó con una completa representación gestual para ganar en contundencia. Estos lenguajes no verbales cuentan con observadores avezados que podrían interpretar todo el repertorio allí exhibido, pero viendo la anterior galería no me resisto a hacer mis propias observaciones.

Empezando por la toma 1 estaríamos ante una actitud sospechosa, propia de quien no soporta el encargo y se deja escurrir por el asiento, al verse obligado a defenderlo sin otras armas que una soberana desgana y una mirada hipócrita. Algo ha cambiado en la toma 2, cuando con los hombros en alza y el dedo índice disparado reclama a todos su responsabilidad, manteniéndose vigilante sobre una mirada directa de indiscutible  patrón. En la toma 3 opta por el tono pedagógico y decide señalar cauces, buscando en un gesto oblicuo apoyos que conduzcan bajo su recto y sabio gobierno a la inmediata solución. Llega a continuación el tremendo envite del «pero si no» y en la toma 4 vemos ya al desairado, empeñado en replicar con graduales amenazas, que van de la advertencia del desastre al exterminio y su ejecución. En la toma 5 aquel rostro antes inquisitivo se desentiende de sus súbditos, como quien los abandona a su suerte, lanza por encima  de todo su mirada fugitiva y hace por debajo tabla rasa con un gesto demoledor. La toma final no deja ver en él resignación alguna, abre pocas perspectivas conciliadoras y ahoga el discurso entre sus dos manos tensas y su mirada recelosa. Del desdeñoso embajador con que se abría la secuencia llegamos, tras cuatro tomas intermedias, a un inquieto y peligroso depredador.


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