jueves, 30 de septiembre de 2010

Libros y heridas


Fue hace algunos años. Escribí un libro con el que pretendía dar sentido y concreción, al menos durante algún tiempo, a cuestiones que venía estudiando desde hacía mucho y que me sentía libre de afrontar en probable perjuicio de otras más regulares y reconocidas, toda vez que de éstas apenas llegaba a obtener ni satisfacción ni reconocimiento alguno, más bien lo contrario. El proyecto se convirtió en urgente necesidad, en terapia de choque, a fin de aliviar el daño que, tras esa elección, me dejó una odiosa y gratuita humillación pública. Fue costoso, pero empeñado en sacar la cabeza, en salir a flote, conseguí mantener el impulso hasta el final. El libro tuvo escasa distribución y alguna crítica sangrante. Aún así pude escribir en primera página del volumen editado, en la dedicatoria a un amigo, algo así como «Ya ves, las heridas que nunca sanan pueden ser milagrosas». Creo ahora que esa conclusión, por poco que valiera y valga como sentencia, resumía mejor que las quinientas páginas el valor de aquel libro.

No hay comentarios: