martes, 14 de diciembre de 2010

Todos para uno


Tomado de apuntesgestion.com
El aterrizaje de la jerga económica en eso que llaman desarrollo o crecimiento personal no sólo provoca cierta confusión, sino que conduce a malintencionados equívocos. No dudo de que la jerga tenga su sentido a la hora de «anclar emocionalmente» a gerentes e implicarlos en los planes previstos para la institución que mueven, pero entre la resignada comparsa no creo que mejore el ya de por sí complicado equilibrio personal, y mucho menos las aspiraciones a la felicidad o al sosiego emocional.

Cuando uno analiza los llamamientos con expresiones tales como cumplir programas, colmar expectativas, alcanzar objetivos, afrontar retos o socializar afanes, pronto descubre cómo ese encuadre ejecutivo se desliza invasivamente en la órbita personal, de la que se reclaman acciones, cuyo logro, fijado en techos numéricos, apenas entiende de referencias sociales y cuyas exigencias suponen al individuo así «recrecido» la progresiva pérdida de las personales.

Uno de los argumentos que muestra con más claridad el avance y la intimidación ejercida a través de ese tipo de programas de rendimiento laboral, disfrazados de crecimiento personal, es la facilidad con que sentencias tan malévolas como «nos has decepcionado, esto no es lo que esperábamos de ti» trasladan al ámbito de lo personal los resultados de la empresa. Además del mayestático «nos» que convierte al juez en un actor tan decisivo como inidentificable, se coloca ese extraño «lo que esperábamos de ti» en un lugar lo bastante inaccesible como para resultar culpable y como para que te sientas culpable.


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