Son legión los que desde los círculos financieros siguen la onda de los viejos alquimistas. Para ellos no hay obra filosófica que supere a la conversión de la materia prima en materia última, ni saber más profundo que la trascendental mutación a refulgente oro de la mierda pura.
viernes, 9 de abril de 2010
Mínima 7
Son legión los que desde los círculos financieros siguen la onda de los viejos alquimistas. Para ellos no hay obra filosófica que supere a la conversión de la materia prima en materia última, ni saber más profundo que la trascendental mutación a refulgente oro de la mierda pura.
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jueves, 8 de abril de 2010
Quo vadis?
Robledal de Aizkorribe
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miércoles, 7 de abril de 2010
Círculo de amistad
«Todos vuestros escritos no son sino errores o sarcasmos; esto es, nauseabundos flatos, hedores de mulo viejo cinchado en exceso tras un hartazgo. Yo he cumplido. Os he tenido en consideración por esta vez, pero no lo repetiré...». El que esto escribe es el reverendo John Wallis, a la sazón profesor de Geometría y doctor en Divinidad de la Universidad de Oxford, y el jumento en cuestión es ni más ni menos que Thomas Hobbes, también conocido en su ferocidad dialéctica como el monstruo de Malmesbury. El motivo: una larga y despiadada disputa acerca de la cuadratura del círculo a comienzos del siglo XVII.
El punto de partida es un punto curioso, porque la discrepancia parte de la definición de punto. Hobbes está por lo que llamaríamos punto gordo: «Si no se considera la magnitud del cuerpo que se mueve (aunque siempre es alguna), el camino que recorre se llama línea o dimensión una y simple, en cambio el espacio que recorre se llama longitud, y el cuerpo mismo, punto, en el sentido en que a la tierra se le suele llamar punto y a su camino anual la línea eclíptica» (De corpore VIII 12). Wallis, por el contrario, sigue la norma del punto adimensional y carente de extensión según el criterio euclídeo, que define punto de manera intuitiva como «lo que no tiene partes», siendo línea «la longitud sin anchura» (Elementos I). En una primera comparación sólo habría que oponer al carácter concreto y dinámico de la primera aproximación, el carácter abstracto y estático de la segunda. Pero lo cierto es que en su desarrollo geométrico la segunda concepción acaba encontrando mejor acomodo en el álgebra -disciplina que Hobbes aborrece con gruesos epítetos-, y desde ella irá Wallis metódicamente denunciando los errores pertinaces de las demostraciones hobbesianas en un permanente cruce de insultos y descalificaciones de las que la de arriba es buena muestra. De la perseverancia y tozudez de Hobbes dan también prueba sus más de veinte demostraciones publicadas. La validez de las contrapruebas y la intuición wallisiana de la indemostrabilidad del asunto quedó finalmente probada por Ferdinand von Lindemann en 1882. Efectivamente, no podemos construir con regla y compás un cuadrado de área igual a la de un círculo dado.
martes, 6 de abril de 2010
En crudo y en directo
Aubrey Beardsley, The Stomach Dance
Ilust. para Salomé de O. Wilde, 1907
Tras completar la bailarina su vuelo exultante y desvelarse con todo su brillo, se abrió él los pliegues, exhibiendo como una herida su priápico apogeo. Viéndose ella ante tan cruda circunstancia, aún acertó a decir: «Señor, puedo compartir vuestras razones, pero no vuestros deseos».
Nuevas ideas
—Sí. Además las cifras no se cobran.
—Claro, tienen un mercado cada vez más escaso.
—Pues sí. Ah, por cierto, y las letras se facturan a los escritores libres de impuestos.
—Vaya, qué bien. Y de precio, ¿cómo andan?
—No, eso tendrá que consultarlo en el departamento de letras y símbolos. Nosotros estamos aquí en marketing creativo.
