Tengo la impresión de que esta será mi última entrada en mucho tiempo. No sería capaz de dar razones de peso ni de hacer un discurso de despedida para justificar este apagón. A estas alturas cualquier lector podrá encontrar en el contenido del Almanaque razones propias que harán comprensible y sumamente acertado mi abandono. Quizá algún otro día, con la mente un poco más despejada y algún afán nuevo, reanude este intento.
domingo, 31 de julio de 2011
Eclipse total
Tengo la impresión de que esta será mi última entrada en mucho tiempo. No sería capaz de dar razones de peso ni de hacer un discurso de despedida para justificar este apagón. A estas alturas cualquier lector podrá encontrar en el contenido del Almanaque razones propias que harán comprensible y sumamente acertado mi abandono. Quizá algún otro día, con la mente un poco más despejada y algún afán nuevo, reanude este intento.
sábado, 30 de julio de 2011
Matriz de imágenes
Escribir a partir de una palabra es dar prueba fehaciente de su fecundidad y rendir tributo a su capacidad para atraer y generar discursos. Visto así, toda definición vendría a ser un homenaje que honra y reconoce en cada palabra su atractivo y potencia. Sumadas todas, el diccionario nos dotaría de una fragmentaria luz con la que adentrarnos en realidades azarosas. Y con ese pertrecho, el discurso rebuscaría entre palabras y sus facetas hasta fijar secuencias de tímidos reflejos allá donde se adivina nuestra imagen.
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Donde mudan los usos
Máscara melanesia (s. XIX) Hood Museum of Art, Darmouth College. |
Hasta ahora la etnografía tenía para mí sus fronteras en Papúa, en Madagascar o en Mongolia, y en nuestras proximidades se dedicaba a recoger vestigios de costumbres y ritos ancestrales. El artículo en cuestión me pareció al principio ridículo, por el tema y por el escaso tamaño de muestra estudiada, y más tarde peligroso, como una puerta abierta a futuras exploraciones personales abusivas. Es verdad que no cuento con evidencia alguna de esos abusos y que la deformación del objeto y los métodos etnográficos da a todo este asunto un aire más que exótico. Pero tampoco puedo negarle atractivo a este nuevo análisis de nuestras anotaciones para deducir la compleja relación que mantenemos con el tiempo, ni a un metódico intento de explorar el uso de los calendarios como si fueran mapas de nuestro comportamiento. Quizá no haya muestra más fiel e informativa de los hábitos vigentes en nuestras actuales tribus que el calendario personal, al menos si nos imaginamos contemplados desde el futuro.
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viernes, 29 de julio de 2011
De la vida en la granja
Isla de Utoya (Noruega) |
El 30 de junio, tras interrumpir sus tareas en la granja, busca el chocolate guardado en una bolsa y encuentra un escarabajo. Al reaunudar el trabajo e ir a ponerse los guantes encuentra otro. En su cuaderno anota: «Claro que me he dado un susto. Después he comenzado a matar a todos los pequeños insectos que veía»
El policía disfrazado, los pequeños insectos... Una semana después, ¿quién no lo recuerda?
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jueves, 28 de julio de 2011
Canto límpido
Maria Stader |
A veces el canto nos suena como si surgiera límpida aquella primera voz que rompió el silencio. Ese es el sonido que evoca este Laudamus te, a pesar de escuchar la voz de Maria Stader acompañada por suntuosas cuerdas y aupada por armónicos bajos. Se diría que nunca tuvo que aprender en qué escala se recibe la inspiración ni qué tono puede alcanzar en su deleite. Nadie podría confundir su voz entre tanto instrumento, cuando como un navío primoroso, cargado de florituras, vibratos, coloraturas y algún que otro desaliento, se abre paso en nuestro oceánico silencio.
Laudamus te de la Gran Misa en do menor, W.A. Mozart,
Soprano: Maria Stader;
Radio Symphonie Orchester Berlin. Dir.: Ferenc Fricsay.
miércoles, 27 de julio de 2011
Mundo cruel
El mundo es cruel, hasta que lo doblegamos con nuestro espíritu normativo. A partir de entonces ya sólo es injusto.
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Propuestas, preguntas, respuestas
Quienquiera que pregunte sabe que está haciendo una propuesta, por lo que debería de saber también algo sobre el mejor modo de hacerla y tener en cuenta que
-proponer una pregunta exige antes hacérsela uno mismo,
-proponer una respuesta equivale a invalidar la pregunta,
-proponer una consideración previa no es hacer una pregunta,
-proponer una consideración tras otra viene a ser una proclama.
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martes, 26 de julio de 2011
El corazón se nos va
Nadie se acuerda ya de aquel entrañable corazón que nos enamoraba y que animaba nuestro pecho con suspiros, risas y llantos. Todo aquello es hoy una decadente metáfora que camina imparable hacia su definitiva desgracia. Pudo esa jerga sistémica, que tanto domina y agrada, haberla rehabilitado y conservado para el coloquio concediéndole, a falta de funciones, algún tipo de beneficio histórico. Le hubiera bastado al corazón un título, algo virtual como centro cordial de levedad —un contrapeso al de gravedad que arrastramos—, o quizá mejor, algo más administrativo como sede personal de operaciones emocionales. Pues no, nada de eso ha sucedido, el lenguaje empieza a ser un gobernante demasiado estricto. Con las crecientes exigencias la metáfora ha llegado a nuestros días agotada, convertida en un símbolo residual, gazmoño y ridículo. Y mientras ese corazón, con todo su halo literario, poco a poco se desvanece, vemos renacer uno nuevo en metáforas mucho más rudas y laboriosas. En la discreta categoría de símil funcional, el corazón ha vuelto a las pantallas, pero como una simple bomba de riego corporal. Una severa lección de humildad para aquel corazón en su día omnipotente, que algunos insensibles agravan incluso, al dejarlo en mero recipiente con el que trasegar de un lado a otro del cuerpo los anodinos nutrientes. Avejentado y sometido a fatiga, a nadie debería extrañarle: el corazón se nos va. Hasta la sangre, su imagen consorte de siempre, ha salvado sin problemas el final de la lírica y ofrece su nuevo servicio como metáfora violenta. Puede que eso les haya hecho distanciarse, algo muy natural. Si la sangre finalmente lo repudia, aquel entusiasta corazón, aquel que nos enamoró, tiene contados sus días.
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lunes, 25 de julio de 2011
El carrusel
En literatura de circunstancias, como la que aquí practico, los aires del carrusel molestan y confunden, ya vaya el autor o el lector embarcado en el viaje. Con el retorno una y otra vez al mismo punto nos sentimos invadidos por un aburrimiento circular que apunta inequívoco a una lamentable pérdida de tiempo. Cambios de registro en el tono no se inventan todos los días, porque el tono, que al final marca la pauta y la partitura, es fruto del paso de los días. Son los hechos, y no los de los periódicos, los que nos arrancan nuevos registros, con resultado no siempre inteligible. Unas veces suenan como suspiros, otras como quejidos y en algunas ocasiones como desesperados gritos. Darle cuerda a todo eso es más difícil que hacer girar el carrusel y pasear cómodamente montado como un enigmático maestro, como un explorador pasmado, como un mitómano exquisito, como un revenido melómano, como una voz insustancial, como un pedante abatido, como un solemne eco… Y ahí ya me bajo, porque en esta feria no hay más caballitos.
domingo, 24 de julio de 2011
Aquí y ayer
Ensalada de verano |
Para encontrar entre esos números algo de calor hay que hurgar en la memoria de aquellos veranos en que la luz nos devoraba. Aquellos tiempos en que el sudor lentamente discurría y nos recorría de arriba a abajo sin que ventiladores ni brisas pudieran remediarlo; tiempos en que aterrado tanteabas de noche tus carnes tumefactas, las mismas que a los dos días lucías de un marrón acartonado; tiempos de boca seca, de lengua espesa, de discurso torpe y vocinglero, con voces entrecortadas, ronquidos tremendos, sobrados de espasmos, hipos, carcajadas y risas; tiempos para los conciertos gregarios, para los orfeones espontáneos, para las cuadrillas socarronas, para las insufribles rondallas, para las grandes paradas y desfiles familiares. Y después, para refrescarse, aquellas zambullidas agónicas en playas, en pantanos, en piscinas, en duchas, bañeras, pilas y pilones; y para espabilarse, las acampadas en la fragante jungla con aquellos tufos salvajes a pies, a sobacos, a manos, a entregarras; y para levantar el ánimo de la tropa entera, aquellos cabreos arrebatadores y contagiosos con amigos cercanos y lejanos, con parientes y allegados, con espontáneos paseantes y mirones. En la memoria quedan aquellos fogosas y benditas tardes de tiento y bochorno, de moscas y fiesta, de coitos y sacudidas, de frutas y músicas. Y campando por encima de todo, un cielo generoso: de día ardiente, con un sol siempre vivo, y de noche lúcido, al arrimo de la buena estrella.
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sábado, 23 de julio de 2011
Su eco en la red
No estoy seguro de que la oposición entre apocalípticos e integrados arroje luz en la actual fase de la cultura de masas, una fase caracterizada por la implicación de las redes informáticas. Umberto Eco actuó en su día con un doble foco. Las artes que centraron su atención fueron el cine y el comic, por ser aquellas en las que mejor se apreciaba la ruptura con el pasado. El principio que marcó el signo de los nuevos tiempos fue la difusión general e industrial de la cultura, particularmente en esas dos ramas artísticas. Creo que la diferencia entre la difusión en red y la industrial no es una cuestión de grado, sino de otro orden. Creo que hay una marcada diferencia entre Superman y el Neo de la saga Matrix.
La perplejidad ante la nueva situación ha llevado a algunos a adoptar la mirada del Jano bifronte, ora como integrados ora como apocalípticos. La mirada del integrado sigue el curso fácil de lo tecnológico y apunta fascinada a la progresiva creación de una conciencia global a través de las redes. Desde esta perspectiva el integrado, leía en el blog de Berto Romero, «intuye mareas de pensamiento, flujos de opinión y fantasea con la construcción de una mente-colmena que potencie el cerebro humano hasta límites insospechados» y que incluso guíe la Gaia postulada por James Lovelock a un horizonte de autosuficiencia y omnisciencia dichosas. Por contra, bajo su mirada como apocalíptico todo aparece difuso tras una máscara un tanto levítica, que pide a gritos arrepentimiento y retorno a una fe artística en vías de desaparición. Aquella oposición que sirvió de base al análisis de Eco queda, pese al intento de equidistancia de Romero, convertida en un instrumento demasiado asimétrico y caricaturesco, necesitado de profunda revisión.
viernes, 22 de julio de 2011
Cuatro palabras
A modo de desenfadado homenaje, pero asomándole la emoción, su hermano Carlos nos contaba la despedida. Fue al acercarse a su lado cuando ella entreabrió los ojos un instante, buscó algo de claridad con la mirada turbia y sentenció con mortal fastidio «¡Qué asco de día!». Luego volvió a cerrar los ojos para no volver a abrirlos nunca.
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¿Has encontrado tu contrarréplica?
