Bosque de Sollaundi © autor |
Las fotos como las miradas son golpes de fortuna: hoy ves lo que mañana, cuando vuelves con trípode y máquina de profesional, ya no consigues ver. No capta uno todos los días esa ilusión de brumosa profundidad, con ese despliegue de troncos ahondando hasta un espacio interior denso y flotante. Contaré un detalle, verídico. Como el escenario parecía preparado, de la izquierda y a unos cien metros ha surgido dando brincos un corzo. Se ha detenido y diría que me ha visto, así que ha seguido su trote. Aún se ha resguardado tras un arbusto, hasta que ha vuelto a sus saltos y enseñándome el trasero ha desaparecido por la derecha. ¿Y la máquina? En la mochila, como siempre en estos casos. Al menos del pinar constancia ahí queda. Han sido estas dos gratas sorpresas, y en un solo día, las que han puesto punto final a mi aversión a los pinares. Se acabó su maleficio.
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