lunes, 21 de febrero de 2011

Verdades reconocidas


Hay gente que carga su pronunciamiento con solemnidad para darle tamaño a su verdad e insuflarle un punto de fuerza, sobre todo cuando entre los demás cunde la sospecha de que se ha renunciado a la sinceridad. Además de estas verdades sobrecargadas están las que se nos imponen como genuinas en razón del rango social de quienes las emiten y que los demás solemos aceptar como fórmulas de reconocimiento. Con cualquiera de estos dos tipos de verdad, corremos riesgos ciertos al incorporarlas a nuestro argumento. Sin más valor que la autoridad o la convicción, es como llevar para el viaje bagaje de ocasión, tan difícil de confirmar que cualquier certeza que proyectemos quedará en suspenso y nuestro discurso comprometido. Quienes tienen delito son quienes las ponen en circulación, conscientes o no de la intoxicación. Han vivido tan acostumbrados a adueñarse o sentirse dueños de la verdad que no consiguen imaginarla ni como algo compartido ni como algo sensible. Ellos nunca han sabido, ni han necesitado saber, qué se usa para tratar de salir de lo incierto.

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