Al alba los inscritos en el programa de rehabilitación descienden al patio a los acordes de un rutinario pasodoble al que pronto toma el relevo un frenético mambo. Luego sin paños, al natural y bajo la atenta vigilancia de monitores y terapeutas, se ejercitan con una tabla de figuras de contacto, que finaliza en exquisitas coyundas al estilo Kamasutra. Con ese trote y una ducha fría tienen cuerda para todo el día.
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