En un lugar donde muchos han conseguido hacerse un oficio afilando la navaja, donde los sueños nunca acaban de despegarse de la gomina, donde se bendice el aire con labia burda y salpicante, pues bien, en ese afamado corral de la logomaquia tenían por palurdo y bronco a quien tuvo a bien presentarse tal y como era. Pasan estas cosas en las cortes milagreras y también pasa que asomar en ese foro con impecables modales de aldeano viejo, lejos de imponer, mueve a chufla, celebrándose entre codazos como si fuera un membrillo revenido en alforjas tocineras y con revuelo de moscas. Que un diputado llegue ceñido con ancho refajo y guarde en él leyes y enmiendas ofende muy hondo a quienes lucen fajín de seda. Como, además de tosco, este espécimen libertario se jactaba de cargar desde la izquierda, nunca hubo indulgente silencio sino acoso, provocación y recochineo. Y hubo réplica, y no podía ser fina ni diplomática, mucho menos huera, tenía que ser transparente y sobre todo directa. A alguno le pareció contundente, pero, claro, había que parar a tanta acémila. Fue todo soltar un «soooo» jupiterino y al punto quedó confusa la caballería, aunque algo mohína y espesa. Hoy el hombre que contagiaba su humanidad hasta a estas tenaces bestias se nos ha ido. En ese corral seguro que echarán en falta su ánimo y buen temple, y aquella mano maestra con que hacía cacarear a tribunos tan redomados como si fueran gallicos de pega.
* Caricatura tomada del blog entredossiglos.blogspot.com.
1 comentario:
¡Qué hermoso recuerdo de un hombre bueno, honrado, culto e inteligente, muchos más de las cuatro cosas que la mayoría de los que intentaban burlarse de él.
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