Es halagador que te dediquen muestras de confianza, que te correspondan con gestos de comprensión y más que te hagan confesiones en una ambiente de franqueza. Todo eso está muy bien: tenemos que vivir abiertos al mutuo entendimiento, que mostrarnos solidarios con nuestros semejantes, que compartir sus alegrías, sus penas, sus proyectos. En voz más alta: aquí estaremos siempre para lo que se nos necesite, somos así. Viene luego el tono menor frente a quien con aire azorado y gesto indeciso te confía: «Escucha, tengo un plan». Parece obligado suponer que con ese plan se te busca. Y es notorio que nadie te ha tenido al tanto de él. Y es evidente que esa maquinación, de la que probablemente eres pieza vital, se ha urdido a tus espaldas. Y es meridiano que se ha pensado en ti por tu pronta disposición a compartir. Resumiendo: se te reclama para un ambicioso plan del que desconoces viabilidad y beneficios, un plan que llega a ti seguramente tras una larga cadena de rechazos, renuncias y abandonos, un plan devaluado que sólo tú puedes salvar con tu apoyo valioso. Eso es lo que él viene en definitiva a decirte. La respuesta es inmediata: «No entraré en ninguno por menos del cincuenta por ciento».
sábado, 19 de marzo de 2011
En plan de invitado
Es halagador que te dediquen muestras de confianza, que te correspondan con gestos de comprensión y más que te hagan confesiones en una ambiente de franqueza. Todo eso está muy bien: tenemos que vivir abiertos al mutuo entendimiento, que mostrarnos solidarios con nuestros semejantes, que compartir sus alegrías, sus penas, sus proyectos. En voz más alta: aquí estaremos siempre para lo que se nos necesite, somos así. Viene luego el tono menor frente a quien con aire azorado y gesto indeciso te confía: «Escucha, tengo un plan». Parece obligado suponer que con ese plan se te busca. Y es notorio que nadie te ha tenido al tanto de él. Y es evidente que esa maquinación, de la que probablemente eres pieza vital, se ha urdido a tus espaldas. Y es meridiano que se ha pensado en ti por tu pronta disposición a compartir. Resumiendo: se te reclama para un ambicioso plan del que desconoces viabilidad y beneficios, un plan que llega a ti seguramente tras una larga cadena de rechazos, renuncias y abandonos, un plan devaluado que sólo tú puedes salvar con tu apoyo valioso. Eso es lo que él viene en definitiva a decirte. La respuesta es inmediata: «No entraré en ninguno por menos del cincuenta por ciento».
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