Pantalla de SimCity 3000, Electronic Arts (2010) |
Los partidarios de la segunda vía, la conservacionista, suelen considerar cualquier posible tránsito de lo simple a lo complejo como aleatorio y metodológicamente inviable. Este escepticismo los mantiene presos de lo simple hasta el punto de promover una auténtica sacralización de la genuina simpleza. En la devaluación de la sencillez primaria, previa a su disolución en lo múltiple, advierten una actitud derivada y artificial que acarrea en el dueño de lo simple una irreversible pérdida. Para evitarla no hay otra defensa que la elevación de esa difusa cualidad de lo simple a categoría sustancial en la unidad numérica, un registro sólido e impenetrable que asegura su pervivencia. A partir de ahí, en el ejercicio de su simpleza, ese uno del simple busca su pareja y dominio en todo lo que por ser también uno y a nuestro alcance le corresponda. Abre entonces su dominio a todos los unos mundanos que quedan de ese modo reunidos como un uno solo. Esto hace que el culto a la unidad empiece a serle rentable, puesto que de existir un mundo, forzosamente debe ser suyo. El mundo no crece aquí movido por la ilusión, es la ilusión que el simple lleva dentro sin saberlo.
Es así como el devenir del simple, en su soberana simpleza, discurre siempre encarrilado entre la ilusión de poseer todo lo posible en el mundo y la de generar todos los mundos posibles.
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