Que se muestre terminante y categórico, eso es lo que se espera de quien larga sentencias. Y sin embargo, cabe suponer que quien con esa soltura dicta vive, como el resto, sembrado de acuciantes dudas. Dudas que salva, dudas que oculta, dudas que envuelve, convencido de que lo que queda por escrito es sin más lo que se afirma. Pero ¿es posible afirmar apoyándose en un estado de ánimo incierto? No sólo sabemos que es posible, sabemos que es bastante común. Los más estrictos encontrarán paradójico ese ejercicio de afirmación en lo inestable, pero la mayoría hacen con él un uso terapéutico sin reparar en que la verdad que establecen busca simplemente afirmar su ánimo. ¿Se puede, entonces, proyectar ese estado incierto en solemnes afirmaciones? Y si es así, ¿cómo podemos reconocer su valor general, si es que lo tienen?
Sí, son demasiadas preguntas para quien quiera ser terminante y categórico. Eso mismo me dije cuando intentaba conjugar «lo que se dice» con «lo que se siente». Pude haber dictado una admonición ventajosa con algo así como «Si no dices lo que sientes, siente al menos lo que dices». Pero por hacer rotunda una aseveración como esa, abierta de por sí a demasiadas dudas, no iba a cobrar más sentido ni a ser más certera. La divisoria entre lo que en ella se decía y lo que sentía me acabó pareciendo como una trinchera confusa donde competía conmigo mismo para intentar sacar la cabeza lúcida. Y pensé que de afirmar algo, haría que esta vez cobrara sentido con mi perplejidad y mis recelos, más allá de lo que se fija y expresa dentro del entrecomillado, como una forma de hacer sentir lo que digo y no acabar callando lo que siento.
Releo, y me quedo bastante confuso: no sé si por dicho aquel dicho es ahora más cierto, no sé si corrigiéndolo me desdiría de lo dicho y tampoco sé si mejorado y redicho lograría ser más directo y explícito. Esperaré a verlo más claro otro día, confirmado o desmentido. Acabo, como los británicos, pidiendo excusas por haberme sacudido esta molesta sensación de zozobra y haber puesto en riesgo de contagio a quienes llenos de paciencia hasta aquí han leído.
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