Algunas teorías son extravagantes hasta que se confirman y otras lo son incluso después. Son mayoría, sin embargo, aquellas en que lo extravagante es intentar confirmarlas. Mal podría haber imaginado el Dr. Aaron Folger en su provinciana Aachen natal que un siglo más tarde la teoría que él postulaba como gran avance social y científico encontraría el entusiasta apoyo del movimiento serafista de los Hermanos Gemelos. En la sección de información local de un sucinto ejemplar del Pretorian Standard, publicado en Paradise (Nevada) y fechado el jueves 22 de julio de 2010, se recogía la siguiente noticia:
«Los Hermanos Gemelos anuncian una activa campaña de proselitismo, que juzgan definitiva para su destino en este mundo y decisiva para su bienestar en el otro. Desde su sede central, establecida en Bendy Farm hace ya unos veinte años, su portavoz Bill Carrey ha hecho un angustioso llamamiento público en el que ha diagnosticado con sobria precisión los males venideros en un inmediato futuro y ha animado a la población mundial a un examen urgente de sus responsabilidades personales. Seguidamente ha reclamado a todos «un gesto de audacia» para que cada cual busque el contrapeso que permita restaurar, primero local y después globalmente, el equilibrio natural. Sabido es que, según la teoría del Dr. Folger de la que los HHGG son fervientes seguidores, existe para cada individuo, en algún lugar del mundo y durante toda su vida, lo que él calificó como gemelo simpático, una suerte de réplica personal suplementaria que formaría a su lado un sistema de vasos comunicantes y llevaría a ambos a un estado de armonía y paz, fruto de algo parecido a un equilibrio hidrostático de humores. En opinión de Carrey, la teoría de Folger siempre ha tenido convencidos partidarios en América, pero ha gozado de una difusión fundamentalmente académica, y por lo tanto demasiado restringida. La intención de los HHGG con su campaña es promover la masiva presencia e infiltración en las redes sociales de perfiles personales, todo con el honroso fin de ayudar a cada individuo a encontrar su pareja, con independencia de raza, género o religión, y de lograr con ello una evolución personal armoniosa, neutra y correctamente estabilizada junto a su simpático. «De este modo», nos previene, «lograríamos atacar en su misma raíz todos los desequilibrios mundiales y por una vez avanzaríamos seriamente hacia el verdadero nuevo mundo, hacia la América en equilibrio"».
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jueves, 21 de julio de 2011
El secreto del poder
Diálogo (1993), José Bedia |
Progenio— Sobre todo diría que lo hace durar para que intrigue y rinda. Como guardián tiene el deber de cuidar de la palabra oculta, rodearla de misterio y hacer de ella un fulminante. Es entonces cuando siente en sus manos el peso del poder. Oye el clamor de la multitud y complacido ve el cortejo público que se acoge al misterio como si fuera un acto de sumisión a su palabra muda.
Melanio— Dices que es suya la palabra, ¿debemos suponer, pues, que es suyo el secreto?
Progenio— Suyo sería lo más sutil, ese poder tan volátil, las restantes fuerzas no. Con un rayo en la mano y solo frente al pueblo congregado es fácil sucumbir a visiones y creer que también la palabra es suya. Pero se equivoca, el sólo es custodio y representa un punto fijo. Bajo esa señal visible y dominante, un polo secreto sirve de resumidero a la dispersa energía. En su ingenuidad cree que todos le miran, cuando vive al acecho de la ansiedad, la angustia y otros impulsos polares de quienes sin estar en el secreto se saben sus genuinos creadores y dueños.
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miércoles, 20 de julio de 2011
Me callo lo que afirmo
Entre afirmar y negar, entre decir y no decir, no hay día que pase en que no veamos aparecer posturas intermedias. Esta polivalencia viene de la mano de una retórica fácil para los falsos pronunciamientos. A modo de ejemplo, podríamos empezar por una figura tan explícita como el «ni afirmo ni niego», seguida de la también muy común «yo no lo he dicho, tú lo interpretas». Otros, para no parecer a la defensiva, proponen un tono expiatorio, pero con negaciones etéreas, como «no es eso lo que quise decir», aunque sin dar pie a nuevo pronunciamiento. Abundan también fórmulas enrevesadas como «si lo dijera más claro, ya no sería cierto» o «cuando lo dije, puede que aún fuera verdad», con las que se exploran nuevos modos, cada vez más opacos, de pronunciarse. Y eso por no hablar de la remisión a «otras fuentes», que suele implicar necesariamente nuevas e imposibles encuestas.
