miércoles, 31 de marzo de 2010

Falsas filantropías


Un biógrafo de Gustav Mahler, Henry-Louis de La Grange, califica a su mujer Alma de cruel y ofrece como prueba: «Le gustaba ayudar a la gente, pero sólo cuando la gente no la necesitaba». Acostumbrados a hacer del socorro una actitud incuestionable, sorprende traerlo a su punto menos inocente. En términos materiales ayudar a quien no lo necesita es un gesto inútil, incluso un despilfarro. Absortos en lo material y en lo gratuito del gesto, se nos olvida con facilidad la asimetría que genera. Como la iniciativa parte del que ayuda, ese gesto inútil es en realidad un modo sibilino y útil de colocar a la contraparte en inferioridad. La maniobra será tanto más humillante según sea el grado de asimetría y de publicidad logrados. La fórmula está sumamente extendida y las partes en cuestión pueden ser incluso países. De hecho es práctica de uso común en política internacional, y un modo habitual de desprestigiar o menoscabar gobiernos, con un coste final generalmente nulo.

martes, 30 de marzo de 2010

Gimnasia y amnesia amorosa


Por el amor amnésico se vienen pagando precios de escándalo, que sólo son posibles gracias al importante ahorro experimentado en el capítulo de promesas. La orientación del mercado es clara: Corre, no lo dejes para mañana, que el amor se acaba. Compra, aunque la gimnasia erótica te canse; y vende a buen precio tu éxtasis, antes de que te llegue la amnesia.

lunes, 29 de marzo de 2010

La llamada de la trompeta


Hablar de música sinfónica parece ser hablar de Haydn o de Beethoven. Decir de una sinfonía que debe cumplir alguna función musical es remontarse a sus orígenes. Proponer instrumentos solistas por encima del juego de las cuerdas dejó de ser frecuente tras el concerto grosso. Retomar en las trompetas el antiguo aire de fanfarria quedó como un gesto altisonante ante las restantes voces sinfónicas.

Pero cuando una sinfonía sirve como pasatiempo de entrada a la acción dramática, a nadie extraña que el movimiento final sea un toque de llamada y que se recuperen para la ocasión los agudos metales. Henry Purcell mantenía estas costumbres y hay actos en su última ópera, The Indian Queen, que valen como ejemplo. Quiero recordar el allegro con el que finaliza la sinfonía introductoria del segundo acto, un momento especialmente inspirado para las trompetas.

La melodía se inicia con el diálogo de las cuerdas. A la exposición de los primeros violines sigue la réplica fugada de los segundos. Pasa después por las violas y alcanza imponente volumen al entrar en las cuerdas bajas. En la impetuosa y vibrante ola que se levanta encuentran apoyo las trompetas, asomadas desde lo más alto en su llamada. Desde ahí proclaman el tema a los cuatro vientos, lo matizan en su juego con las cuerdas y lo dejan por último al cuidado de los óboes. De ese rescoldo surge un cálido unísono y una despedida alternada de vientos y cuerdas. Total, 41 compases destinados a la recreación de un instante. Ese instante podría resumir el imparable ascenso de la sinfonía. En ella el toque osado de las trompetas suena a efímera victoria frente a la creciente llegada de las cuerdas. Quedan los metales, pues, muy lejos de aquellas fanfarrias dominantes e insolentes. El difícil trance del encuentro se acaba ahora resolviendo concertadamente, hay incluso un último y amistoso abrazo de las voces y la despedida de las trompetas que se alejan.


English Baroque Soloists, J. E. Gardiner
Erato, Grabación 1979

domingo, 28 de marzo de 2010

Mínima 6


Alumbrando portentos, monstruos y demás ocurrencias, a la par que se excita, el ingenio por completo se ciega, sin llegar a ver la necedad, la arrogancia y toda la sombra que a su alrededor genera.

sábado, 27 de marzo de 2010

RAE 2010 enmudece



El reluciente autómata de la academia, un RAE 2010 llamado a añadir si cabe mayor esplendor a la institución, se quedó el otro día perplejo. Fue el mismísimo Maimónides el que tras acudir en su ayuda, descubrió en su complejo entramado conceptual un fulminante cortocircuito. El incidente sobrevino cuando el androide se exhibía ante el pleno de la academia ofreciendo sin desmayo respuesta a cualquiera de las voces autorizadas por el diccionario. Sin pestañear, obviamente, evacuaba información sobre la palabra demandada, así como de las que de esta derivaban. El juego, algo estúpido, imponía a los académicos vocear la palabra. Recibían entonces, a plena pantalla y en el fondo de la sala, la imagen de un denso árbol inverso con las ramas generadas al reiterar la demanda de definición a través de las derivadas hasta descender diez niveles. Potencialmente el invento permitiría hasta cincuenta, pero Maimónides alertó sobre el riesgo de que, en tiempo de pruebas, tanta avidez condujera, como dicen los informáticos, a un dramático colapso. Corría el turno, y alguien sin mayor malicia exclamó con ese aire retórico del regusto de los académicos: «Ejercicio magistral». A partir de ahí el autómata mostró un semblante sombrío y, como si hubiera sido avergonzado, enmudeció. Ante el revuelo e incomodo en los sillones de las letras, Maimónides se vio obligado a explicar que la red semántica solicitada con la palabra podía entrar en ciclos como en trampas y que de caer a uno de estos abismos, el androide quedaba atónito y perplejo. Para subrayar la explicación apuntó a pantalla, donde una rayita ligaba dos nodos en los que se leía:

Ejercicio 1. m. Acción de ejercitar o ejercitarse.
Acción 1. f. Ejercicio de la posibilidad de hacer.

