Cartulina marmorizada de Il Papiro, Firenze
Las hay como para imaginar una gigantesca bandada de ángeles. Alas que planean y cubren el cielo por completo con su traslúcido manto. El azul, que se filtra, va describiendo aguadas a modo de olas, en insistentes y sucesivas emplumadas. Unas plumas calan profundas en el azul, como lenguas marinas, otras quedan retenidas por la luz, como diademas claras. De algunas señales se deduce el impulso que da firmeza al vuelo, retenes metálicos que tejen contornos dorados y seguros. Algunos de ellos se perfilan de negro como si miraran al abismo desafiantes. Para oir el ruido monstruoso de la batida bastará cerrar por un instante los ojos. Nada nuevo. De hecho, ya son muchos los ángeles que nos rodean.
A la cartulina ha llegado este despliegue de alas para posarse, gracias a la vieja técnica de la marmorización. Su apariencia marmórea es fruto de la emulsión sobre el agua de trementina y bilis bovina, que son las sustancias que trasladan al papel el aceite y los pigmentos, y las que van formando con la ayuda y pericia del artesano las delicadas figuras. El proceso asegura de manera natural una multiplicación del patrón, dejando al azar la etapa última. Esto confiere a las alas evocadas una identidad inequívoca y una individualidad observable. Muestra en este punto la artesanía la distancia que le separa de los motivos seriados, que en este caso serían además inconvenientes, porque, si bien la tecnología nos ofrece ya animales y quizá hasta hombres clónicos, ¿puede alguien imaginar la posibilidad de dos ángeles de idéntico plumaje?
No hay comentarios:
Publicar un comentario