viernes, 29 de abril de 2011

La secundaria



En una ceremonia marcada por el boato y el fasto, el comprometido papel del actor secundario consiste en poner una nota de verdad en la almibarada composición de imágenes. Su irrupción suele ser breve, sin opción a la recreación del personaje. La naturalidad es su mejor baza, la única que aportará una señal de buen juicio en medio de tanta locura. Seguramente a ningún adulto del común le sería permitido posar con un gesto de infinito hartazgo como el mostrado por esa niña en la escena final del beso. Felizmente infiltrada en ese sublime instante, da al cuadro real un punto de discreta pero radical disidencia. Al igual que ella soportamos esa corona florida como si fuera de espinas.

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