lunes, 30 de agosto de 2010

El hombre bueno


Llegó al convencimiento de que trabajaba por una buena causa cuando vio con qué generosidad llegaban sus benéficos efectos. Toda esa bondad iba siendo alimentada por el principio de necesidad. Comprendió que a tan benévola tarea debía uno entregarse con entusiasmo y sin rehuir las consecuencias, en particular las que se remitían a cuenta. Sorprendido en su buena fe por infames maledicencias, nada malo lograba ver en el acertado destino elegido por la riqueza. Respecto a sí mismo se veía como siempre, como un hombre cabal y honrado, como un amigo de sus amigos, en cuya compañía se había hecho a una metódica bondad y a una rentable exigencia.

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