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lunes, 5 de abril de 2010
Retorno a Castrum Euclidis
Alguno de los recientes visitantes del Castrum me ha insistido en la posibilidad de procurar al público una guía que vaya un poco más allá de las líneas generales descritas en la anterior entrada y que detalle mejor su contenido y estancias. Con gusto intentaré atender esta petición, aunque no es fácil por dos razones: como la pátina, el valor histórico de los añadidos a las viejas teorías es algo que no se puede poner de relieve; por otro lado, la trama de algunas estancias podría resultar laberíntica para el que no está hecho a andar a oscuras. A reserva de estas cautelas, intentaré guiarme por los Elementos estructurales conservados por Euclides (que aparecen en números romanos), dando fe de los nombres de sus primeros promotores.
Si entramos por la puerta de la Geometría (1), el núcleo inicial parece encontrarse, no lejos de la estatua de Tales (2), en lo que ahora se conoce como el Museo de los pitagóricos (3). En el recinto de planta circular parece que se asentó un edificio en la primera época y en su exterior se honra también al maestro (4). Está decorado con muy notables teoremas entre los que destaca el que se conoce como teorema de Pitágoras, que Euclides acabó colocando en la estancia I D. Además adecentó y extendió este espacio llevando otros teoremas a estancias exclusivas de rectángulos (II), círculos (III) y polígonos (IV). De época similar sería lo que se llamó palacio de Arquitas (8), un notable entre los pitágoricos que plantó su teoría de las proporciones continuas, alejado del núcleo original y a imagen de las armonías musicales. Euclides le dio entrada por un espléndido vestíbulo (VII) y abrió en él una nueva y espaciosa puerta para la Aritmética (7), cerrando la que antes se dirigía al Museo (6). El palacio está hoy muy desfigurado, tanto por la escuela que a su lado levantó Teodoro de Cirene (10) como por la remodelación de Euclides, que lo convirtió en sus estancias VIII y IX. En el lado contrario se conservan, como ya dijimos, vestigios de Conica, el recinto de los astronómos. Ahí residió por algún tiempo Eudoxo de Cnido, cuyos intereses evolucionaron a la geometría, por lo que edificó en sus cercanías un palacio (15). El espacio que ocupaba viene a coincidir con la estancia XII, la dedicada a áreas y volúmenes, y con la sala XI, la de la geometría de los sólidos, que empalmaba prácticamente con el Museo.
Frente al Museo tenemos otra zona singular, aunque más reciente, justo al otro lado del gran patio, por entonces sin allanar y sin ningún provecho. En ella luce un conjunto arquitectónico formado por tres edificios que siguen cánones clásicos. Su disposición y su fábrica parecen de inspiración platónica. Sobre las ruinas de la vieja escuela de Teodoro (10), a la que Platón acudió, se eleva un templo circular dedicado a su discípulo Teeteto (11). Son también dignos de visitar el laberinto de los problemas y la Academia con su espléndido peristilo. En ella se formaron los geómetras de su tiempo, los que pasaban bajo el dintel con la leyenda “que no entre aquí quien no sepa geometría” . A su lado queda un jardín venido a menos, en el que aún se conservan las ruinas de Antifairesis (12), un pequeño recinto que antes se prolongaba casi hasta Conica (16). El lugar estuvo frecuentado por Eudoxo, que acometió en él profundas reformas. En un principio Antifairesis se dedicó a trabajos consistentes en la obtención de nuevos números por sustracciones sucesivas, por lo que siempre dependieron del cercano pozo inagotable (13), en el que el agua manaba como un continuo numérico. Abandonados por vanos todos estos esfuerzos, algunos instrumentos –en concreto el método de exhaución- fueron trasladados por Eudoxo a su propio palacio (15), para luego pasar por orden de Euclides a la amplia estancia XII. Junto a esos terrenos dispuso también un largo y cómodo paseo para las magnitudes inconmensurables (X), que además de cerrar el recinto general, alimentaba desde el pozo numérico las viejas teorías sobre irracionales de Teodoro y Teeteto.