Como en un campaneo insistente, ejercicio llamaba a acción y acción a ejercicio, sin que el autómata pudiera recurrir para salir de su letargo a su inmenso caudal de saberes y sin que las redes le pudieran aliviar de ese péndulo maldito. Con el salón ya vacío y próximo a ser desconectado, en el aire quedaban sus destellos, toda su labia y su fabuloso despliegue de ecos. Atrás quedaba y ya nada valía todo ese dominio conceptual con el que, unos segundos antes, se exhibía ante el mundo de las letras. Finalmente Maimónides se acercó al interruptor zaguero y procedió. La imagen en pantalla se esfumó, apagó las luces del salón de actos y lo abandonó.

viernes, 26 de marzo de 2010

Inspiración y arrebato


Coro das Musas (Torre de Palma, Vaiamonte, Monforte, Portugal)

En opinión de las musas, herir poetas requiere siempre buen tino. Si les hieres en el pecho, gimen con ardoroso canto. Pero si, por un tonto desliz, les aciertas a otra altura vendrá el temible arrebato. En este punto el manual es claro y explícito: apúntese bien, no sea que buscando que la inspiración prenda se acabe atizando la locura. Hasta los gestos pueden confundir al observador, porque en ambas suele haber enajenación y desmesura. Como el arrebato ofrece a la musa más amplia diana que la inspiración, es posible especular por dónde se saldrá de tono el poeta. Si se duele herido de la cabeza aparecerá vocinglero y desesperado, si del estómago avinagrado y sarcástico, si de la entrepierna incontinente y furioso. Y sin embargo, ninguna de estas sería la peor de las heridas. No hay arrebato más triste y odioso que el del poeta que, mirándose terco y ensimismado al ombligo, dice sentirse inspirado.

jueves, 25 de marzo de 2010

Disección de una máxima


Como quiera que venimos últimamente un poco chamfortianos, éste puede ser buen momento de reflexionar sobre el valor de las máximas, agudezas, dicterios y demás fórmulas lapidarias. Camus aprovechaba un prólogo a Chamfort para denunciar en este tipo de oraciones una artificiosidad que acaba dando a la construcción final un aire amañado y falso. Señalaba como origen del amaño las oposiciones conceptuales, de las que decía que jugaban un papel casi algebraico, y apuntaba en esa tendencia a autores como La Rochefoucauld, exculpando de la misma a Chamfort. A mí también me parece que la máxima es una figura del lenguaje refinada, un tropo venido a más, pero hueco finalmente, al que el lector con su mejor intención ofrece el oportuno relleno. Para ahondar hasta donde haya hondón, voy a tomar una máxima, a modo de juguete, para ir forzando posibles interpretaciones y proyecciones morales según distintos gustos. Empecemos, pues, por fruncir el ceño y proclamar:

Lo que los cielos hacen y las mujeres rehacen, los hombres deshacen.

Todo el mundo capta el juego de los ‘haceres’, hasta el punto de lamentar la falta en el diccionario de otros modos con los que alargar un poco más este ‘pensamiento’. Otros lectores, más ideologizados, apreciarán la nada sutil coz lanzada al morro de los hombres. Inteligente salida, dirá ella. Pero basta invertir los opuestos para obtener la doctrina contraria.

Lo que los cielos hacen y los hombres rehacen, las mujeres deshacen.

Sobrio, pero machista. Y el juego puede continuar sin más que alternar posiciones y sacar a los ‘cielos’ de sus alturas.

Lo que las mujeres hacen y los hombres rehacen, los cielos deshacen.

Aquí el dictado es casi bíblico, sólo falta el diluvio o directamente el fuego. Faltarían por vía combinatoria otros tres casos para completar las 3!=6 posibilidades, pero no entraremos en ellas, porque no añaden nada nuevo. En todos los casos la combinación se amolda estrictamente a la estructura

Lo que los _A_ hacen y los _B_ rehacen, los _C_ deshacen.

