sábado, 31 de julio de 2010

Arcadia



Pillar butaca de segunda fila y que te flagelen con la entropía, con Newton o con la Ilustración es más de lo que un asiduo al circuito teatral modelo Gran Vía puede soportar. «¡Nos quieren echar de las salas! ¡Quiero mi dinero!» exclamaría airado a la salida. Como otros designios de los programadores son inescrutables, atribuyo a esa insoportable gravidez de la ciencia entre los hispanos enterados el que a día de hoy no se haya publicado ni estrenado el que algunos consideran uno de los mejores dramas del siglo XX, Arcadia de Tom Stoppard. Bastaría el Nobel, su muerte fortuita o un perfil equívoco para que sonaran con insistencia los teléfonos de su representante y lo tuviéramos en una semana en las tablas y en las estanterías. Pero no ha sucedido, y los enterados lo siguen ignorando.

Arcadia es una obra compleja en la que un elenco doble pasa revista a la deriva de la ciencia y de la cultura en general, en su tránsito del clasicismo al romanticismo, tomando como imponente metáfora la segunda ley de la termodinámica, lo que supone un marco de acción que va de la necesidad al azar, del calor al frío, del orden al desorden. La trama avanza con una intriga indagatoria sobre Lord Byron entre unos personajes del siglo XX y  se adentra en las pulsiones emotivas y liberadoras de sus antecesores de comienzos del siglo XIX, en el sereno mundo nacido de la Ilustración.


El controvertido debate da ocasión a alegatos humanísticos como el de Bernard: «No hay que confundir el progreso con la perfectibilidad. Un gran poeta es siempre oportuno. Un gran filósofo es una necesidad urgente. No hay prisa para Isaac Newton. Estábamos muy contentos con el cosmos de Aristóteles. Personalmente, yo lo prefería. Cincuenta y cinco esferas de cristal ajustadas al cigüeñal de Dios es mi idea de un universo satisfactorio». Pero también a las dudas de Hanna, para quien la Ilustración representa «Un siglo de rigor intelectual encerrado en sí mismo. Una mente caótica sospechosa de genio. En un escenario de emociones baratas y falsa belleza ... El declive del pensamiento a la sensación».

Ambos grupos disponen de escenario común en una misma mansión señorial rodeada de frondosos jardines. Miradas oblicuas sobre el pasado, personajes bisagra entre ambas épocas, alusiones explícitas e implícitas a personajes como Byron y Ada Lovelace, y numerosas coincidencias de fondo acaban convirtiendo la obra en una reflexión profunda y oportuna sobre la huella del tiempo en nuestra cultura. Cultura en la que no se evitan, por no importunar o agraviar a los beocios, las cuatro reglas aritméticas y de cuyo debate la ciencia forma parte indivisa, reconociéndose en ella la espoleta que fulminará el hipnótico determinismo del siglo XIX y lo dispersará entre las incertidumbres del siglo XX.

Tiempo pasado


Saber que todo lo perdido retornará un día sería de algún alivio. Querer saber cuándo, pronto nos lo arrebataría. Suponerlo entre nosotros y revivir ese vacío nos frustraría. Amagar con que el pasado vuelve y nos envuelve posiblemente nos desquiciaría.

viernes, 30 de julio de 2010

Confusiones varias



Frente a una equivocación el dictamen suele ser demasiado categórico y la consiguiente desaprobación se extiende del caso al sujeto y del sujeto a su ejercicio completo. De ahí que vayan surgiendo defensas que alegan momentánea confusión entre acierto y error, lo que al fin y al cabo es susceptible de una valoración lógica menos terminante y más difusa, e incluso es calificable in extremis como una circunstancia mental eximente. Sin embargo, el propio alegato puede acabar siendo equívoco, porque sin un poco de armadura mental la confusión puede arrastrarnos de lo lógico a lo emocional y privarnos por completo de sentido, como aquel sujeto al que un lógico le reprochaba burlón: «tu problema es que confundes una cosa consigo misma».

El oficio de chamán


Entre los indígenas chiperas de las selvas de Ominaca, la defecación del chamán tras catar toda clase de plantas, frutos y semillas con ocasión de los festines lunares no responde ya únicamente a su apremio fisiológico, sino que es un acto ritual de fe natural que congrega a  su alrededor a todos los miembros del poblado. Una vez que su vientre entra trance le van siguiendo atentos en su concentrado esfuerzo mientras le jalean con sonoras jaculatorias, por creer que en la medida que evacua les garantizará y aportará sólida descendencia.

Felices chiperas, que en el cuerpo del chamán saludan lo que han aprovechado del pasado y con esa misma fe aprecian lo que sobra como promesa del futuro.


jueves, 29 de julio de 2010

Malas moscas


La desazón no es un argumento sino un estado, no se desarma sino que se rumia, no enmudece sino que resuena. Una resonancia en la que encontramos un trampolín para diseñar la evasión. Basta con cerrar los ojos para sentirnos aleteando en el éter, por un momento leves y gráciles como mariposas, mientras los demás nos ven como a tozudas e irritantes moscas. Debajo tampoco nos esperan flores, vagamos tanto como divagamos y acabamos metiendo nuestra cabeza en las ciénagas más hondas.

miércoles, 28 de julio de 2010

Oferta laberíntica


Si puedes con tu cruz a cuestas, móntate con ella un laberinto. Y todo, ¡en nueve sencillos pasos! (fig. izda.). De lograrlo, y como premio, podrás desafiar en el mismísimo Knossos a tu personal minotauro. De perder, y como consolación, regresarás con dinero, mucho dinero. Esta valiosísima moneda cretense (fig. dcha.) será el recuerdo de tu laberíntica y clásica derrota.



Laberinto circular de siete circuitos.  Moneda con la inscripción Knossos, ca. 190-100 a.C.
British Museum, Londres.

Orden vital


La relación de orden formal que el dinero pueda establecer es menos importante y más llevadera que la relación personal de subordinación que sugiere a los integrantes del cuerpo social. Es importante, sin embargo, recordar que como valor de cambio vital el dinero no deja de ser un artículo de fe, que esa amenaza de sumisión sólo prosperará si es aceptada, y sobre todo que, por azarosa que sea, hay vida más allá del mercado.

martes, 27 de julio de 2010

Freudiana


De un sueño generoso nos despertamos ricos, de un sueño corrosivo amnésicos, de un sueño aéreo estrellados, de un sueño lúbrico preñados y de un sueño mortal lúcidos.

La despedida


Ilustraciones de Swammerdam sobre el gusano de seda (1675)
Biblioteca universitaria, Università degli Studi di Bologna

La larva del gusano de seda (Bombyx mori) tiene unos 30 milímetros y los instrumentos empleados en el estudio de su anatomía eran microscopios rudimentarios con un juego simple de lentes. Se comprende así que el tratado De Bombyce publicado en 1669 por Marcello Malpighi constituya un hito en la historia de la entomología. Al centrarse en los animales inferiores, Malpighi quería promover un enfoque comparativo y reduccionista en anatomía. Para ello se valía de un registro de ilustraciones con las que daba cuenta del resultado de sus minuciosas disecciones.

La Royal Society, conocedora de la obra por el envío del propio autor, respondió elogiosamente a través de su secretario Henry Oldenburg, avalando su publicación e interesándose en el patrocinio de las investigaciones en curso. A conocimiento de Oldenburg había llegado en esa misma época la entrada en prensa de una Historia insectorum generalis, obra de Jan Swammerdam, un reputado y prometedor entomólogo holandés, que aún pudo incluir en ella unas palabras de sincero reconocimiento a la obra de Malpighi. Oldenburg trasladó puntualmente a éste la noticia de que Swammerdam apreciaba su trabajo y le consideraba el único en haber acometido de manera adecuada el enigma de la metamorfosis del Bombyx.

Esa admiración no impidió que de Swammerdam le llegaran a Malpighi las más certeras objeciones, derivadas de la escrupulosa reproducción de sus hallazgos experimentales. En algunos aspectos las conclusiones aportadas corregían algunos puntos, en otros dieron pábulo a la corriente preformacionista. Junto a la extenuante tarea de las disecciones, el estudio persistente hizo mella en la frágil salud de Swammerdam, lo que le condujo a una crisis personal espoleada por sus fervientes creencias religiosas. De la mano de la visionaria Antoinette Bourignon, sus devociones evolucionaron a un agudo misticismo en el que su anterior tarea científica venía a ser vista como una execrable manifestación de su vanidad. Llamado por las verdades predicadas en la secta, puso rumbo a la isla de Nordstrand en que la comunidad intentaba asentarse.

Antes de partir y de dar un giro radical a su vida, a modo de definitiva ruptura con su ignominioso pasado, decidió destruir por completo el manuscrito con su trabajo sobre el gusano de seda. En un último gesto, ambivalente entre el orgullo y la contrición, quiso dejar un mínimo testimonio de su paso por la ciencia. En una lámina de 26 por 40 centímetros había ido reuniendo hasta veinticuatro ilustraciones con el fruto de sus meticulosas disecciones, dibujadas en aguadas y tintas coloreadas. Nadie como Malpighi, su admirado competidor, podía ser mejor destinatario de la reliquia. De hecho, sólo el podría valorarla en su justa medida y aprovechar convenientemente sus esfuerzos. Redactó entonces una breve nota para su discípulo Nicolaus Steno, al que encomendó que la hiciera llegar a Malpighi junto con la lámina. En un extremo de la misma se lee actualmente la nota autógrafa de Malpighi: «Dibujos de Bombyx hechos por el Maestro Swammerdam, que me dio al abandonar sus estudios de anatomía, y que me fueron transmitidos por el Maestro Stenon el 18 de julio de 1675».


lunes, 26 de julio de 2010

Harpea


Harpea

Llegamos a un punto en que la niebla impedía saber hacia dónde avanzábamos. Para entonces el camino que nos traía había desaparecido. Frente a nosotros poco más que cuestas y laderas cubiertas de hierba, deslizándose dóciles a un profundo candor, del que subía el murmullo de un arroyo. Todo parecía desfigurado como en un cuadro entrevisto, de contornos imposibles. Bajo unos árboles, al lado de una borda, dos pastores impasibles y ceremoniosos nos vigilaban, mientras con una enorme horca alimentaban una hoguera en cumplimiento de algún aprendido rito. Confundida con la niebla, la nube de humo iba lentamente impregnando el aire con fragancias de esa liturgia pagana. A la escena se incorporaron inopinadamente dos jóvenes resueltos, que sin mediar palabra se lanzaron a una hondonada para seguir lo que parecía un sendero. Como si fueran señuelos, enseguida desaparecieron. Confiados a su audacia, seguimos la senda, apenas un tajo que rasgaba en horizontal la vertiginosa pendiente herbosa. Suspendidos entre nubes, con el gesto concentrado de los funámbulos, marchamos obedientes por la estrecha marca. Afortunadamente no tuvimos que esperar mucho. A la vuelta de una curva apareció empañada por la niebla, en la distancia, quién sabe si próxima, la monumental cueva, Harpea.

Solemos guardar el éxtasis para las catedrales y las obras de los museos, dejando huérfano y sin salida natural nuestro asombro. Aquí ese arrobo te invade de inmediato al ver cómo un tremendo pliegue calizo se riza en una portentosa ola. La ancha faja de estratos que desciende a ambos lados desde su ápice forma una amplia bóveda bajo la que se abre una despejada cavidad. Todo el escenario parece alentar el encuentro con oscuros númenes. No es extraño sentirse en ese ambiente convocado por Basajaun, por Mari, por las lamias o por algún otro duende pirenaico. Ahí está la gruta, por encima la montaña, a sus pies el arroyo, rodeándolos el bosque,… y sin embargo, no hay rastro alguno de ceremonial sagrado. Si lo hubo, algo más que probable, hoy sólo es visible la rutina del oficio: los rediles y las cercas, las cabañas y los prados. Y absortas entre la niebla las ovejas del rebaño.

domingo, 25 de julio de 2010

El truco de la filosofía perenne


Los tiempos de globalización son también tiempos de síntesis y acarrean inevitablemente momentos de confusión. Por eso acudimos con avidez a lecturas que asuman la equidistancia, que busquen el equilibrio y que interpreten la multiplicidad. Aunque la integración cultural puede intentarse desde la convivencia y organización políticas, pronto se dejan notar diferencias de fondo que impiden una concertación más general. Sin embargo, al ir a las raíces culturales, se observa que los puentes entre las distintas culturas nunca han sido del todo sólidos. En Europa estos esfuerzos ecuménicos han ido siempre teñidos de cierta fascinación y con tendencia a recuperar en otras tradiciones los mundos filosóficos arrumbados por el racionalismo. Uno de esos intentos fue el de Aldous Huxley en su The Perennial Philosophy, un escogido cuerpo de citas y referencias del pensamiento oriental y occidental, cuya glosa buscaba destacar el horizonte místico sobre el que descansarían, en su opinión, las religiones y también el pensamiento universal.

A partir de ahí algunas curiosidades dignas de subrayar y que comprometen seriamente la honestidad de Huxley. Giran en torno a la expresión Philosophia perennis, repetida en la obra hasta la saciedad, como un auténtico mantra, y de la que se informa al inicio del libro como acuñada por Leibniz. Dándolo por válido, aunque no sea correcto, lo que sorprende en una obra tan prolija en citas y referencias es que nada se diga del origen de la expresión, y que de entrada se nos hurte esa primera cita (Lettre à Rémond, 26 août 1714), así como el contexto en que Leibniz aboga por esa filosofía. La nómina final de autores tampoco recoge ese extremo, ni se apunta lo que entendía con la expresión. No parece, por tanto, que Huxley tuviera en este punto a Leibniz por una autoridad conveniente para su mensaje, pero ¿había razones suficientes como para ocultar su idea de filosofía perenne?

En el inicio del prólogo, tras dar a su empresa el nombre introducido por Leibniz, Huxley sitúa apresuradamente su Philosophia perennis sobre tres ejes, a modo de principios teosóficos primeros. El primero, metafísico, señala que todos los seres se fundan en una Realidad divina; el segundo, psicológico, que el alma o el núcleo vital es algo similar a la divina Realidad; el tercero, ético, que la finalidad del hombre es el conocimiento de la Base inmanente y trascendente de todo el ser. Va un gran trecho de la filosofía acotada en estas divinas coordenadas a los argumentos esgrimidos por Leibniz en su carta a Rémond para intentar justificar el estudio de cierta filosofía perenne. Y eso por no hablar de lo extraño que resulta el enfoque de Huxley a la tradición hermética renacentista en la que el término, junto al de Prisca philosophia, tiene su auténtico origen. A unos les parecerá simplemente desdeñoso dejar a un lado a Leibniz para alabar modo sui la gloria del Señor, pero para otros la maniobra no deja de ser un truco intelectual que hace desmerecer a la obra y a su intento ecuménico.


sábado, 24 de julio de 2010

El halcón peregrino



Una pequeña ciudad sin aeropuerto. A la sombra, en una plazoleta salpicada de bancos. Al público en general, en el tronco de un árbol. El reclamo dice bien poco del personaje y sus antecedentes (ni su nombre siquiera), un poco más de los beneficios derivados. Tampoco dice, como en los carteles de antaño, si vivo o muerto, aunque parece que se le quiere sacar algún partido al operario prófugo. Aburrido un día de mover el cascabel delante de cuatro palurdos, de ahuyentar estorninos, golondrinas y gaviotas, y de esquivar en las últimas esos monstruosos pájaros de hierro, el halcón parece haber decidido rehacer su vida. Algo previsible. Son así los halcones peregrinos, ingratos y de poco fiar. Un día te sirven diligentes y al otro se fugan para recuperar su dignidad. Ellos son como son, pero así los ven y consideran sus patrones. No han aprendido que el hastío del paniaguado los consume y que siempre les animará el designio de su especie: volar, cazar y peregrinar.

viernes, 23 de julio de 2010

Ángeles de mármol


Cartulina marmorizada de Il Papiro, Firenze

Las hay como para imaginar una gigantesca bandada de ángeles. Alas que planean y cubren el cielo por completo con su traslúcido manto. El azul, que se filtra, va describiendo aguadas a modo de olas, en insistentes y sucesivas emplumadas. Unas plumas calan profundas en el azul, como lenguas marinas, otras quedan retenidas por la luz, como diademas claras. De algunas señales se deduce el impulso que da firmeza al vuelo, retenes metálicos que tejen contornos dorados y seguros. Algunos de ellos se perfilan de negro como si miraran al abismo desafiantes. Para oir el ruido monstruoso de la batida bastará cerrar por un instante los ojos. Nada nuevo. De hecho, ya son muchos los ángeles que nos rodean.

A la cartulina ha llegado este despliegue de alas para posarse, gracias a la vieja técnica de la marmorización. Su apariencia marmórea es fruto de la emulsión sobre el agua de trementina y bilis bovina, que son las sustancias que trasladan al papel el aceite y los pigmentos, y las que van formando con la ayuda y pericia del artesano las delicadas figuras. El proceso asegura de manera natural una multiplicación del patrón, dejando al azar la etapa última. Esto confiere a las alas evocadas una identidad inequívoca y una individualidad observable. Muestra en este punto la artesanía la distancia que le separa de los motivos seriados, que en este caso serían además inconvenientes, porque, si bien la tecnología nos ofrece ya animales y quizá hasta hombres clónicos, ¿puede alguien imaginar la posibilidad de
dos ángeles de idéntico plumaje?

La fiera maestra


Que abra la boca hasta mostrar las fauces no es necesariamente indicio de voracidad, sólo te señala el camino.

jueves, 22 de julio de 2010

Nueva crónica del regicidio


Hyacinthe Rigaud, Louis XIV (1701), Detalle
Musée du Louvre, Paris

Por principio divino, lo que el rey dominaba acababa yaciendo a sus pies. Imposible, pues, dominarse. Sería tanto como decapitarse, como echar pie y buscar apoyo en su propia cabeza. Su política de gobierno fue la de dejarse llevar bien montado a lomos de sus abnegados siervos, nunca vio modo de gobernarse. La razón pública resolvió entonces, con sano pero despiadado criterio, facilitarle su tránsito a otras posesiones. Todo se redujo a desmocharlo como a un fantoche y a sentarlo sobre su cabeza, para ver si de ese modo incubaba dominios en algún futuro. Y allí quedó plantado, como una estatua, con aspecto deponente o ausente, según la iluminación del día. No sabemos qué pasó allá donde se mudó, aquí su dominio y su gobierno se esfumaron. Sólo subrayar que la calle entendió como un giro razonable que se dejara de gobernar con los pies para usarse por primera vez la cabeza.

miércoles, 21 de julio de 2010

Un descreído


En música los trazos amplios imponen por lo general un punto de serenidad, siempre que la trazada previa no los llene de oscuros presagios. Con esto sucede como con las pausas y los silencios, que tan pronto pueden conducirnos a la reflexión como anunciarnos un cambio inminente y radical. Con el espíritu agitado, así en general, el compositor recurre a otros modos y la interpretación aparentemente los multiplica. No obstante, a ambas, serenidad y agitación, les conviene la tensa expresión, con un acento necesariamente desigual, porque en calma la tensión nos ayuda a crecer y en crisis a resolver.

A Shostakovich se le tiene por hermético, pero si acudimos a sus sonatas de cámara y a los movimientos de recorrido más tumultuoso acabaremos reconociendo, más allá del antojo formal, la expresión lúcida de un genio irónico y zumbón, de un espíritu paralelo pero emparedado, que caminaba derecho a una prematura consunción. Crear un clima frenético y desasosegado, astillar el discurso melódico, es un recurso común para acusar la crispación. Afrontado ese estado en solitario pasa lo que a los gritos de desesperación, que semejan a las voces de los ahogados. Pero en un diálogo las cosas cambian: la turbación se amplifica y las aristas despuntan. Al alternarse a dúo, la insistencia en el tema deja de ser problema, y además con la variación quedan al descubierto matices que sólo un instrumento desvela.

