El fantasma de la transparencia recorre las cancillerías del mundo y una ola de desconfianza se abalanza sobre sus tribunas. La vieja jerga del amago y la amenaza, aquel tupido juego de embustes y empellones, y el nuevo lenguaje académico del chantaje y el acoso, todo lo que ya suponíamos salta ahora a la vista. Esta cruda e higiénica visión me trae a la memoria al venerado Cínico del Gran Poder cuando instruía a la parroquia regalando sus bífidas palabras. «No puede haber confianza entre nosotros» decía el prohombre, «si previamente no hay de tu parte franqueza». Perdido entre el «nosotros», allí estaba yo. Gracias a su desconfianza hoy he recuperado la confianza, porque empiezo a saber lo que él no sabe.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Estuve perdido
El fantasma de la transparencia recorre las cancillerías del mundo y una ola de desconfianza se abalanza sobre sus tribunas. La vieja jerga del amago y la amenaza, aquel tupido juego de embustes y empellones, y el nuevo lenguaje académico del chantaje y el acoso, todo lo que ya suponíamos salta ahora a la vista. Esta cruda e higiénica visión me trae a la memoria al venerado Cínico del Gran Poder cuando instruía a la parroquia regalando sus bífidas palabras. «No puede haber confianza entre nosotros» decía el prohombre, «si previamente no hay de tu parte franqueza». Perdido entre el «nosotros», allí estaba yo. Gracias a su desconfianza hoy he recuperado la confianza, porque empiezo a saber lo que él no sabe.
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