Escuchaba hace poco una grabación de Heidenröslein, el poema de Goethe con el que Schubert compuso uno de sus más célebres lieds. La melodía es bastante exigente y al poco de iniciarse reclama a la soprano una breve pero intensa serie de agudos. El registro, tomado de una actuación en público de Irmgard Seefried en 1957*, es curioso. Seefried arranca con naturalidad, va dando forma a los primeros compases acompañada del piano, y avanza con contenido temor hacia las tonalidades agudas. Ahí se quiebra, hay un silencio, una ahogada risa. El piano enmudece, el público agradece con un cálido aplauso el intento y la cantante solicita disculpas. En el segundo intento nos retiene en un principio la compasión, pero la voz -pronto se percibe- ha ganado en sobriedad y firmeza. Emprende entonces la aventura con brumosa inspiración, y se deja simplemente ir, sin empeñarse en las alturas, dando fe de su emoción, que pronto prende y se extiende entre las notas como la caricia compartida. Lo que he calificado de curioso, bien podría aceptarse como una sencilla lección: Haz que tu emoción dé paso a la exigencia, pero no te exijas la emoción misma.
Orfeo International Music GmbH, München.
No hay comentarios:
Publicar un comentario