martes, 14 de septiembre de 2010

Delirios pitagóricos


Leonardo da Vinci, Hombre de Vitruvio (1492)
Galleria dell'Accademia, Venice
El pasaje de Vitruvio en el que Leonardo se inspiró para componer aquel homo quadratus que describe las proporciones humanas, nunca llegó a tener tanta difusión como la figura leonardina. Sin embargo, ésta deja entrever el atractivo radical que el tema poseía para quienes entendían el cuerpo como espejo de la naturaleza. De su lectura se desprenden los principios inspiradores del humanismo renacentista, y una versión vitruviana del principio de Protágoras ---aquel según el cual «el hombre es la medida de todas las cosas»--- que deja literalmente al desnudo su deuda pitagórica. En el capítulo 1 del Libro tercero de De architectura, tras describir la imagen que quince siglos después Leonardo dibujaría, introduce Vitruvio la siguiente analogía entre hombre y templos:

«Por tanto, si la naturaleza ha formado el cuerpo humano de modo que sus miembros guardan una exacta proporción respecto a todo el cuerpo, los antiguos fijaron también esta relación en la realización completa de sus obras, donde cada una de sus partes guarda una exacta y puntual proporción respecto a la forma total de su obra. Dejaron constancia de la proporción de las medidas en todas sus obras, pero sobre todo las tuvieron en cuenta en la construcción de los templos de los dioses, que son un claro reflejo para la posteridad de sus aciertos y logros, como también de sus descuidos y negligencias».

Resumamos entonces los principios vitruvianos:
1. Los templos como morada de los dioses deben ser un espejo de armonía natural.
2. En el hombre, privilegiada imagen de la naturaleza, se observan las proporciones en que se basa esa armonía.
3. El hombre y los templos deberían ser un reflejo de la armonía que rige el universo.

Concluyamos a partir de ellos sobre el sentido del hombre:
El ser humano aporta una escala natural desde la que los templos se proyectan como marcos de armonía. Esa armonía surge del equilibrio entre las potencias naturales que se manifiestan a través de los dioses. En este sentido el hombre es reflejo y medida de la armonía universal, y por eso en las proporciones que presenta está la clave para la comprensión de todas las cosas.

Especulemos por libre y apaguemos fuegos fatuos:
La circunferencia sería una representación del universo y nuestras extremidades intentarían integrarlo en nosotros a través de las sensaciones. El cuadrado establece la medida del hombre e introduce un principio racional de orden destinado a encuadrar todas esas sensaciones. No puede haber armonía si las sensaciones ansiadas no se corresponden a la medida de las posibilidades humanas. Cuadrar el círculo alrededor del hombre vendría a ser como si en él estuviera la clave de esa armonía universal. A través de las matemáticas, el propio hombre ha concluido que esa cuadratura es imposible, por lo que quizá no sea el hombre la clave de la armonía o quizá la armonía sólo sea una idea ilusoria.


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