Hojas e insectos, tinta coloreada sobre papel, Qi Baishi |
No sé si Qi Baishi quiso resumirnos su concepción del oficio cuando declaró, ya en su madurez hacia 1930, que la pintura oscilaba entre la similaridad y la disimilaridad, entre la vulgaridad de quien ofrece lo idéntico y el engaño de quien frente al original opta por lo distinto. Desde luego en esa balanza fue, como sus obras demuestran, un diestro equilibrista. Y sin embargo, no parece que esa equidistancia condicionara su estilo, para nada complicado o recompuesto sino elemental, un estilo que atiende por encima de todo a la vivacidad de lo natural, el de un paciente cazador de instantes. Continuador de su tradición, en su concisión no se adivina intención de aligerar el trazo para ganar abstracción, ni tampoco de forzar en las formas la expresión. Quizá por eso sus figuras acaban destacando tras ese halo de naturalidad.
No sé decir si el dibujo a tinta arriba mostrado es o no característico en una obra tan extensa como poco conocida en Occidente. Sólo lamento que la reproducción no logre dar calidad a los detalles. Aún así me gustó, y quizá con eso baste. Es curioso, en una primera impresión hasta la caligrafía parece enredarse entre el ramaje. Los insectos encuentran papel al intentar seguir ahí vivos, pero en las hojas nada está tan claro, son colores que languidecen sostenidos por un delicado acabado de sus nervaduras y bordes. El conjunto pende como un motivo circunstancial, casi esquemático, con una trama sencilla que ha logrado atraer a los insectos, y que lo intenta también con las miradas inquisitivas.
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