martes, 22 de febrero de 2011

La prenda



Aunque serio en su semblante, Félix Artieda, carpintero y enterrador en un recóndito pueblo del Pirineo, se mostró entero y para el caso resignado a su suerte. Frente a los restos humeantes de su carpintería alguien le preguntó si aún tenía ánimos para afrontar tamaña adversidad. «Todo es tan reciente..., en cuanto vuelva a sentir algo me parecerá como si me pusieran bálsamo. Ahora toca arreglar esto y a ver si en el futuro hay alivio», así decía mientras por la puerta se entreveía el interior devastado. «Da gracias, peor pudo haber sido. Por lo menos sigues vivo» le apuntó su vecino Julián husmeando por la puerta. «Ni la suerte ni la muerte me querían ahí dentro. En cambio mira ese ataúd, era el mío, dos años de trabajo y recién acabado. Míralo ahora, como si la muerte a su paso se lo hubiera quedado en prenda» respondió señalando a un montón de tablas renegridas. Para acabar levantó el brazo hacia lo alto y añadió: «Para allá se ha ido, con el humo. Ya pueden esperar, ni pienso hacer otro ni pienso subir a por él».

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