Rescatar el momento parece un modo positivo de rechazar la historia, y más cuando ésta se nos impone como un peso natural que nos vemos obligados a soportar junto con todos los que en vida nos acompañan. La gravedad de los hechos reflejados en ella no debería sernos ajena, pero esa naturalidad con la que asumimos todo el peso muerto que acarrea, no debería llegar a embargar nuestro juicio ni a intimidarnos. Frente a esa historia oficial de cifras y dictámenes nos queda la posibilidad de reconstruir la historia con momentos y de proponerlos como contrapuntos desde los que contemplarnos en perspectiva para afrontar con esa visión extrapolada el arduo ejercicio de aceptarnos entre los demás. La historia pasaría a verse como una sucesión de acontecimientos sobre los que proyectamos nuestras propias vivencias y nuestro compromiso interpersonal. Renunciar a ella cerrando los ojos o viviéndonos en un mundo amnésico y perpetuamente renovado no nos hace más felices, nos hace más previsibles y más fáciles de someter al yugo de las historias gratificantes.
martes, 29 de junio de 2010
Contrapunto histórico
Rescatar el momento parece un modo positivo de rechazar la historia, y más cuando ésta se nos impone como un peso natural que nos vemos obligados a soportar junto con todos los que en vida nos acompañan. La gravedad de los hechos reflejados en ella no debería sernos ajena, pero esa naturalidad con la que asumimos todo el peso muerto que acarrea, no debería llegar a embargar nuestro juicio ni a intimidarnos. Frente a esa historia oficial de cifras y dictámenes nos queda la posibilidad de reconstruir la historia con momentos y de proponerlos como contrapuntos desde los que contemplarnos en perspectiva para afrontar con esa visión extrapolada el arduo ejercicio de aceptarnos entre los demás. La historia pasaría a verse como una sucesión de acontecimientos sobre los que proyectamos nuestras propias vivencias y nuestro compromiso interpersonal. Renunciar a ella cerrando los ojos o viviéndonos en un mundo amnésico y perpetuamente renovado no nos hace más felices, nos hace más previsibles y más fáciles de someter al yugo de las historias gratificantes.
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