Pantalla de la saga Heroes |
No es eso todo, sino que, como diría el experto, se ha constatado también un severo inconveniente del que resultan numerosas inconveniencias. Junto a esos discursos de castigo retenidos por el filtro, llegan también inocentes sugerencias, que revestidas de brillantina salvan cualquier cortapisa. Estamos hablando de propuestas muy breves, prácticamente invitaciones, que además de ser sugerentes actúan una vez dentro animadas por nuestra curiosidad como mecanismos expansivos. Son bombas que pronto crean su propio andamiaje de fijaciones mentales y sobre él montan un tinglado emocional, bien sea alentando ilusiones huecas o instigando meras adicciones. Al principio su avance es insensible y nada llamativo. Es verdad que volvemos a nuestra infancia y que la recreamos con nuevos afanes lúdicos. Poco a poco todo lo que sentimos y hacemos se torna un juego y la mente se concentra de lleno en apurar las oportunidades que nos ofrece ese obsesivo tablero. A ese absorbente juego se reduce nuestra vida, a mover como un peón nuestro inquieto ego. Y toda la partida sin salir de nuestro delirante encierro.
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