domingo, 8 de mayo de 2011

Verde profundo


Bosque de Aintzioa (Erro) © I. Marín
Aquel es un extraño lugar, del que emana una atmósfera de sosegada quietud. La querencia del haya vieja por ese arruinado peñasco, al que con aire maternal cree proteger y cubrir, no llega a ocultar el sólido pie que la roca ofrece generosa a sus raíces, firmes en el suelo incierto y sombrío, que sirve de asiento a este encuentro antiguo y feliz. Entre dos luces reconocemos la hojarasca y también el musgo, que con sus verdes matices va dando volumen y cuerpo a ese abrazo profundo y le confiere cierta ilusión de perpetuidad. Por entrañable, el cuadro crea en su derredor un espacio acogedor, lo más parecido a un refugio, que por recóndito nos recuerda las visitas de los primeros moradores del bosque, aquellos que asombrados frente esta poderosa imagen obraron aquí su rito de fidelidad al espíritu del lugar. Aún hoy, no es fácil llegar hasta él. Sólo un secreto túnel, abierto entre los monumentales bojes, que manos piadosas mantienen desbrozado y libre de la invasión del follaje, nos trae a este rincón desde los altos prados. En ese camino, algo confuso, se entrecruzan sendas, se adivinan madrigueras y se reconocen abrevaderos; a su alrededor se extiende un dominio cerrado desde el que jabalíes, zorros y otras sombras menores nos acechan. Incluso en pleno día, la luz se filtra con dificultad y la penumbra hace los sonidos más nítidos y cercanos, aunque a ratos enrarecidos por el eco lejano del trasiego de ganado con sus voces, ladridos y esquilas.

No hay comentarios: