viernes, 27 de mayo de 2011

Nuevos castillos británicos


La entrada en territorio infantil tiene la virtud de desactivar el sarcasmo y acortar la estirada distancia que este impone. Una vez que entras, hay cosas allí imprescindibles para nuestra dieta sensible y que consiguen hacerse visibles. Con la reconversión a pequeña escala es frecuente verse obligado a eliminar prejuicios y pasar por situaciones insólitas. Al otro lado de la entrada, los niños no oponen resistencia, a lo sumo contemplan divertidos nuestra incomodidad y extrañeza. Dicho esto, y asumida por imposible la beligerancia, digamos también que ese territorio viene soportando una creciente invasión de turistas, que lo utilizan como refugio, e incluso como plaza fuerte, para dar rienda suelta a su cursilería. Hacerse niño se ha considerado siempre una terapia saludable, en eso reside su atractivo. Puede que sea problemática la vuelta a la realidad, pero como excursión goza de aceptación general. Por eso los instintos mejor dotados, los que combinan lo mercantil y lo terapéutico, vienen montando mundos infantiles, mundos artificiales y paralelos en los que sumergirnos para sanar de nuestras heridas más viejas y profundas.


Diseño del Palacio de los dientes de leche previsto
En estos ambientes algo melosos, las propuestas corren el riesgo de resultar francamente empalagosas. Me entero del caso de Gina Czarnecki, de profesión artista, que, investida en algún rincón élfico como hada madrina, tiene intención de recorrer las almohadas infantiles para recoger los dientes de leche y construir con ellos un fabuloso palacio. La iniciativa no es virtual o metafórica, se abastece de donaciones reales, regladas mediante formulario con identificación y renuncia a reclamaciones (véase), que se envían a la sede artística o a la subsede científica en el Imperial College. Porque la idea, con su vertiente científica, es levantar un castillo, un palacio o un arrecife, que emergerá del almíbar como un monumento a nuestro pasado y formado por lo más sólido de lo que nuestros cuerpos, en perpetuo crecimiento, abandonan. Temo que ahora mismo sean legión los niños que, sacándose los piños con tenazas, estén empeñados en mostrarse generosos. Para octubre está prevista una exposición itinerante del «palacio de los dientes de leche», a la que podrán acceder gratis si acreditan su envío. Es además intención de la artista que algunos de ellos vean recompensado su espíritu de sacrificio y su generosidad, como en los ritos iniciáticos antiguos, entrando como desdentados campeones en el suntuoso palacio, tras cruzar a nado esa descomunal laguna de almíbar.

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