Para ver desde dentro el Castrum en su conjunto, conviene detenerse en el centro del patio de las semejanzas (VI). En este lugar, enlosado con un rico repertorio de identidades geométricas, se cruzan los caminos que enlazan el dominio del viejo número, próximo al Museo de Pitágoras, con el dominio de las proporciones promovido por Arquitas y con el nuevo dominio de las magnitudes que compartieron Teodoro y Eudoxo tras el descubrimiento del pozo inagotable de los inconmensurables. Después de su fundación fue sin duda el hallazgo del agua numérica infinita lo que dotó al Castrum de total autonomía, pudiendo así convertirse en ese monumento memorable que aún nos vigila y protege desde su colina.
domingo, 4 de abril de 2010
Nada resucita sin contrición verdadera

sábado, 3 de abril de 2010
Dos preguntas para Harry
Para Miguel
No podía ser de otra manera y de nuevo se nos ha escapado vivo el gran Houdini. Su onomástica fue hace diez días, el 24 de marzo. Ese día de 1874, nacía en Budapest como Ehrich Weiss. Sabía yo, y él quizá lo buscaba, que de seguir tan huidizo acabaría en el olvido. Cada día hay que estar más vivo para retener su memoria y evitar que su nombre se esfume. Pero aún se puede llegar a él, remontando su portentosa estela de fugas, esa cadena prendida a encendidas ilusiones, a noches de teatro y fantasía. Por razones de edad no pudimos tener trato, pero tengo un interés casi infantil por sus hazañas. Año tras año pasa esta fecha y me voy convenciendo de que no daré con él, de que espiritualmente me elude. Ese día lo intento a la luz de las doce velas, y el contacto siempre se pierde en un susurro entrecortado de palabras y últimamente en una enigmática clave emitida en el trance más oscuro. Imagino que no quiere volver. No queda más remedio que asumir su fuga como un desdén personal, como un desaire calculado y como una pérdida. Por eso se le echa tanto en falta.
Una pérdida, sí. Aunque sigo creyendo que la pérdida de quien se pierde a voluntad nunca será irreparable. Sin demasiada convicción tecleo la clave que tras la última sesión me entregó la medium. La pantalla se queda de repente en blanco, puede que sea el momento. Aprovecho un parpadeo, y demando esperanzado al vacío:
—Harry, si estas ahí en el éter, háblame. No sabemos dónde fuiste, y peor, no sabemos a dónde llevaste tus secretos. Hazme tu confidente. Seré generoso con tus trucos, los verás otra vez sembrando ilusión en plazas y teatros, recorriendo pueblos y ciudades, y hasta en las cátedras haré que se enseñen tus escapatorias. Piensa que allá donde vas todo esto es vana ilusión, que no te dará para vivir. Aunque, allá tú, si de verdad quieres seguir muerto, pudiendo de mi mano volver directo a la gloria. Tampoco te va a valer para nada semejante bagaje en ese nuevo mundo donde todos parten de cero. Allí serás por fin libre, así que haznos aquí dueños de tus secretos y llaves. Mira, es muy aburrido este juego de vivir encerrados entre cuatro pantallas. Fíjate, con qué clase de ilusión nos someten. Desde aquí te lo digo, lo que nos dan en pantalla a diario no vale nada comparado con tu sonada fuga, sí la de la caja de tortura china. Aquella huida de la urna disparó nuestra atrapada imaginación, mientras que estas ilusiones de hoy la ahogan. Necesitamos salir, a toda costa, y sólo tu estás en los secretos. Dos preguntas, te lo ruego. A ver, para salir de nuestro odioso encierro, ¿qué hemos de sacar primero, los pies o la cabeza? Y otra cosa, más importante. Al otro lado del cristal de la urna, ¿nos ven o nos esperan?
viernes, 2 de abril de 2010
En el túnel
Al volver de la sombra a la luz es prudente preguntarse si podremos soportarla, si no acabaremos envueltos en un fugaz resplandor, como esa polilla a la que atrae la llama.
jueves, 1 de abril de 2010
Discurso de los recientes vencedores

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discurso
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