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Ernesto Sábato |
Con su mente atraída por el áspero contraste que ofrecían figuras tan dominantes como Verlaine, el poeta, y Poincaré, el matemático, su coetáneo Paul Valéry se enfrentaba a la disyuntiva de crear o de creer en una síntesis de esos dos universos. En esa agonía dialéctica, que tantos habían sentido como propia, terciaría el joven Sábato, pasadas las guerras y mediado ya el siglo, para concluir como quien se confiesa: «A los hombres de espíritu universal sólo les queda el recurso de la melancolía».
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