De nada puede valer un perfil del autor si no deja ver su intención. Si ésta no es buena ni clara, el perfil poco va a decir de él, y lo que diga nada aclarará.
Esta mañana con luces aún inciertas llegaba caminando al trabajo en medio de una espesa niebla. En las cercanías del riachuelo, después de ascender la empinada cuesta, toca recorrer un largo paseo arbolado. Sin hileras ni perspectiva, los árboles aguardaban medio difuminados, acallados por las brumas. Mis ojos parecían reconocerlos. Al pasar al lado de cada uno, se me iban lentamente presentando con aspecto de criaturas afables, un poco desconcertadas también, y tan raquíticas en esta época que parecían en busca de auxilio o de acogida. ¿Qué podía yo decirles? Al ir dejándolos uno a uno detrás, erguidos en toda su tristeza, los árboles quedaban inmóviles, sumidos en una nueva y larga espera. Algunos hubieran querido acompañarme y seguir mis pasos, por monótonos que fueran. Pero no hubo ocasión, pronto me perdieron de vista a medida que tras de mí se iba cerrando celosa la niebla.
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