martes, 29 de marzo de 2011

El hilo infinito



Tomado de la web es.xckd.com, versión de la original XKCD de Randall Munroe

De la teología en activo, las matemáticas constituyen su rama más vigorosa.

1. Pitágoras y Platón.- Sorprende menos esta afirmación, de aceptarse que con su ramaje la teología no busca tanto a los dioses como al infinito. Y si el infinito es el tema, lo primero será intentar ver cuál es su alcance. Por la vía empírica el infinito revela sobre todo incapacidad, incapacidad para darle medida a todo lo que podemos nombrar. Nombrar se nos antoja un ejercicio gratuito, pero numerar es algo que no tiene límite. Esto hace que contar o medir puedan llevarnos de cabeza al infinito, más allá de lo comprensible, a las sombras de la ignorancia. Sin embargo, como no nos faltan luces, esa oscuridad en la que se oculta el infinito ha resultado ser el recreo mental más estimulante.

2. Anselmo y Aquino.- De entrada, con ayuda de nuestra imaginación podemos decidir si avanzamos hacia el infinito o si por el contrario se nos aproxima, y encontrar en cada caso motivo para nuestra esperanza o nuestro temor. Instalados en esta dinámica bilateral, la desmesura infinita empieza a cobrar cuerpo en los mitos como sombras que responden con medidas a nuestras emociones. Calificar a esta dinámica mítica de teológica sería lo propio en sus versiones más recientes, en las que la atribución de entidad a una única sombra vigilante y ubicua ha condicionado nuestra conducta y dado sentido moral a esos vaivenes del infinito.

3. Spinoza y Descartes.- Si en sentido laxo denominamos teología a todas las dinámicas del infinito, es posible encontrar en la exploración de la oscuridad nuevas variaciones teológicas. Podemos entonces dar una medida distinta de nuestra situación respecto al infinito e imprimir a la sombra un giro especulativo: el infinito nos envuelve. Ni se acerca ni se aleja, vivimos en él y su dinamismo es simultáneo y proporcional al nuestro. Por tanto podemos servirnos de él como pantalla de proyección de nuestra realidad. Aceptar este dinamismo paralelo dejaría fuera de juego esas emociones confusas que actúan como distorsiones frente a esa gran pantalla del infinito.

4. Newton y Euler.- A partir de ahí los acontecimientos se precipitan. Esa dinámica selectiva lleva a pantalla formas cada vez más delineadas y expresivas de nuestra realidad. Hay quien en ese juego intercambia diálogos con la pantalla, y concede, como hacían los antiguos teólogos, palabra y entidad a una razón estática y absoluta. Esa razón sostiene para ellos la realidad y ese infinito engloba con su medida a la naturaleza entera. Pero siempre hubo espectadores más atentos a la evolución de las formas que al blanco de la pantalla. En esas formas reconocían el dinamismo interno de lo posible, enmarcado en la razón evidentemente, pero ajeno a interpretaciones de legalidad natural. En ese dinamismo las formas del infinito vendrían a representar las nuevas medidas de la realidad.

5. Weyl y Gödel.- Para quien se adentra en el mundo de las sombras, el infinito matemático ha pasado a ser un recurso sumamente útil para caminar por los mundos interiores de la imaginación y encontrar salidas inesperadas en los exteriores. No obstante, las prolongadas estancias en tinieblas y la pérdida del pálpito emocional suelen llevar a algunos a proyectar ese infinito como figura grandilocuente de fondo. Ese retorno a la vieja tradición teológica puede verse como una renuncia tácita a dar medida de una realidad cada vez más lejana, pero también confirma la continuidad del infinito como hilo conductor que va de la teología a las matemáticas.


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