Es verdad que esa ampliación de la bivalencia es iniciativa del actor, del que se pronuncia, ya sea en verdadero o falso. Pero, junto al que declara surgen las interpretaciones, que dependen en buena medida de las reglas de lectura del observador. De estas hay también muchas, casi tantas como observadores, si bien algunas son ampliamente aceptadas. En culturas poco dadas a los silencios y a su lenguaje escuchamos, por ejemplo, aquello de «el que calla otorga». Lo curioso es que este modo de extraer verdades, casi ortopédico, haya pasado a tener curso legal en la versión de «si no lo condenas, tú mismo te condenas». Algo parecido sucede al pasar la garlopa sobre supuestos, ironías y entrecomillados. Podría ser el caso de alguien que, sin remarcar el gesto, suelta «si yo fuera tú, igual me lo creería», y de quien, lejos de recibirlo como insulto, lo entiende como la anhelada confirmación.
Todo parecería un juego entre quienes declaran y quienes interpretan, entre los que quieren «evitar decir» y los que quieren «intentar adivinar», si no fuera porque quienes tienen la obligación de decir se dedican a interpretar su obligación y quienes tienen la tarea de interpretar se dedican a desdecirse en su tarea.
martes, 19 de julio de 2011
El valor de la belleza
Los cuatro caballos de la basílica de San Marcos en Venecia bien podrían servir como emblema de la codicia y la belleza. Napoleon se los llevó a Paris en 1798, donde fueron acomodados hasta su derrota de Waterloo en lo más alto del arco del Carrousel. Su periplo empieza, sin embargo, mucho antes de su estancia en Venecia. Allí llegaron en la Edad Media como botín de guerra, pero anteriormente coronaban un ala del famoso Hipódromo de Constantinopla. Probablemente tiraban de una cuadriga y aparecieron en la antigua Bizancio quince siglos antes, procedentes de la isla de Quíos como regalo de su tirano.
Fuera o no en nombre de la fe, en nombre de la cristiandad latina encabezada por el Papa, los cruzados saquearon Constantinopla en 1204 y la despojaron de sus riquezas. La lista de estatuas que allí desaparecieron debió ser larga, tan larga como la rapacidad de los saqueadores. Su destino nos ha sido referido por Niketas Choniates en su Historia:
Aquellos bárbaros, que odiaban lo bello, no permitieron que las estatuas presentes en el Hipódromo y otras obras de arte maravillosas escaparan a la destrucción, sino que hicieron con todas ellas monedas. Y así fue como grandes cosas se cambiaron por pequeñas, y aquellas obras creadas con enorme esfuerzo se convirtieron en monedas de cobre sin valor.
Podemos suponer que los caballos competían en belleza y valor con las estatuas que Niketas cita en su obra e incluso con otras de las que apenas tenemos noticia. A muchos les gusta creer que estos caballos de San Marcos representan, en medio de las vicisitudes, la pervivencia de la belleza intemporal. Lo cierto es que la historia de su disputada posesión no refrenda ninguna belleza moral, pero si aun así fuera, la creencia en esa pervivencia sería equivalente a afirmar que la desaparición de las restantes estatuas, la inmensa mayoría, constituye un sonoro triunfo del dinero. En realidad, ateniéndonos a esa mayoría, más claro resulta este segundo triunfo, que muestra probablemente el valor y el destino natural de la belleza.
