Que la tierra se abra no es una señal, es una desgracia. Que la gente sobreviva no es un milagro, es un rasgo de fortuna, y una prueba de superación en muchos casos. Que asistamos, que apoyemos a los que aquí se quedan, es una prueba de solidaridad y también de entereza moral. Más allá del dolor y el miedo, siempre hay un poso de tristeza, frustración y amargura invisible, que apenas llega a trascender en medio de las imágenes del desastre. Hay desgarros personales que tardarán, que quizá nunca lleguen a ser reparados.
viernes, 15 de enero de 2010
Haití
Que la tierra se abra no es una señal, es una desgracia. Que la gente sobreviva no es un milagro, es un rasgo de fortuna, y una prueba de superación en muchos casos. Que asistamos, que apoyemos a los que aquí se quedan, es una prueba de solidaridad y también de entereza moral. Más allá del dolor y el miedo, siempre hay un poso de tristeza, frustración y amargura invisible, que apenas llega a trascender en medio de las imágenes del desastre. Hay desgarros personales que tardarán, que quizá nunca lleguen a ser reparados.
Etiquetas:
Haití,
solidaridad
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario