—¿Porqué se los llevaron?
—La verdad, no llegué a enterarme.
—Pero, ¿vivían en tu escalera, no?
—Sí, ya sabes, gente un poco retraída, antipática.
—Coño, sería que andaban con miedo.
—Igual, pero cuando así es mejor darse a conocer.
—Sí hombre, e invitar a merendar a los cotillas.
—¿Qué crees, que les íbamos buscando las vueltas?
—No sé. Creo que os parecían una amenaza.
—Mira, te digo la verdad: yo no los denuncié.
—Pues alguien vería algo raro.
—Hombre, no había más que verlos a ellos.
—No me digas entonces que no les seguías la pista.
—Pues no. En realidad tenía, y tengo, otras cosas que atender.
—Claro, siempre hay donde mirar cuando no quieres ver.
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