sábado, 1 de enero de 2011

Divisoria de años



Aprovechamos el paso por la divisoria entre años para mirar con curiosidad el futuro que nos espera al otro lado, como cuando culminamos la cresta de una montaña. Justo a nuestros pies reconocemos allanados los meses venideros, prontos a ser recorridos con todos sus retos y compromisos. Un poco más allá de esa agenda inmediata, adivinamos el porvenir ya difuso, vagamente esbozado entre claroscuros. Hay casos en que el contorno que dibujan las sombras es lo bastante preciso como para imaginar la magnitud del obstáculo, pero en la mayoría sólo se vislumbra una grisácea amalgama de naturaleza confusa e imprevisible.

De ese panorama sobre el tiempo venidero se puede decir, con mayor razón aún que para los que se divisan desde un alto, que se abre a una geografía inquietante, no sólo porque alterna lo confuso con lo impenetrable, sino porque nos invade el temor a no saber responder en ese terreno a las inesperadas dificultades y cargas que se avecinan y porque al mirar hacia sus confines presentimos a los escondidos testigos de nuestro futuro, que desde allí nos escrutan con detalle y esperan nuestra llegada para salirnos al paso y forzar, quién sabe en qué sentido, el curso que desde esta divisoria creímos adivinar para nuestros días.


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