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domingo, 17 de julio de 2011
Artistas anónimos
Imagen del American Museum of Natural History |
Frente al cuadro, lo que pueda ser científicamente significativo quizá quede fuera de nuestro alcance. Pero eso no nos hace incapaces de observar en él detalles como la granulación, la textura o el colorido, y apreciar su variación y armonía. Decidir si estos factores, que surgen de la simple visión del cuadro, son criterios estéticos, además de distintivos científicos, es algo que requeriría una discusión más extensa. Pero de aceptarse, cuadros como éste seguramente deberían registrarse entre las artes gráficas. Y sería así, pese a la falta de intención o de conciencia estética del «artista».
sábado, 16 de julio de 2011
Icarontes
De guiarnos por los periódicos y sus noticias financieras, podríamos acabar creyendo que todo lo que llega a nuestras manos nos es dispensado a cuenta y con retorno a plazo fijo, y que es así hasta para el aire que respiramos. Si de acuerdo con esta impresión la vida es una simple fórmula de crédito, extendida a todo lo que cubre nuestro radio de acción, habrá que concluir que es un negocio ruinoso. Y habrá que empezar a distinguir entre el ánimo imprescindible para disfrutarla y esa invitación a fogueos para mantenerla en caliente —o recalentada, quién sabe—, estímulos que nos hacen ver la realidad como una cruda y permanente disputa con el resto de los vivos por el poder de la ventaja.
No hace falta acatar mandamiento moral para entender que el gasto emocional por hacerse con una de esas posiciones, por auparse con alas hasta hacerse visible a sí mismo por encima de los demás, es un plan a la larga insostenible. Algo recuerda a Dédalo, el arquitecto de vidas laberínticas, sin olvidarnos de su hijo el desfallecido Ícaro. Si con el primero celebramos el vuelo al paraíso, con el segundo reconocemos su dramático coste. Tras la llegada a su destino y la pérdida de Ícaro, seguimos a Dédalo en su destino, caminando bajo el peso de su ingenioso aparejo. Esas alas enormes le acompañarán para siempre, pero no como despliegue de supremacía. Esas alas las arrastrará como grotesco recuerdo del pasado y como muestra de su impotencia para afrontar en su paraíso una nueva vida.
viernes, 15 de julio de 2011
A la luz de la luna
Nocturno entre matorrales © autor |
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miércoles, 13 de julio de 2011
En la isla
Higuera en el borde de un acantilado © autor |
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martes, 12 de julio de 2011
Bandeja china
Entrada la noche el desasosiego me suele hablar con diferentes voces, algunas de ellas muy tercas y, lo que es peor, sin ningún mensaje claro. Una carencia de claridad de parecida medida a la de la insistencia del mensaje. No soy de los que, al callar las voces, amanece como protagonista de dramas oraculares, en los que el cielo del profeta se puebla de presagios y su tierra de infamia y sospechas. Puestos a encontrar parentesco a mis despertares, los veo más cerca de lo que antes llamaban un examen de conciencia. No vienen estos, sin embargo, para aliviarme del estallido de tormentas morales, del clamor de voces que me acusan, de cargas y culpas que entre sueños me atropellan. Con ellos lo único que intento explicarme son esos crueles devaneos que encuentran su refugio final, en cuanto el ensueño se quiebra, en dos o tres palabras sueltas.
La mayoría de las veces no es fácil reconocer el objeto que les corresponde, ni siquiera si ese objeto existe. Pero el capricho con que se conjugan en esos trances voces diversas suele hacer feliz al reconfortado vidente. A base de proyectarlas en semánticas ya muy fatigadas cree dar muestras de lucidez literaria y cumplir con la utilidad pública como poeta. Otras veces, como esta mañana, el despertar sólo me trae a la cabeza dos palabras confusas e inconexas. En concreto, bandeja china. La verdad, no sé responder de ellas. Si acaso, respondería de seguir sumido en aquel oleaje nocturno, que batía las murallas de mi memoria, y del que emergían una y otra vez las dos palabras triunfantes.
