Remate de la entrada a Cas Comte, Ciutadella (Menorca)
Esta enigmática vigilante velada sigue dando la bienvenida a los que pasan por el umbral de entrada al palacio del conde de Torre Saura. Se dice que no pudiendo atender al rango, a la posición o a la condición del visitante, todos podían ante esta ciega criatura darse por bienvenidos a palacio. El enorme caserón se levanta en el siglo XIX, tras la definitiva reincorporación de la isla de Menorca al reino de España. Para entonces sus nobles, que habían vivido el final del XVIII bajo sucesivas soberanías británica, francesa y española, no sólo conocían los nuevos vientos revolucionarios que llegaban del continente, sino que habían sido educados en el pragmatismo. Tiempos en que la abierta ostentación podía ser una actitud, además de poco cristiana, algo torpe y hasta suicida. La ostentación aristocrática, se entiende. Porque los ostensibles guiños al pueblo llano podrían ser hasta bien recibidos. Cuando por genética no puede declararse demócrata ni burgués ni ciudadano de a pie, debe optar por soluciones imaginativas. Sin renunciar siquiera a sus heredades, siempre puede uno salir del paso declarándose políticamente neutro o ciego, o mejor propietario ciego, y manifestarse concesivo y compasivo, aunque sólo sea en piedra tallada.
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