viernes, 24 de septiembre de 2010

En pasando las furias


Cartel de Le testement d'Orphée
Película de Jean Cocteau (1960)

No quisiera ofender, pero me he sentido bastante ofendido leyendo las innumerables torpezas que ilustran el repertorio con el que se promocionan los músicoterapeutas. Componen su catálogo de primeros auxilios una serie de cortes o extractos musicales a los que, podados de la obra original con intención de brevedad, se atribuyen asombrosas facultades sanadoras. Ya sabemos que hay situaciones en que es muy útil remover y estimular la capacidad del individuo para reconocer y propiciar su propio empuje. La música actúa en esos casos como una sólida palanca que ayuda a levantar el ánimo, o también a hundirlo. Llevar estos vagos principios generales a propósitos clínicos me parece complicado, pedir honorarios por ello lo veo más propio de rufianes. Pero siempre quedan las indicaciones bienintencionadas, esas que por escrito hacen doctrina. En una de esas estaciones de apoyo para espíritus afligidos, veo melodías indicadas para males tan diversos como la anorexia o el insomnio, por haber las hay hasta para la epilepsia. Pasado mi enojo, voy a contribuir a esos benignos propósitos, poniendo aquí al alcance de todos noticia de algo que, según dicen, es mano de santo para los pacientes de alcoholismo y de asma (sic). Se trata de un pasaje del segundo acto de la ópera Orfeo ed Euridice, en el que tras encandilar Orfeo a las furias alcanza los campos elíseos. Todo muy bien traído, y mejor si uno se aplica al oído una buena interpretación de la partitura de Gluck. Aún quedará la melodía más al desnudo —lo que quizá mejore incluso sus virtudes terapéuticas— si se elige la pulcra transcripción al piano que de ella hizo Wilhelm Kempff.


Danza degli spiriti beati.
Orfeo ed Euridice (1762), C. W. Gluck.
Versión piano, W. Kempff. Deutsche Grammophon, 1976.


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