Recuerdo, eso sí, que preservarlas llegó a ser un esfuerzo extenuante, un esfuerzo que ahora, tras hacerse de día, parece absurdo sin esa clave con la que cobrarían sentido. Con la vuelta a la luz y a la razón meridiana mi confusión aún ha aumentado más. Me prometía una analítica observación de mi conciencia, con repetidos protocolos y exámenes, pero el resultado es pura impotencia. Ya sé que el motivo de la bandeja china es insustancial, pero anima junto con otros a la duda. Y de ella ha arrancado este último y desesperado intento de revisar páginas y páginas de toda clase de bandejas chinas, con la esperanza de identificar en alguna de ellas un mensaje subliminal, algo con lo que rescatar el desvariado discurso de otra noche perdida.
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domingo, 10 de julio de 2011
Explorador
El que habla más de lo que piensa es propenso a perder la sintonía y a confundir las verdades inciertas con las mentiras ciertas.
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sábado, 9 de julio de 2011
Bajo el suelo filosófico
Nadie se hace cargo de ese concepto clásico de alma, de raíz aristotélica, cuando se presenta como sede natural del pensamiento y de las pasiones. A día de hoy supondría reconocer la existencia de una misteriosa caja negra emocional con asiento físico desconocido, o peor, perdida por todo el cuerpo. Tampoco las versiones racionalistas, la de Leibniz por ejemplo, parecen dar con la clave, cuando pasa el alma a ser apellidada racional, activando en nosotros un espíritu destinado a discernir las verdades necesarias y eternas, y a distinguirnos de otros animales, aparentemente más simples. En el camino y ajeno a ese espíritu queda, pese al esfuerzo analítico de Burton o de Spinoza, buena parte del caudal de pasiones, particularmente las tristes. El horizonte racional distrae de nuestra atención ese mundo sumergido bajo la razón y nos ofrece una ilusoria firmeza lógica, en un escenario perpetuamente abierto a frecuentes tormentas y regulares mareas emotivas.
A su vez la sociedad, a través de la ciencia, concurre en un modelo de razón que abunda en muy altas y diversas ramas y que más allá del suelo se desentiende de sus raíces. El origen de nuestra lógica no parece que sean los axiomas, a los que podemos tomar, si acaso, por efectos mentales estables, aunque siempre expuestos al ajuste o desajuste de las emociones. Lo peor de perder ese horizonte racional es que esa pérdida se produce sin remisión a ningún otro horizonte. No hay un horizonte emocional inicial en el que sentarse a contemplar el desarrollo anímico de los seres vivos. Esa línea de partida es una idea ilusoria. De lo único que podemos hablar en ese universo emocional, del que los humanos creemos emerger como campeones, es de convergencia y de profundidad. Desde donde nosotros observamos —a veces incluso científicamente—, la convergencia emocional sería el modo en que se van concretando las emociones y capacidades que acabamos viendo desarrolladas en algunos seres. Darwin dejó escritas páginas decisivas en La expresión de las emociones, mostrando las líneas evolutivas que permiten seguir en los seres vivos esos procesos de convergencia.
Por lo que se refiere a la profundidad, el camino es, como en el análisis, mucho más tortuoso. Hay que tener en cuenta que el patrón conceptual que hemos socializado y que tomamos como referencia en el pensamiento pierde nitidez al intentar encontrar referencias emocionales que nos puedan poner en relación con el resto de los seres vivos. Lo difícil es entender en qué modo y en qué modelo social viviente estas segundas referencias, las emocionales, sirven de soporte a las primeras, a las conceptuales. Pongamos un sencillo ejemplo final para hacernos una idea de la seriedad de las dificultades. Pensemos, por ejemplo, en la profundidad emocional de un sentimiento no siempre racional y, sin embargo, socialmente elemental y necesario como es la amistad. ¿Cómo reconocer esa amistad y cómo aceptarla, si quien la ofrece no es racional? Y salvado ese umbral, ¿qué sociedad nos invita a compartir?