Lo primero que se aprecia es que los verbos parecen marcar las tres casillas con una carga denotativa. En la interpretación más simple A sería el árbitro, B sería el bien y C sería el mal. Algo así como Dios, Abel y Caín. No obstante, la estructura puede dar acomodo a otras modalidades más festivas, que buscan simplemente una alegría a costa de C. Pensemos, por ejemplo, en la tríada formada por griegos, franceses e ingleses. Llevado el esquema a otros ámbitos, las consecuencias son también sorprendentes. Uno puede jugar con la tríada formada por el creador, el gestor y el consumidor, para darle a la tontería lustre economicista. O acudir al teatro y disponer a autor, director y actor en la posición que uno guste para ensalzar o denostar a conveniencia.

El asunto da para muchos matices que dejo para otra ocasión. En el esquema presentado, el uso del singular podría dar lugar a cambios, pero seguramente sería la alteración del factor temporal con los tiempos verbales, la que ofrecería mayores sorpresas. Evidentemente fórmulas literarias de oposición semejantes a la de este esquema serían el inicio de nuevos análisis, y hasta de una tesis. Que con menos que esto se empieza.

miércoles, 24 de marzo de 2010

El servidor


Cuando se le preguntó al portavoz si le parecía propio que el mismo día de su coronación el monarca se declarara el más fiel servidor de la  res publica, contestó con indulgencia: «En los errores eminentes no consigo ver desdoro sino llaneza».

martes, 23 de marzo de 2010

Candidato al Plinio del año


La prensa nos trae puntual noticia de un acontecimiento natural digno de reseña. En un espacio completamente blanco, la tierra intenta asomar cabeza y emerge para liberarse de los hielos perpetuos. Oculto bajo el viejo glaciar se encuentra el macizo volcánico de Eyjafjalla, que lleva camino de verse recrecido. Por los medios de comunicación nos llegan algunas imágenes de la erupción, subrayadas en algún caso con apoyos verbales rocambolescos: "Hace dos días la tierra rompía aguas en Islandia para dar a luz en pleno hielo otra preciosa isla". Inmejorable ese toque cálido y familiar, aunque no del todo riguroso. Así que vayamos a la candidatura.


A diferencia del pico Sarychev en las Kuriles, por poner un caso de relumbrón que el año pasado ganó el Plinio a la mejor erupción*, aquí la combinación de elementos básicos resulta del todo novedosa, lo que hace plausible su candidatura al de este año. En esta erupción el aire y el fuego siguen presentes, pero sólo el hielo es visible ocultando los restantes elementos, agua y tierra. Y es que, por encima de retóricas entrañables y de premios bobos, el espectáculo del fuego abriéndose paso entre los témpanos es memorable. Hay en él algo de candidez mancillada, de elocuente desgarro y también de voracidad y de furia. Las autoridades islandesas siguen con prevención la evolución de esta agresiva reacción de la corteza terrestre bajo el glaciar Eyjafjallajökull. Sorprenden unas circunstancias que no se daban desde 1821, pero se confía en que como en toda erupción la traumática fisura cicatrice, sea en blanco o sea en negro.

Posdata: [*] http://scienceblogs.com/eruptions/2010/01/the_2009_pliny_for_volcanic_ev.php

lunes, 22 de marzo de 2010

Un poco de árnica, por favor


En el aprendizaje del dolor –en el arte de convivir con el dolor, quiero decir- el manejo del árnica viene a representar un primer paso. Para el que lo da es como un curioso rito de bienvenida o de iniciación. Tantas virtudes promete el fármaco cuando te lo recetan que lo buscas con impaciencia y, una vez encontrado y enterado de que reside en planta, te detienes a contemplar su imagen en el Atlas Floral con sentida admiración. En la lámina vas descubriendo los detalles de uno en uno, como si estuvieras detenido ante el escaparate de los milagros. Todo son presagios: las hojas largas y lozanas, el botón floral dorado y tupido, el tallo despejado y aéreo, los capullos prietos. Este entusiasmado repaso afianza tu fe, y tu deseo, de que nada podrá superar todo ese poder lenitivo que anuncian oculto en sus principios activos y de que los beneficios pronto te serán pródigos. Raptados por la ilusión creemos entrever en el árnica un aura de belleza, un equilibrio indescifrable y señales evidentes de su intención benévola. Al final de todo este pasmo ves a la magia misma haciendo presa en los achaques y retrayendo con puntual diligencia tu dolor. Dolor al que nunca invitaste, al que tampoco conocías, que tanto se anuncia y que insiste en presentarse, ese dolor. Si despierto ya lo ves de frente, aprende a pedir árnica, como quien pide compasión. Si lo haces en la botica, recibirás el perfumado ungüento y te abrirás ancho camino a un sano futuro de pacientes friegas. Pero si lo buscas por los jardines frenético a cuatro patas, o lo solicitas a los paseantes entre ingenuo y compungido, añadirás a tu dolor mucha chanza de poco alivio, y te verás en escena como un renqueante actor que pierde el aire y el hilo ante la ingrata concurrencia.

Posdata: [*]- Árnica montana. Lámina de Bilder ur Nordens Flora (1901-1905) de C.A.M. Lindman.