jueves, 24 de marzo de 2011

Donde hay confianza...



En esta época con tecnología de avanzada en que la transparencia obligada y general ha trillado la intimidad personal para hacer de ella tierra baldía y llana. En esta época en que para cualquier asomo, sospecha o hipótesis que rodee a un individuo se obtiene una cascada de evidencias palmarias, de datos contrastados y de pruebas fehacientes. En esta época en que la lógica del poder puede ser a la vez conspicua, perspicua, transpicua e inspicua con grados de convicción y coacción regulables mediante técnicas de control robusto y remoto. Pues bien, por raro que parezca, en esta época no hay otro valor de respeto formal que la confianza. Que un valor personal por naturaleza acabe determinando posiciones en un mundo tan global, sólo se explica teniendo en cuenta el potencial intimidador de su negación. En esa negación de lo personal aparece como contravalor universal la desconfianza, que sirve a los estrategas de los poderes económico y político como instrumento de amenaza. Ejemplos bien recientes no nos faltan. Necesitamos más transparencia, nos dicen, de lo contrario no habrá suficiente confianza. Pero lo cierto es que en la lógica de esa negación ilimitada, en la lógica de la desconfianza, la transparencia nunca bastará como garantía personal de confianza. Como individuos convendría que  empezáramos a preguntarnos hasta qué punto necesitamos de su confianza, o de su desconfianza.

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