Los magos de Oriente con su gorro frigio Mosaico de S. Apollinare Nuovo (s.VI), Ravenna. |
La imagen de estos magos rendidos a los pies de la encarnación del nuevo judaísmo, puede ser percibida como el traspaso de la legitimidad divina. Ahí hace pie la interpretación cristiana, con los reyes ofreciendo simbólicos tributos a Jesús como encarnación del dios superior. Se hace también notar a los más críticos la presencia en esa estampa de los más antiguos creyentes y sabios de Mesopotamia, que acuden, siguiendo sus arcanos astrológicos y el comportamiento de una estrella errática, a ser testigos de un acontecimiento astral, cuyo origen atribuirán a la naturaleza divina de un recién nacido. Sin embargo, y a pesar de las palabras que Mateo pone en sus labios («Hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle»), todo el escenario parece más cercano al relevo de los magos en sus saberes y deberes como mediadores ante el cielo, que a mostrar una adoración propiamente ritual. Aplicándole al episodio un giro premonitorio se puede ver en él a la antigua y desacreditada ciencia de los astros cediendo paso a esos nuevos horizontes de fe. De la escena se podría también colegir la conversión del firmamento estelar en el cielo divino, un cielo sometido al dominio de una estrella y una fe únicas, a esa verdad suprema y absoluta que sobrevuela nuestras miradas inquietas y ahoga nuestras mentes curiosas.
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