lunes, 1 de noviembre de 2010

Tenorios vetustos



Año tras año el tenorio se renueva, pero no en el escenario, donde se insiste en el juego de galanes y correveidiles, comendadores y novicias, sino en la calle, donde su genuina naturaleza mutante va ofreciendo cada primero de noviembre, día de los tristes fantasmas, una versión del baladrón aun más acabada, sórdida y retorcida que la que acuñaron Tirso y sus sucesores. Después de los episodios protagonizados por un alcalde y un polígrafo, ilustres mantenidos y burladores probados, deberíamos de reconocer el error cometido al salvarlos de su infierno cuando galanes. A la vista está que la madurez apenas les ha sesado y aún carecen de prestancia para hacer compañía a nadie. Gente tan pagada de sí misma debería purgar temprano su ambición y prepotencia, lejos siempre de tribunas, púlpitos o cátedras, donde sólo buscan dar medida de su poder y reclaman, en atención a su rancio gracejo cuando no a su real gana, derecho de doble pernada. Consumada en las tablas la burla, escuchan agazapados en su lujoso camerino los aplausos y abucheos provenientes de la sala.

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