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viernes, 8 de julio de 2011
Nuevos cabezudos
Cabezudo de Thomas A. Edison |
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jueves, 7 de julio de 2011
Los escarabajos metálicos
Chrysina aurigans y Chrysina limbata. Foto: Eduardo M. Libby |
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miércoles, 6 de julio de 2011
El mudo
Le coucou, François-Nicolas Martinet, grabado en Ornithologie (1773-92) |
martes, 5 de julio de 2011
Refundación del privilegio
Si la matemática fuera una pantalla, lo infinito aparecería en ella como una imagen de lo absoluto, de lo que no admite recuento final. Cualquier distinción que se haga entre infinitos podría ser trasladable a lo absoluto y por simpatía a los modos en que se ejerce el dominio. Con cierta extrañeza Aristóteles hacía en su Física una de esas distinciones, señalando que «lo infinito resulta ser lo contrario de lo que se nos dice que es», y continuaba apuntando que lo infinito «no es aquello fuera de lo cual no hay nada, sino (..) aquello fuera de lo cual siempre hay algo». La idea cuestiona ese infinito asociado al dominio, al todo, y que se suele confundir con él.
Al poner el punto de mira en lo que queda fuera, en lo que no se domina, lo infinito ya no depende del todo, y lo absoluto tampoco consigue encontrar ese tipo de soporte unitario. Nace a partir de ahí un absolutismo nuevo, que ya no se centra en el espacio que se domina, sino que al situarse fuera de él se reserva el poder de negar ese todo. Ese modo de rebasar el estilo clásico de lo absoluto, el reflejado en un infinito dominante, recuerda un poco a lo que cuenta Sciascia de la percepción siciliana del poder: «El privilegio no consiste tanto en la libertad de gozar de determinadas cosas, como en el gusto de prohibirlas a los demás».
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lunes, 4 de julio de 2011
¿Un estilo de vida?
Guerra de Vietnam, foto tomada de The American Experience |
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domingo, 3 de julio de 2011
Teatros naturales
Bosque de Alkurruntz (Baztan) © autor |
Debe escogerse algún lugar en que la sombra tenga algún contrapeso que la incomode, eso lo primero. El bosque, por ejemplo, mantiene las sombras sujetas a la incertidumbre y la sospecha de miradas ocultas o de trampas profundas. No todos los rincones valen para ese cometido, pero si se escoge bien, hasta un distraído y alegre pastor puede ser un motivo temible si lo hacemos descender desde lo alto del bosque, a grandes zancadas, envuelto en pieles y con aire depredador. Con un motivo como ése, y animado por esa dinámica, podemos dar un segundo paso, esta vez hacia la inversión del cuadro de apacible descanso a la sombra de los árboles. De lograrlo se tendrá por sobrecogedor lo que hasta ahora era tan acogedor. Pero si queremos el efecto definitivo, incluso con el sol en el zenit, escogeremos la umbría de un monte boscoso. A esa hora el sol rebasa la cresta, arroja la luz a ras de ladera y coloca árboles, rocas, arbustos, el bosque entero, a contraluz del que asciende. En la lejanía iremos distinguiendo de aquel bucólico pastor su extraña figura y poco a poco el contorno de su negra y creciente sombra, acompañada del bronco chasquido de la hojarasca cada vez más próximo. Mejor que no sea risueño, sería terrible escuchar su desatada risa y peor verlo bajar corriendo entre carcajadas como un oscuro monstruo burlón que viene a nuestro encuentro.
Bien se ve, pues, que un escenario frondoso, un actor oculto y el desafecto de la luz, unido todo frente a un sujeto, sea éste sensible o apocado, curioso o imaginativo, puede servir como un virtuoso prisma con el que el mundo deja de ser lo que parece.
sábado, 2 de julio de 2011
viernes, 1 de julio de 2011
Ala solitaria
No hay amor que sostener pueda
el ala solitaria en vuelo.
No hay aliento posible,
ni relato que mitigue su caída,
Ves de lejos
cómo la gravedad la arrastra,
ves de cerca
ese último e interminable giro
y el vértigo desolador que la domina.
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