Queda por señalar el aire que se le imprime a esa crispación. De entrada podría tomarse el ritmo festivo del scherzo clásico, marcarlo muy vivo hasta que aflore en él la desazón, como en la sonora carcajada del descreído. No se pretende arrumbar, sino subvertir el esquema. Por eso surgen los motivos melódicos, acompañados de disonancias que suenan a desapegos, a voces muertas emergiendo azuzadas por un ritmo dislocado. No creo tampoco que los recursos técnicos busquen escenificar el virtuosismo sino el juego banal de las emociones dispersas, intentando amagar risas donde cabría el llanto. Un ejercicio revulsivo para quien se veía por oficio condenado a elevar y a serenar conciencias, como el que maneja mareas.



D. Shostakovich, Sonata para violoncello y piano en re menor, op. 40, II Moderato con moto
H. Schiff, violoncello; A. Bertoncelj, piano. EMI, 1984.


Emoción doctrinal


No habría doctrinas religiosas ni políticas ni científicas sin esos apocados doctrinos, repentinamente encendidos por una súbita e implacable fe.

martes, 20 de julio de 2010

Peldaños gramaticales


Tras el amplio espectro de lo expresable, con su elástica gramática lingüística, estaría el espectro de lo visible, con una naciente gramática icónica reconocible en las artes visuales y cada vez más presente en los canales mediáticos, y detrás de éste aún quedaría un último espectro, el de lo sensible, cuya gramática, tantas veces en ciernes y adivinada, carece aún de estructura conocida. Aprovechar estos tres peldaños para echar a volar la mente con la intención de dotar de lenguaje y poder dominar cualquier tipo de situación es una propuesta ambiciosa pero aventurada, teniendo en cuenta la cantidad de aspectos de los que depende nuestra manera de actuar y que, pese al progresivo alcance de ese triple espectro, están por definir.

Si de la estructura que tienen las sensaciones sabemos poco, tampoco podemos ser muy rotundos sobre lo visible ya que nos asaltan numerosas dudas. Para empezar no sabemos con claridad cómo se refleja en las redes icónicas la complejidad expresiva que caracteriza algo tan fundamental como las ideas, ni cómo crecerían o progresarían impulsadas por una lógica visual básica o un sentido común de lo visible, que apenas vemos desarrollado en nuestra conciencia, a diferencia de lo que sucede con las palabras.

A pesar de la incertidumbre en que nos movemos, creo que habrá que resignarse y empezar a aceptar que en la gramática visual venidera el vehículo no serán los conceptos, sino algo más parecido a los modelos gráficos funcionales, y que su lógica dependerá de su capacidad de simulación o de contraste con lo observado. En lo que respecta al tercer escalón, al de lo sensible en general, existen apoyos simbólicos y se habla de lenguaje de los gestos, o de la compleja significación del erotismo por ejemplo, pero los términos estructurales de lo expresado, salvo en la música, diría que todavía están por desarrollarse.


Mínima 17


Quien cultiva la verdad no puede ser intérprete de dogmas.

lunes, 19 de julio de 2010

Armonía y vida



Tan mal sabor de boca me dejó el tipo ese de los poemones franquistas, que quisiera en desagravio citar brevemente un autor del que él se pretendía un conspicuo émulo. Se trata de Goethe y el pasaje procede del Prólogo en el cielo con el que se inicia el Faust. Aquí no están el bien y el mal metidos en un lance panegírico sin salida, el origen de todo está en el sol que irradia por doquier armonía y vida. Interviene en esta ocasión el arcángel Rafael:
                   «Die Sonne tönt, nach alter Weise,
                   In Brudersphären Wettgesang,
                   Und ihre vorgeschriebne Reise
                   Vollendet sie mit Donnergang.
                   Ihr Anblick gibt den Engeln Stärke,
                   Wenn keiner Sie ergründen mag;
                   die unbegreiflich hohen Werke
                   Sind herrlich wie am ersten Tag»
[El sol, según su antigua costumbre, toma parte en el canto de las esferas y su camino delineado termina con el estampido del trueno. Su mirada fortalece a los ángeles, incluso cuando ninguno la comprende; las obras sublimes inabarcables son bellas como el primer día.]


domingo, 18 de julio de 2010

El poeta devoto y feroz


Nuevamente de vuelta al 18 de julio. La transición relegó la fecha al olvido y son muchos los que poco o nada saben de él. Creo que nunca debió hacerse, y menos que nunca ahora que asoman modos y actitudes que recuerdan aquella época. Cuando de niños recabábamos información de aquellos tiempos atroces es poco lo que obteníamos de nuestros mayores, que parecían parapetados tras un muro de vergüenza y silencio. A lo sumo se nos señalaba que con el paso del tiempo la situación había cambiado tanto que éramos incapaces de comprender lo sucedido. Hubieran bastado los testimonios de los perseguidos, demasiado próximos según luego supimos, para componer nuestra visión personal y dar un poco de aire fresco al ominoso y cargado ambiente que habían dejado los muertos.

Volviendo a esa explicación recibida, a día de hoy me sigo preguntando francamente si no somos capaces de comprender o si no hay mucho que comprender. En el primer caso habría esperanza de encontrarle a todo alguna explicación en los libros o en el estudio. En el segundo, y creo que este es el caso, no existe más que exigir la rendición de cuentas por delitos de lesa humanidad. Cuando uno hojea los escritos de entonces, los del 18 de julio y los de los días posteriores, apenas sale de la conmoción y frente a semejante balance esta exigencia parece lo único juicioso.

Podemos tomar como símbolo y paradigma al poeta que puso en circulación en los meses previos al golpe militar los términos de «cruzada» y de «movimiento nacional». Es el mismo vate que unos días después proclamaba a micrófono abierto: «La guerra, con su luz de fusilería, nos ha abierto los ojos a todos: la idea de turno o juego político ha sido sustituida para siempre por la idea de exterminio o expulsión». Como la historia europea nos ha hecho ver el resultado de tolerar este tipo de aberraciones, comparemos lo ya conocido y juzgado con esta bravata impune. Detengámonos por un momento en lo que se dice aquí. ¿Se trata de licencias poéticas del orador o se preconiza aquí una política de exterminio?. Lo cierto es que el poeta ganó con esas vilezas su crédito político. Este es el mismo hombre que fue colocado en octubre de 1936 al frente de la comisión de Cultura y Enseñanza del gobierno de Burgos, para adaptar los centros de enseñanza a las orientaciones del nuevo estado. Al año siguiente, en una intervención como telonero de Franco, apostillaba con gracejo, no sabemos si a modo de balance final tras las purgas emprendidas: «El catecismo o el refranero, que hablan por afirmaciones, son más creíbles que los profesores de Filosofía, que hablan por argumentos».

Un año más tarde el personaje, que se había labrado un perfil político aterrador, se sintió llamado a la más alta misión que concedérsele pueda a un poeta: escribir una epopeya. En Zaragoza, en 1938, daba a luz, más que a la imprenta, su Poema de la Bestia y del Ángel. Me quedo en el prólogo, ahí donde se cruzan las dos líneas temáticas. Frente a la oposición, poco dialéctica la verdad, entre el bien y el mal, se anuncia y se gesta en términos marianistas (sic) el nacimiento de una nueva era. Sería Franco en este apergaminado y apocalíptico contexto algo así como un mesías armado y redentor político. Sólo añadir que debidamente contrastado, y aunque lo parezca, el extracto presentado no es de broma ni de pega.

«Por donde quiera que se mirase todo estaba lleno de enormes perspectivas y dilatadas trascendencias. Todo estaba listo para grandes cosas. Nos tocaba sufrir otra vez gloriosamente. Teníamos otra vez medio mundo detrás y medio delante. Estaban, otra vez, frente a frente, como Apolo y Vulcano en la fragua velazqueña, las dos únicas fuerzas del mundo: la Bestia y el Angel. Los aires estremecidos de fuego, se habían llenado de una terrible Anunciación. Y España, por quinta vez en la Historia, aceptaba su destino y derribaba la cabeza para decir: He aquí la esclava del Señor…», (José María Pemán, 1938).

Como muchas o demasiadas veces me viene pasando, también en este caso me pregunto a quién ve él detrás de ese «nos». Son siempre ellos, los mismos, y todos juntos, ahí escondidos tras el pronombre, parecen verdaderamente siniestros...


sábado, 17 de julio de 2010

Avances sublimes


 Tony Hayward, BP chief executive

En una reciente entrevista el Dr. William P. Carmot, de la Badomen University, afirma entusiasmado: «Lo bueno es que ahora, gracias a la tecnología disponible, podemos hacer un seguimiento exhaustivo de los desastres naturales y monitorizarlos como si fueran exactamente un espectáculo. A través de los medios de comunicación se puede decir que podemos ya verlo todo». Eso si no llega antes a nuestras puertas, añado.

«Gracias, por ejemplo» añade, «al Parallel Ocean Program (POP, «Programa del Océano Paralelo») podemos actualmente simular el comportamiento de los fluidos en la esfera terrestre. La aplicación ha venido al pelo para la monitorización del caso del vertido de petróleo de BP en el golfo de Mexico. De hecho el incidente ha permitido poner  de manifiesto el increíble potencial de este colosal mecanismo de simulación. Hasta 250.000 horas de cálculos masivos se han empleado en predecir las posibles trayectorias del petróleo derramado». Por unas 100 que hubieran bastado para predecir el deficiente estado de las instalaciones en la plataforma accidentada, añado.

Llevado por estas emocionadas consideraciones, Carmot concluye: «La respuesta del sistema es de tal naturaleza que nos permite anunciar no sólo que el petróleo alcanzará lentamente las costas del Sur sino a qué velocidad lo hará en cada punto, y que llegará también a la propia corriente del Golfo, desde donde se distribuirá a unas 100 millas por hora por el vasto océano hasta los mares de la China». Nos venderán que propiamente no hubo un accidente, que fue un ensayo de los nuevos canales de distribución petrolera, añado.


Vuelven los clásicos



Entro en un bar, oigo entre el barullo una tonada a coro que me suena, algo triste, de Mozart, o igual de Beethoven. A medida que afino el oído y me llegan las voces del Lux aeterna, voy corrigiendo el gesto e incluso se impone en mí cierto estremecimiento. Vuelvo la cabeza para seguir el canto del coro, pero todo era broma; es la tele que anda a vueltas con una de vampiros. Un reportaje con toque sabedor, un buen número de casos, de ritos y de personajes: lo que ha dado en llamarse una visión histórica de conjunto. Todo intenta ser verídico, pero con flores de sangre y mucha dentera. Un robusto mocetón muestra espléndidos colmillos al paso por el Lux perpetua luceat eis y despacha de un bocado el cuello de la rubia que se traía entre brazos. El subrayado a la acción llega en boca de un parroquiano que apunta: «¡Mira!, esa canción también la cantan en lo de Deportes Maroto, y el tío... es el mismo que el de Dale manteca». Para entonces el tío en pantalla ha hecho mutis por un túnel oscuro y ha dejado a la rubia por los suelos, todo en el tremendo rugido del Quia pius es final. Salen los títulos de cierre y vuelve a sonar el Requiem. Parece que la parroquia le ha cogido gusto a la tonada y empieza a tararearla manteniendo vivo el compás con los nudillos en la barra. El mostrador retumba una y otra vez con los tremendos volúmenes del Dies irae. El coro y combo de improvisados intérpretes insiste en atropellar la melodía con un ritmo que se repite cada vez más compulsivo, frenético y obsesivo, y al que el Requiem finalmente no sobrevive. Para acabar con el estruendo, uno de ellos toma la voz cantante y corta la descarga dando la bendición general: «Se acabó, Requiescat in pacem. Amen.»

viernes, 16 de julio de 2010

Poética y analítica


Ilya Ehrenburg

La solución poética tiene poca pegada, pero con el tiempo gana audiencia y multiplica sus efectos, aunque siempre a través de los intérpretes. Sin embargo, la solución analítica, de gran pegada inicial y de efecto directo, casi nunca admite un segundo intérprete. La resolución poética de problemas es siempre sugerente pero poco expeditiva, mientras que la analítica es tan fiable como cerrada en su expresión. Sólo un poeta simbolista de la vieja escuela se manejaría en ambos terrenos, pero es tal la tensión que les hemos visto soportar que, aun disponiendo de soluciones a los problemas generales, hablan con precaución, por temor a ser malinterpretados. Hubo un tiempo en que los más audaces, al llevar los problemas públicos a esa clave simbólica y formal, confundieron el compromiso personal que debía de servir de revulsivo a la sociedad con una solución de carácter normativo, lo que les animó a engrosar las filas de los poetas comisarios. En la ficción tenemos a Jaromil, el héroe de La vida está en otra parte de Kundera, pero en la realidad tenemos una larga lista en la que Ilya Ehrenburg sería uno de los más notorios. No debería extrañar tanto que la historia de los dirigentes con vena poética esté construida con políticas de escuadra y cartabón, y tampoco que los resultados en este  forzado encuadre poético-social no hayan estado nunca a la altura de los penosos sacrificios impuestos.

jueves, 15 de julio de 2010

Nobleza ciega


Remate de la entrada a Cas Comte, Ciutadella (Menorca)

Esta enigmática vigilante velada sigue dando la bienvenida a los que pasan por el umbral de entrada al palacio del conde de Torre Saura. Se dice que no pudiendo atender al rango, a la posición o a la condición del visitante, todos podían ante esta ciega criatura darse por bienvenidos a palacio. El enorme caserón se levanta en el siglo XIX, tras la definitiva reincorporación de la isla de Menorca al reino de España. Para entonces sus nobles, que habían vivido el final del XVIII bajo sucesivas soberanías británica, francesa y española, no sólo conocían los nuevos vientos revolucionarios que llegaban del continente, sino que habían sido educados en el pragmatismo. Tiempos en que la abierta ostentación podía ser una actitud, además de poco cristiana, algo torpe y hasta suicida. La ostentación aristocrática, se entiende. Porque los ostensibles guiños al pueblo llano podrían ser hasta bien recibidos. Cuando por genética no puede declararse demócrata ni burgués ni ciudadano de a pie, debe optar por soluciones imaginativas. Sin renunciar siquiera a sus heredades, siempre puede uno salir del paso declarándose políticamente neutro o ciego, o mejor propietario ciego, y manifestarse concesivo y compasivo, aunque sólo sea en piedra tallada.

Balance de heridos


Los partes es lo que tienen, es una literatura que admite pocos matices. Ninguno en realidad, ni un adjetivo, más allá de los meros y fríos datos. Tomemos, por ejemplo, el día de ayer, 14 de julio. La lista que nos pasa el Observatorio Ultramontano con noticia de los pamploneses y vecinos atendidos por lesiones en otros pagos es la siguiente:

Antonio Tirapu Sánchez, natural de Tafalla, 23 años, atendido en el playa de Gros por insolación, tras volver de farra y permanecer tendido al sol durante 12 horas; Emeterio Casajús Ibero, natural de Gazólaz, 21 años, fractura de tibia tras una caída subiendo a Peña Forcada en Graus (Huesca); Ángel Zubiría Lostao, natural de Pamplona, 34 años, rescatado por la Cruz Roja mientras tonteaba a 2 Km de la costa en Carboneras (Almería); Miren Ibarrola Dufur, natural de Villava, 25 años, mordedura de serpiente, a la que sacrificó de un zarpazo, evacuada a un hospital de Guayaquil (Ecuador); Patxi Latienda Marzo, natural de Pamplona, 18 años, conmoción cerebral por acometida de carnero en Zizurkil con resultado desigual; Angel Marín Martínez, natural de Lodosa, 59 años, caída de bruces con contusión y fisura en muñeca en Ciutadella (Menorca); Ainhoa Iribarren Bretos, natural de Burguete, 22 años, lesión por corte en tendón de la mano izquierda en el obrador de Pizzeria Il Sole de Edinburgh; Teodoro Remón Leiva de Puente la Reina, 40 años, quemaduras de primer grado al intentar revolver un calderete de conejo a mano inserta en Játiva (Valencia). Continúa la lista reseñando hasta 58 lesionados en distintos municipios y localidades fuera del territorio foral. La benemérita institución hace notar que en breve colgará en su página web una lista alfabética final con los 521 casos registrados a lo largo de esta semana en similares circunstancias. Todos ellos permanecen bajo observación de las instituciones sanitarias respectivas. Ante ellas se han interesado las autoridades pamplonesas, haciendo un hueco en su prieta agenda, con su edil y abadesa mayor al frente, la cual ha declarado que hubiera deseado verlos acogidos bajo el capotico del santo morenico para preservarlos así de su sufrida, aunque merecida, situación. Con su mismo puño y letra ha despachado una orden inmediata para que, a pesar de ser reconocidos prófugos en período sanferminero, sean tratados sin acritud y con benevolencia, dado su delicado estado, por las autoridades civiles de las localidades de acogida a las que se enviará una encuesta con instrucciones bien precisas a fin de determinar las razones de su presencia allende las mugas en tan señaladas fechas.

martes, 13 de julio de 2010

Buscándonos


El que se busca a sí mismo encuentra en el espejo su último refugio y el que se busca en los demás acaba complaciéndose con sus miradas en una versión inocente de sí mismo.

lunes, 12 de julio de 2010

Los ameláncolicos


Alguien pensó que lo del patriotismo constitucional se quedaba corto y optó por la directa, por el fanatismo patriótico. Unos visten el truco como magia blanca, con el encanto de los malabaristas pedales; a otros les puede el estado de fervor y lo intentan contagiar al resto como un acto solidario con el que reivindican la sana pedagogía política; y en último grado están los cínicos, los que tras abominar de los de fuera sin ningún miramiento, proclaman engallados los altos valores morales exhibidos por los suyos frente a la competencia. Las viejas y denostadas tribus de boina calada contemplan divertidas y asombradas los desmelenados furores que este año gasta la nueva tribu del graderío por hacerse con el patio y el mercado patriótico. Sin peroratas melancólicas, sin complejo de culpa, sin constitución que valga, el nuevo fanático nace por el precio de una camiseta, la roja.

domingo, 11 de julio de 2010

La higuera



Es inútil, y además debería ser tenido por ridículo, disertar sobre higueras. El que no ha quedado embriagado por ese olor dulzón y veraniego, por esa delicada textura de granitos, no conoce lo más elemental para que esa disertación prospere. Cómo contarle que pese a su atractivo el higo tiene heroico y difícil comer, a la altura quizá del coco, la piña y de las frutas tropicales. Si está en sazón hasta el aprendiz dividirá con un gesto resuelto el higo en dos. Pero eso de entrarle a la fruta recién abierta con los morros henchidos, no es un acto meramente funcional, es oficio artesano lleno de lujuria, y si ya apuras su corazón, granito a granito, envuelto en esa fragancia pecaminosa, la tarea te transporta. A dónde vas, es difícil de saber. Algunos no vamos a ninguna parte, sino que volvemos a las meriendas de antaño, cuando convertido en dulce el higo se colaba en un corrusco de pan. Un escueto plan para merendar, pero de muy complicada ejecución, que acababa casi siempre con el dulce escurriéndose lento y viscoso a la altura del codo. Es así como nos entregaron, a lo que hoy es casi cautiverio, a esa devoción por los higos, que revive y remueve nuestra savia con ese olor penetrante y evocador cada verano.


Sol y sombra


Árbol de la seda o parasol de China

A diferencia del par formado por el sol y la luna, que tienen un sentido escatológico y un reflejo psicológico más o menos activo, entre sol y sombra aparece una dicotomía cuyo provecho final es tan difícil de definir como el que se da entre tener y no tener. Están, por una lado, aquellos que creen que lo mejor es disponer de alternativas simples y fáciles de resolver, y están, por otro, los que las mejoran explorando grados entre los dos extremos, en este caso todos los que van del crudo sol a la tenebrosa sombra. Los que no cuentan con esa elección de grado pronto comprenden que en ella está la auténtica libertad real de elección. Percibir en estas jornadas veraniegas el sol como el bien absoluto, como un sagrado don natural, mostrando como única alternativa la sombría clandestinidad, quizá tenga sentido para quienes asocian esa presencia con la llegada de parabienes, mieses y frutos. Para los demás recibir y aceptar ese fuego inclemente es una muestra de nuestra obligada resignación al orden natural, un orden riguroso al que únicamente algunas sectas playeras se someten de buen grado confiando como fieles creyentes en recuperar a pleno sol los rastros de una belleza que a fuego lento se apagó.

jueves, 8 de julio de 2010

Centauros


- Montado a caballo nadie logra disimular su desprecio por lo humano.

- Sólidas grupas lo arrebatan y apaga su ardor rodeado de doncellas.

- Al trote su ímpetu es dudoso, al galope cree que proclama su nobleza.


miércoles, 7 de julio de 2010

Mínima 16


Soñó que tenía un sueño hasta que despertó con dos. Nunca supo cuál era el falso y cuál el verdadero, ni en cuál de los dos vive hoy.


martes, 6 de julio de 2010

Diálogo jesuítico sobre la danza



La danse, Henri Matisse (1909), MOMA New York

Sabía que el Padre Mendiburu difícilmente se avendría. Durante los dos últimos años venía peregrinando a lomos de su mula y sembrando la palabra de Dios por medio país. Tan pronto se le veía en Asiain como en Uterga, en Maya como en Oyarzun, donde hoy mismo había predicado la misión ante los suyos. Algunos más habían subido también desde Hernani y Astigarraga hasta esta acantonada y soberbia parroquia de San Esteban. El Padre Larramendi le esperaba ya en la sacristía, mientras Mendiburu aún despedía a amigos, parientes y vecinos en el portal de la iglesia. Finalmente cruzó el umbral diligente, atravesó la iglesia camino de la sacristía y una vez en ella cerró el enorme portón. Los dos jesuitas arrimaron dos sillas y tomaron asiento frente a frente.

Después de alabar con brevedad el recibimiento entusiasta de los feligreses decidieron entrar en materia.
—Temo que con vuestros sermones estéis atizando pasiones— le señaló tímidamente Larramendi, —y así malamente apaciguaréis la desazón de sus almas—. A lo que Mendiburu objetó que no era su intención quererlas apaciguadas, sino mantenerlas atentas y avisadas frente a la insidiosa alegría reinante en las ferias.
—No veo que la alegría nos desmerezca, ni que la danza, como vos creéis, nos envilezca— replicó con firmeza. —Tan sólo son expresiones vivas de nuestro proceder, sin más malicia que lo que traemos en mente o pongamos en boca—. A estas palabras Mendiburu se revolvió inquieto en la silla, y para darle réplica decidió levantarse. Entonando solemne su parlamento como si continuara bajo el tornavoz, recordó que hablábamos del cuerpo, que era tanto como hablar de la tentación, del reclamo de la concupiscencia pagana. Larramendi le miró fijamente y procuró pronunciarse con franqueza, lejos de cualquier otra emoción:
—Padre— le dijo apagando ligeramente su voz, —os equivocáis al hacer de la fiesta un suerte de lúbrico cortejo entre tamboriles y enaguas—. Cabeceando como quien no logra entenderlo, Mendiburu comenzó a pasearse de un lado a otro, entre la mesa y el portón. Con ostensible y creciente irritación, recuperó su argumento y volvió a abominar de los bailes. Los veía como una emboscada luciferina, preludio de la general perdición, y del retorno a esa comunión de cuerpos, que felizmente creía extirpada por el buen oficio de la Santa Inquisición. Como quiera que Mendiburu daba muestras de extraviarse, prendido en tan frenéticos temores y en la amenaza del maligno, quiso Larramendi traerlo a este mundo recordándole su irrenunciable ministerio:
—Asumís una pesada carga con vuestro predicamento, debiendo conceder además en tan crudas circunstancias vuestra fraterna absolución—. Mendiburu asentía cabizbajo con resignación, pero Larramendi volvió entonces a la sorna mundana y poniendo cara de fingido asombro exclamó:
—Admirado quedo, Padre, de que no hayan quedado encintas las que a danzar salieron en las pasadas ferias, presas como las imaginabais de ciega euforia y de aviesa intención.


lunes, 5 de julio de 2010

Escalones de renuncia


Hasta hace poco en el debate político funcionaba el manejo de etiquetas. Uno era de izquierdas, otro conservador, el siguiente liberal y así hasta completar el espectro. La etiqueta era el modo habitual de identificarse para acotar terreno y espantar intrusos, o de identificar al otro y señalar la diferencia. Hoy sólo algunos ingenuos piensan que la etiqueta otorga título de propiedad sobre un sector del cuerpo electoral. Son más los que en vez de etiqueta buscan acuñar algún tipo de marca para venderla como un fetiche a sus devotos y evitar así la demostración de virtudes salvíficas de su invento político.

Parece que en régimen de mercado sin una marca registrada nadie es bienvenido al juego de la competencia y que las reglas que rigen ese mercado pueden acabar primando sobre el debate de las ideas. En realidad, las ideas hoy apenas se discuten, se inculcan pedagógicamente para hacerlas valedoras del propio juego político y de sus ventajistas. Que las ideas quedan trastocadas es evidente con mirar a las palabras. Si uno escucha con cierta atención los discursos, se le hará difícil responder diccionario en mano de algunas de las palabras más empleadas. En boca de los nuevos campeones de la retórica política palabras como terror, libertad o democracia deberían llegar subtituladas con su nuevo sentido. Hemos llegado a un punto en el que el juego de las etiquetas por neutro y convencional ha dejado de practicarse y en el que los grandes conceptos han pasado a ser la munición favorita de los discursos equívocos. Es ridículo que para dar con el sesgo de las palabras debamos informarnos sobre las aficiones y manías personales antes que sobre las convicciones del mensajero.

A falta de esa persuasión que los conceptos ofrecen, no es raro que se haya optado por la contundencia, aunque para ello se violente aún más el lenguaje de las calificaciones personales y se rebasen las garantías que salvaguarda. Una nueva práctica lingüística consiste en el secuestro y perversión de adjetivos inocentes, escogidos entre los coloquiales de mayor penetración entre el público. Con ellos el mensaje adquiere un sentido desfigurado, que tarda en apreciarse, pero muy útil para apuntar a lo políticamente extraño desde una hipotética normalidad. Últimamente el ejemplo más elocuente, no el único, es el de los ciudadanos contaminados, que bien podría extenderse a los irregulares, arrepentidos o irrecuperables. Cuando el sujeto es identificable y depositario de derechos, el epíteto aplicado resulta forzado, pero sirve de excusa para intervenírselos. Aunque la sociedad le reconozca como ciudadano, de no mediar aclaración, pasa una vez adjetivado a ser tomado por sospechoso. Para cierta clientela política atajar esa contaminación es un objetivo saludable, medien o no medien derechos. Nadie en ella apunta y cuestiona realmente al que impone a los demás ese estigma y abre camino a la persecución del señalado, adoptando el nivel de presión oportuno, medien o no medien las pruebas.


domingo, 4 de julio de 2010

Nieblas de julio


Subiendo a Leateko Harria,  A. Marín, 2010 ©

La mañana tenía algo de fantasmagórica por allá arriba. El hayedo, que reclama a veces nuestra atención con sus delicados matices en verde o con la soberbia envergadura de sus troncos, no se veía brillar.  Hoy no era uno de esos días. Hoy era de aquellos en que recorrer el hayedo puede ser una experiencia inquietante. En estos casos todo suele empezar cuando sentimos nuestro peso en el crujir de las hojas y oímos su respuesta quejumbrosa a cada paso. La cadencia resuena entonces como una serie de latidos sosegados, puede llegar envuelta en el rumor de una cercana regata e incluso confundida con el revuelo del aire en las altas ramas. Tampoco nos lleva un fragor sinfónico, simplemente son rumores, en los que reparamos al no distraernos demasiado la luz.

En estos días de niebla, la luz, aunque dominante de mañana, se torna una referencia imprecisa en nuestra marcha. No guiándonos, más parece que nos rodea, que esconde inminencias. Tras la entrada en ese hayedo blanquecino y desfigurado se nos van presentando lentamente las muestras: un haya de copa redondeada se adelanta a darnos la bienvenida; detrás de ella, las restantes una tras otra, se van perfilando como mástiles en su laberinto; al fondo se ve una roca verde oscura con una armadura de ramas. Llaman a este paraje Leateko Harria. Es punto de reunión, por lo que he visto, de corzos, quizá también de ciervos. Nadie peregrina por estos pagos. Pero el verano es la estación de los confiados y de los que en busca de maravillas se pierden. Hay un susurro de madera que se estremece, cosa de brujas y sortilegios, seguramente. Algunos nunca volvieron, ¿quién sabe? quizá el bosque les acogió, quizá sigan en él penando.


sábado, 3 de julio de 2010

Haciendo amigos


Entrevista de Hernán Cortés y los embajadores de Moctezuma.
Lienzo de Tlaxcala (s. XVI), lámina 27.

Llegar el primero a la ciudad, declararla ante escribano tierra incógnita o perdida, tomar posesión de ella en nombre del soberano selenita, emitir carta de protección a favor de sus naturales y título de propiedad a favor del que les visita. A partir de ahí, aprovechar, cosechar y regentar, siempre en derecho y consecuencia.

viernes, 2 de julio de 2010

Crisis en el imperio


Es curioso, pero relativamente frecuente, ver a algunos matemáticos fascinados y a veces enredados con las metáforas. En matemáticas las metáforas son como resortes que proyectan la disposición de factores de un problema en un ámbito en el que las relaciones naturales facilitan la apreciación de dependencias y la recombinación de los elementos básicos. Existen, por tanto, buenas razones para desarrollar a través de ellas propuestas analógicas con paralelismos más o menos atrevidos y exploraciones de carácter más informal e intuitivo. Pese a estas atractivas posibilidades, el interés del gremio por el lenguaje y sus figuras decayó a partir del siglo XVI con el uso de los símbolos. No obstante, ha seguido dando después escritores excepcionales con un empleo elegante y sofisticado de la metáfora, incluso en materia no explícitamente matemática.

Hermann Weyl podría representar con propiedad a esta selecta especie de matemáticos. En 1921, Weyl escribió un artículo que resultaría crucial para el estudio de los fundamentos matemáticos. Todas las matemáticas se habían acabado asentando en la teoría de conjuntos formulada por Cantor a finales del XIX. A comienzos del nuevo siglo la teoría, y con ella el edificio matemático entero, se vio envuelta en serias dificultades lógicas en forma de antinomias y paradojas. Bajo el título de Über die neue Grundlagenkrise der Mathematik (Sobre la nueva crisis de fundamentos de las Matemáticas), el artículo se iniciaba con el siguiente párrafo:

«De ordinario se mira a las antinomias de la teoría de conjuntos como controversias marginales que no conciernen más que a las provincias periféricas del imperio matemático, sin poner apenas en peligro la solidez y la seguridad interna ni el corazón de ese imperio. Sin embargo las explicaciones dadas por fuentes autorizadas sobre estos disturbios (con vistas a desmentirlos o a minimizar su gravedad) están lejos de llevar la impronta de una convicción alimentada por el sentimiento de evidencia; ellas revelan más bien el arte de hacerse ilusión a medias o a tres cuartos, género sumamente extendido en el pensamiento filosófico y político. Pues toda reflexión seria y honesta obliga a reconocer que estas incompatibilidades en los sectores periféricos de las matemáticas deben ser tenidas por síntomas; síntomas que manifiestan lo que oculta la apariencia de brillo y comodidad que da la actividad de las regiones centrales; a saber la falta de solidez interna de los fundamentos del edificio.»

Podría uno hacer una más extensa y profunda presentación de Weyl, educado como matemático en la tradición hilbertiana de Gotinga y en ese tiempo hombre de sensibilidad socialista, pero insistiré en el año de publicación, el 1921. Sobre el texto no cabe duda: uno ve sobrevolar sobre él el ambiente político de la época. Ante sí tenía Weyl el ejemplo de los imperios ruso y austríaco con esos llamamientos a la pretendida solidez, esas pruebas acerca de la seguridad y esos comunicados oficiales tranquilizadores. Eran visibles, por tanto, todas las señales que precedieron a su definitivo desmoronamiento, que para ese año de 1921 prácticamente estaba a punto de consumarse con la victoria bolchevique y la creación de Yugoslavia. En el orden propiamente matemático la lectura es también clara, particularmente la crítica al papel contemporizador y evasivo jugado por esas fuentes autorizadas, que se dirigía de forma poco velada al máximo patrón del edificio matemático, a su propio maestro David Hilbert, que jamás perdonó a su discípulo predilecto ni la metáfora ni esa muestra de desafecto.


jueves, 1 de julio de 2010

Contraescrito



Cuando escribo, soy consciente de que inevitablemente me escribo. Leyendo lo aquí escrito unos meses después, cuando ya no tiene ningún sentido corregirlo, tengo la impresión de recibir noticias de un viejo conocido. Acompaña además a ese primer reconocimiento del autor cierta sorpresa, que llega a ser estupor cuando los rasgos mostrados entre líneas desentonan a ojos vistas con mi probable retrato presente. Ya sé que la identidad –o lo que quiera que los escritos reflejen- es algo maleable, que navega siempre bajo el compás de lo vivido. Y sé también que lo transcrito supone un elaborado ajuste que viene a mostrar la distancia entre lo que soy y lo que fui. Por eso, a medida que me voy reconociendo en las palabras que me llegan del pasado, me convierto en lector perplejo de aquel autor que escribía para mí.