Las autoridades se suman de buen grado a la promoción de aquellos valores intangibles que todos por aquí tenemos como una manifestación incuestionable de nuestro peculiar y más sincero modo de ser. A qué mentir, nos gustamos en ese traje de virtuosos que llevamos con desenvoltura, disfrutamos en ese papel secular de orgullosos y viejos cristianos, estamos convencidos de la obra fecunda de nuestro callado modo de hacer y seguramente merecemos algún tipo de pago con cargo a presupuesto por ese estilo tan ejemplar y desinhibido de llevar por el mundo nuestras buenas maneras. Suerte para quienes nos conocen, y más suerte si se nos entregan, pero el mérito -para el que no deberían escatimarse fondos- nos pertenece, ayer y hoy. Buena gente y buenos cofrades, y así lo digo, que a ninguno por serlo podrán ofender quienes se empeñan en insultarnos y arrastrar por el barro nuestra honra y buen nombre. Si esa tribu de gentuza nos vende, que lo hagan como somos, nobles de pies a cabeza, ciudadanos cabales y gente de una sola pieza. Pero no les saldrá gratis, que para eso está la autoridad bien dispuesta a financiar, con el dinero que legalmente se les merma de su ruinosa hacienda, actitudes más edificantes y empresas de futuro y solvencia. Nadie advertirá en nosotros, por muy ofendidos y humillados que seamos, ni gestos feos ni ánimo de revancha o abuso. Es verdad que nuestra estampa parece altiva, pero nuestra casa siempre está abierta, mayormente a ganancias, que la vida ya se encargará de traernos pérdidas. El que sabe leer, sabe también que son legítimas todas nuestras razones, porque somos más, pero sobre todo porque somos mejores. De esta forma de entender el bien tan castiza y nuestra nadie aquí debería pedirnos cuentas, cuando sigue pendiente el juicio que al final nos igualará a todos. Así que nadie venga a confundirnos. Santos sí, pero además con la zarpa bien dispuesta. Y si no les sacamos gratis un buen puño de habas frescas, llenaremos la cazuela con algún palomo dócil, de esos que ni se revuelven ni vuelan.
jueves, 1 de abril de 2010
Discurso de los recientes vencedores
Las autoridades se suman de buen grado a la promoción de aquellos valores intangibles que todos por aquí tenemos como una manifestación incuestionable de nuestro peculiar y más sincero modo de ser. A qué mentir, nos gustamos en ese traje de virtuosos que llevamos con desenvoltura, disfrutamos en ese papel secular de orgullosos y viejos cristianos, estamos convencidos de la obra fecunda de nuestro callado modo de hacer y seguramente merecemos algún tipo de pago con cargo a presupuesto por ese estilo tan ejemplar y desinhibido de llevar por el mundo nuestras buenas maneras. Suerte para quienes nos conocen, y más suerte si se nos entregan, pero el mérito -para el que no deberían escatimarse fondos- nos pertenece, ayer y hoy. Buena gente y buenos cofrades, y así lo digo, que a ninguno por serlo podrán ofender quienes se empeñan en insultarnos y arrastrar por el barro nuestra honra y buen nombre. Si esa tribu de gentuza nos vende, que lo hagan como somos, nobles de pies a cabeza, ciudadanos cabales y gente de una sola pieza. Pero no les saldrá gratis, que para eso está la autoridad bien dispuesta a financiar, con el dinero que legalmente se les merma de su ruinosa hacienda, actitudes más edificantes y empresas de futuro y solvencia. Nadie advertirá en nosotros, por muy ofendidos y humillados que seamos, ni gestos feos ni ánimo de revancha o abuso. Es verdad que nuestra estampa parece altiva, pero nuestra casa siempre está abierta, mayormente a ganancias, que la vida ya se encargará de traernos pérdidas. El que sabe leer, sabe también que son legítimas todas nuestras razones, porque somos más, pero sobre todo porque somos mejores. De esta forma de entender el bien tan castiza y nuestra nadie aquí debería pedirnos cuentas, cuando sigue pendiente el juicio que al final nos igualará a todos. Así que nadie venga a confundirnos. Santos sí, pero además con la zarpa bien dispuesta. Y si no les sacamos gratis un buen puño de habas frescas, llenaremos la cazuela con algún palomo dócil, de esos que ni se revuelven ni vuelan.
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1 comentario:
Pensador de guardia... o de cabecera. Muy bueno. Sí, son así, además de ejercer de manera intocable el poder, poseen todas las cualidades morales de las que los demás carecemos.
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