domingo, 30 de enero de 2011

Apunte del natural


Cresta de Leyre desde el Norte
Hablar de nubes a estas alturas, o mejor en aquellas alturas, es por decirlo de forma tajante una simpleza. En mi descargo sólo puedo alegar que no todo el mundo ha llegado a ver lo mismo que yo. No teniendo nada de extraordinario, puede que al contarlo consiga hacer entender qué es lo que me encantó. Ya se sabe que los encantamientos son emociones fugaces, que justo te rozan, pero que, pasado un buen rato, duran igual que el sonido en el diapasón.

No era día para andar por esos caminos perdidos, pero imaginaba que por ahí arriba, por los montes, en medio de la nieve, el ambiente sería diáfano. Y siempre te sientes revivir si te gana esa sensación de pureza. Porque el cielo hoy tampoco ayudaba, estos días ni existe. Incluso las cumbres suelen amanecer disfrazadas bajo un tocado nuboso. A medida que subes, tratas de fijar con la mirada el contorno de la mole, allá a lo lejos, sin llegar a distinguirla entre esos tenues blancos. Por debajo de ella, la ladera se abisma sombría y oscura, vagamente retenida por unos puntos de nieve. Desfigurada y sin su cresta cortante, la montaña sigue teniendo un aspecto sólido, pero sin llegar a ser imponente.

Ese cuadro frustrante aguanta hasta bien entrada la mañana. De repente sin previo aviso, se advierten a lo largo de la cresta tímidas luces que anuncian cambios. Por detrás de ese telón blanquecino el sol va lentamente dibujando el riguroso trazo de su mediodía. Embebidas en esa luz, las nubes comienzan a desvanecerse, dejando en su lugar una confusa madeja vaporosa que ya no logra ocultar las cumbres. Las brumas, todavía presentes, se van despegando del bosque a medida que escapan ladera arriba. Menudean sobre la última línea las manchas luminosas, bajo ellas se adivinan las primeras sombras firmes y se empiezan a reconocer con detalle las alturas. La cresta emerge entonces compacta, como un espinazo armonioso. Poco a poco el fondo amarillento va ganando anchura y se presenta tímido bajo un nuboso ceño, entre pálidos azules.


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