lunes, 4 de octubre de 2010

Por las ramas


Árbol fractal Julius
Se habla en ocasiones del poder de las metáforas para sugerir estructuras y ahormar el pensamiento, aunque pocas veces se lleva lo metafórico al marco de una lógica. De encuadrarlas lógicamente sería interesante empezar por clasificar los distintos soportes que encuentran, para pasar después a sopesar su capacidad de proyección. No parece que se haya avanzado mucho en eso, y lo más frecuente es seguir el curso de la metáfora de una manera más informal, sin salir de la disciplina en que aparecieron. Sin embargo, los casos más atractivos son aquellos en los que la metáfora salva limpiamente la brecha que separa a dos disciplinas. En la investigación científica, aun cuando no se diga explícitamente, son muchos los problemas en los que las metáforas sirven como un diseño de fondo sobre el que van evolucionando una serie de conceptos más lábiles que encuentran ajuste final en una estructura, modelo u organización, desde la cual se pueden formalizar y precisar mejor las cadenas de comportamiento. En definitiva, la metáfora viene a ser un modo singular y poco reconocido de impulsar la abstracción.

Acogidas a esa fórmula que se inicia con un «es como si», algunas de estas metáforas de proyección científica han resultado ser de ida y vuelta. El árbol, por ejemplo, es un sugerente objeto, cuya figura ha dado lugar a múltiples ideas, entre ellas el desarrollo de genealogías o la jerarquización conceptual a través de nudos y ramas. En Matemáticas, siguiendo estos patrones, el árbol se asocia a un tipo bien definido de lo que algebraicamente se conoce como grafo. Tanto este concepto como los esquemas anteriores no dejan de ser proyecciones metafóricas del objeto original. Lo curioso es ver de vuelta al árbol, sujeto a descripción conceptual mediante un diagrama arborescente y definido para la ocasión por un grafo semántico, que va mostrando a través de cada rama las funciones que rigen en su desarrollo fisiológico. El ciclo parece haberse cerrado cuando ese árbol metaforizado, transmutado en un modo de generar abstracción, retorna al árbol original para acabar de definirlo. Puede que el árbol se pueda explicar por medio de una definición precisa, pero gana mucho cuando, en una sorprendente pirueta, se vale de su capacidad metafórica de evocación conceptual para explicarse a sí mismo. De un modo similar, los humanos solemos encontrar en la imagen que las metáforas ofrecen de nosotros nuestra mejor explicación.


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