domingo, 20 de marzo de 2011

Un valle perdido


Valle al pie de Borrokosko (Urraul) © autor
Con el sol de poniente a mis espaldas, era ya media tarde cuando logramos finalmente contemplar, desde los faitíos de Ozkioz y en toda su longitud, el estrecho y profundo valle que se acurruca, como si atrapado estuviera, entre la larga cadena de afiladas crestas de Atxarte y las armoniosas laderas boscosas de los montes de Areta. Los verticales paredones lanzan sus alargadas sombras durante casi todo el día sobre las dos orillas de las corrientes del fondo. Desde las inmediaciones de la peña Ozkioz veíamos nacer la regata Atagorri, de la que se adivina su paso por entre el follaje cuando diligente fluye al encuentro del río Areta que baja desde Borrokosko y Ezpondarri justo en la otra punta. Ese encuentro se produce frente al gran poche, frente al Pontarrón, una estrecha abertura que rompe el largo encadenamiento calizo y da entrada a este mundo recoleto, a esta olvidada reliquia. Su historia natural es la del perpetuo fluir de las aguas en busca de esa única salida.

Dentro rige un ambiente húmedo y fresco, de envolvente naturaleza, pero férreamente sometido a los rigores del clima y a los ritmos del día. Al pie de las crestas los pacos se asientan en el fondo del valle durante buena parte de la mañana. A eso de mediodía los rayos rebasan esas crestas e invaden el espacio sin pudor. Pasado ese momento de gloria, pronto los rayos se refugian cada vez más tensos y agotados en los carasoles al ceder su terreno a las sombras. Durante el día, quienquiera que ascienda por las soleadas pendientes del Borrokosko quedará encantado mientras ve precipitarse las aguas que discurren por barrancos y quebradas. Arriba aún impetuosas se mueven entre el hayedo, abajo llegan más sosegadas a los alisos y robledales. En vertiginosas carreras, a los saltos suceden las cascadas, a las cascadas los rumorosos rápidos. Su inevitable caída se aplaza cuando se remansa sin tiempo en minúsculas pozas y badinas. Llegas a las afluencias y te sorprende el estruendo de ese abrazo entre torrentes, te acercas un poco más y te ves envuelto en una nube de fina e irisada lluvia. Tras sumar todas esas entregas, la caudalosa regata escapa con su encargo, alegre y ciega, para perderse por el bosque abajo, en busca de ese último portillo que se abre a las luces del atormentado mundo de los hombres.

No hay comentarios: