miércoles, 17 de febrero de 2010

Desvaríos


Un motivo es el modo más eficaz de justificar un desvarío. Es habitual que se le añada al motivo el calificativo de justificado para armarlo un poco y llevarlo así al terreno de la lógica. Sin embargo, ahí le esperan oponentes conceptuales de cierto fuste, siempre dentro de las líneas de demarcación prescritas por Aristóteles. Para encadenar situaciones lo primero que deberíamos identificar es lo que él llamó una causa eficiente. Lo que parece distinguir a la causa del motivo es que, a diferencia de aquella, este último no fuerza necesariamente efecto. Esa holgura en el motivo convierte su lógica en un discurrir tortuoso, lleno de trampas y trucos, y en un campo propicio para la falsedad encubierta. Parece absurdo insistir en lo de motivo justificado, cuando de seguir cómodos por las reglas de la lógica, rayaríamos en el pleonasmo y sobraría lo de justificado, dejando el motivo al nivel de la causa. Más esclarecedor y ajustado a la realidad resulta hablar de motivo aparente, porque efectivamente el motivo es una causa sólo en apariencia.

Si continuamos por los derroteros tortuosos, habremos de aceptar como posible que un desvarío, por ejemplo, pueda carecer de un motivo justificado, aun cuando exista motivo. No teniendo fundamento éste último como para ser tomado por causa, podría sentenciarse en un juicio, incluso en presencia de motivo, la absolución de los hechos por muy grave que fuera el desvarío. Otra falacia escondida es la posible existencia de motivos no justificados. En torno a estos, el enigma se resuelve metiendo en el mismo saco los impulsos o acciones espontáneas, por un lado, y los falsos motivos, por otro, lo que haría del motivo un concepto indefinible y en la práctica equívoco. Pero lo más curioso de todo este asunto, lo que convierte a su lógica en un mecanismo sesgado, además de informal, es su insensibilidad al aumento. En general, en la lógica regular, a más causas, mayor determinación o expresión de los efectos. Pero no aquí, donde dos motivos para un desvarío ya no justifican nada, sino que acrecientan la sospecha de que nunca los hubo.


No hay comentarios: