Caligrafía de Hassan Massoudy |
Mira uno hacia Oriente, a través de sus esforzados peregrinos, y puede redescubrir la escritura como un arte. Un arte que nunca nos parece nuevo sino olvidado, un modo de hacer creativo que rompe el rígido y amanerado protocolo caligráfico occidental. Hablo de lo que se logra a mano, no de la constelación de tipografías creadas para el ordenador. Y hablo de lo manual porque ahí se descubre el nervio y la finura de un estilo, algo imposible de entrever en un abecedario de diseño. Entre nosotros la perpetuación de un estilo de escribir propio pronto se dará por perdida. No deja de ser una cruel ironía que afinemos en nuestra identidad y creamos avanzar en nuestras metas personales, mientras dejamos atrás provincias enteras sin explorar. Sin tanta comezón tecnológica, otros se valen de la pluma, el cálamo y el pincel para dar a la palabra nueva expresión y profundidad. Antes completábamos ese truco acompañando las palabras con cadencias musicales. Hoy carecemos de cultura caligráfica y apenas escuchamos música en lo que decimos. Nos limitamos a ganar significados a fuerza de perífrasis y circunloquios, o intentando competir con las imágenes directas.
Caligrafía de Hassan Massoudy |
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